La Iglesia advierte por la crisis y el humor social
|Con la última asamblea plenaria de 2018, que comenzó en Pilar, los obispos iniciaron la evaluación de “un año sumamente difícil”, con situaciones complejas y conflictivas que plantean grandes desafíos, como lo describió el presidente del Episcopado, Oscar Ojea, en la misa de apertura.
Un centenar de obispos, a los que se suman otros 40 retirados (eméritos, en la jerga episcopal) participan de la reunión, que se extenderá hasta el viernes y en la que podrían analizar la situación política y social, especialmente el impacto del gesto del arzobispo Agustín Radrizzani, que recibió a Hugo Moyano y varios dirigentes sindicales y del peronismo con una misa en la Basílica de Luján, en la que se exigió un cambio en el modelo económico.
Además, los obispos podrían avanzar en el estudio de la posible reforma del sostenimiento del culto, que podría derivar en buscar fuentes de financiamiento alternativas al aporte estatal, que llega a $ 130 millones. Esta posibilidad la vienen conversando la Iglesia y el Gobierno desde hace varios meses, en una comisión mixta integrada por la comisión ejecutiva del Episcopado y la Secretaría de Culto, que conduce Alfredo Abriani. En el proyecto del presupuesto 2019, el Gobierno contempla partidas por el mismo monto que este año y cualquier eventual reforma, como informó la semana pasada LA NACION, se aplicaría a partir de 2020.
Más allá del tema económico, Ojea hizo hincapié en que “muchos acontecimientos que hemos vivido en los últimos meses nos han provocado perplejidad, y al mismo tiempo nos plantean grandes desafíos pastorales”.
Enumeró, así, la habilitación del debate sobre el aborto y su repercusión en muchos jóvenes (“incluso de nuestros colegios y comunidades, a quienes hemos visto tomando partido con su pañuelo verde”, dijo el obispo de San Isidro), el fenómeno de las apostasías, las denuncias de abusos que “aumentan el dolor en lo más profundo del corazón de la Iglesia” y los ataques a la persona del papa Francisco.
Advirtió que los fuertes cuestionamientos al Santo Padre se dan “dentro y fuera de la Iglesia, de un modo que no tiene precedentes, lo que genera la escasa difusión de su pensamiento y de su prédica”. Ojea afirmó ante sus pares que “esto se extiende a la Iglesia toda, ya que parecería que decir algo bueno sobre ella no es políticamente correcto”.
“Todo esto lo hemos vivido en medio de una crisis social y económica que golpea a todo el pueblo argentino, y que va resintiendo la confianza en la dirigencia política, aumentando el mal humor social, el enojo y la intolerancia que hace muy crispada la convivencia”, afirmó el titular del Episcopado.
Frente al posible divorcio entre el mensaje de la Iglesia y su recepción en la sociedad, el presidente del Episcopado advirtió sobre la inconveniencia de mostrar signos de enojo o victimización. “En muchas de estas situaciones hemos tenido nuestra parte de responsabilidad. Esto nos debe hacer pensar en nuestra propia conversión personal y pastoral. Y hacer un profundo examen de conciencia”, dijo, a modo de autocrítica. También advirtió sobre la parálisis y la inmovilidad, una “reacción comprensible pero poco apropiada, ya que el Papa nos llama a ser una Iglesia en salida misionera, prefiriendo una Iglesia que se accidenta y toma riesgos en lugar de una Iglesia que se encierra en sí misma”.
En esa línea, Ojea llamó a sus pares a ser “humildes y escuchar de un modo nuevo el corazón de aquel que está enojado con la Iglesia”. Y señaló: “Tenemos que aprender a desprendernos de un reconocimiento social que los obispos teníamos en otro tiempo y que vamos dejando de tener”.