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La despedida de Edu Villares: perfil de un amigo que cambia de rubro

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón). El 17 de enero de 1979 fue el punto de partida en la vida de Eduardo Villares. Olga y “Lacho” (Horacio), sus padres, le dieron al básquet -en 1983- un “petiso” pero híper dinámico jugador que se luciera por su garra, su tiro externo y su carisma destacándose en varios equipos de Liga, TNA, selecciones provinciales y hasta tuviera un paso por Venezuela. El 6 de abril de éste año quedará como el día de su despedida a la Liga pero el adiós definitivo se postergará hasta el Argentino en Concordia para luego dedicarse de lleno a ser un empresario textil y, quizás, darse el gustito de conocer desde adentro su otra gran pasión: el automovilismo.

El rugby casi lo capta al “Narigón” y podemos asegurar que se perdió un Pichot talentoso y de enorme guapeza. Ganó el básquet y así Paraná disfrutó de él primero en forma amateur, con formación y desarrollo inicial en Rowing, para después dar el salto desde Echagüe a la Capital Federal (Vélez Sarsfield), paseando en suelo entrerriano su simpática personalidad y talento deportivo por Colón (La Unión) y Gualeguaychú (Central).

Así como anduvo por el norte (Regatas Corrientes), o por tierras chacareras (Santiago del Estero/La Banda, Quimsa-Olímpico), el Edu dejó una brillante imagen en el Sur, cuando Puerto Madryn lo cobijó como a un hijo vistiendo la casaca de CONARPESA, o supo disfrutar de jugar en otra playa junto al mar…, poniéndose la casaca de Quilmes de Mar del Plata, club que no supo valorarlo debidamente.

De igual modo se ganó muchos amigos en la vecina provincia cuando vistió la camiseta de Ben Hur de Rafaela donde participó de la Liga Sudamericana y soportó los vaivenes de una profunda crisis financiera, aunque para los amantes del básquet en Paraná, el recuerdo más lindo quedará indeleble por jugar Liga Nacional para Sionista, siendo puntal de una gran campaña, llegando a semifinales contra el Atenas campeón, que lo tenía a Leo Gutiérrez.

Sin embargo, la mayor satisfacción personal fue dar vuelta olímpica en Liga de las Américas con Regatas, hace dos años atrás, enfrentándose el entrerriano con lo mejor del baloncesto latinoamericano, inclusive algunos rivales con pasado de NBA.

Eduardo Villares deja el básquet como jugador, pero seguro que seguirá de alguna manera vinculado, y hasta, por qué no… capaz que hace “La Gran Pipi Vesco” y luego vuelve arrepentido.

Se va como uno de los más jerarquizados escoltas de la Liga. Opta alejarse teniendo “cuerda” y no despedirse en el proceso normal de decadencia que todo atleta tiene con el transcurrir de los años.

Sus triples a pie firme, su contundencia en Libres, su sagacidad en el cuidado de la bola, su “raza” ganadora a partir de una mentalidad de inmensa fortaleza, no se olvidarán fácilmente. Por algo ha sido tantas veces elegido para protagonizar el Juego de las Estrellas.

Y si hablamos de proyección o reconocimiento, no podemos olvidar el ser parte de las semifinales en el franquiciado básquet venezolano, brillando por Gaiteros de Zulía.

Mucho meditó Edu para llegar a decirle a su amiga la bola “hasta la vista, baby…”. Pensó en cuánto le dio el basquetbol a él, y él al basquetbol, entendiendo que si bien vivió de ésta profesión, dejó toda su encomiable pasión, defendiendo con honor, con orgullo, cada club donde fue contratado.

Pero antes de la despedida formal, la gran cita con la “Rojiverde” en Concordia, del 16 al 23 de junio. Es que el Narigón no puede faltar al Argentino, donde seguro será el más emocionante homenaje que tenga al cristalizarse en feudo propio, sin descartar algún que otro partido en Paraná con sus máximos compinches.

Edu deja el básquet como profesional, luciendo una casaca, pero acuérdense que va seguir estando muy vinculado. Imposible no hacerlo con el deporte que lo desarrolló como profesional pero sobre todo como persona y gracias al cual termina armando una hermosísima Familia.

Ya no había tantas ganas de armar el bolsito, y la rodilla le venía pidiendo a gritos calma. Eso sí, su vida seguirá siendo la misma aunque con más disfrute de pequeñas cosas que todo jugador de alto rendimiento muchas veces debe dejar a un lado para cumplir estrictamente con su rol contractual.

Miren cuánto le dio este deporte que gracias a él conoció, amén de grandes amigos, de grandes compañeros, a su esposa, Ángela Iralasky, con quien gestó a Valentín y Lucero.

Ahora será el turno de enseñarle a jugar a ambos, de meterle a su nueva etapa como empresario textil y hasta a animarse de vez en cuando a cumplir con otras dos pasiones: el motocross (hobby que arrancó con el bicicross) y el automovilismo, más a esto último, por el karting que compró y por las invitaciones que tenga de parte de grandes amigos Matías Russo, Federico Lifschitz o Mariano Werner.

En cualquier momento nos vemos Edu… Ojalá te hayas acordado de guardarnos esa última camiseta de Quimsa que tanto nos prometiste. Ese día, haremos un repaso a full de todo lo que viviste y sufriste junto al basquetbol. Y hasta por qué no… Jugamos un uno contra uno con changüí para el gordito…

Foto: Gentileza InfoLiga.-