Hemos tenido muchos años de una fuerte impronta populista y demagógica gobernando la Argentina
ESPECIAL, por Rogelio Frigerio – Gobernador de Entre Ríos.-
En estos últimos años se ha clarificado cual es el origen de los problemas de la Argentina, y la gran mayoría interpreta que están vinculados con las políticas populistas y y demagógicas. En función a eso, el domingo 26 de octubre se votó por no volver para atrás.
Se dio una oportunidad, no un cheque en blanco, a políticas más vinculadas con un Estado que trabaja para generar condiciones para el desarrollo del sector privado. Eso es lo que terminó definiendo la elección.
La situación es difícil, compleja. Hay problemas con el consumo y con la producción, o en la generación de empleo. Y, sin embargo, la gente, con muchísima convicción, decidí seguir bancando este Norte, que es el más diferente que tuvimos desde la recuperación de la democracia.
Creo que los entrerrianos entienden dónde está el problema y apuestan por algo diferente, que es lo que está proponiendo el Gobierno y también nosotros a nivel provincial.
Las grandes reformas en los países se dan porque la gente es la que está convencida de ese camino, de ese rumbo. Hoy, como nunca antes, la mayoría de los argentinos entienden que no se pueden postergar más esas reformas estructurales que venimos pateando desde hace, por lo menos, 30 años.
Tenemos la oportunidad de avanzar en las reformas, las llamadas de segunda generación. Al mismo tiempo tenemos la discusión del Presupuesto, que es clave porque es la ley de leyes y porque hace demasiado tiempo no contamos con esta herramienta prioritaria de gestión.
En la política siempre es muy fácil levantar la mano para priorizar sectores sensibles para todos, como el educativo, los hospitales públicos o las personas con discapacidad. Pero para que eso no sea una declamación demagógica o simplemente un discurso electoral, tiene que estar acompañado por una propuesta que explique qué sector deja de ser prioritario. Porque si todos los sectores son prioritarios, ninguno lo es.
Estamos más cerca que nunca de avanzar en un consenso para plasmar estas reformas estructurales, también digo que eso no está garantizado, que depende en principio del oficialismo, pero también de estos sectores de la oposición que han demostrado en algún momento ganas de acompañar y de colaborar.
Si esas ganas continúan y el Gobierno tiene la decisión y la habilidad de hacer una convocatoria en ese sentido, creo que finalmente después de muchas décadas vamos a poder tener un resultado distinto al que hemos tenido cada vez que se puso sobre la mesa la posibilidad de discutir estos temas.
A mí no me gusta subestimar a la gente. Evidentemente, hemos tenido muchos años de una fuerte impronta populista y demagógica gobernando la Argentina. Eso ha generado un impacto cultural en nuestro pueblo, que para salir de esa inercia, necesitó definiciones políticas claramente opuestas a esas con las que había convivido tantos años. Yo no puedo pretender que mi forma de ser o de ver la política sea la que necesariamente la Argentina tenga que adoptar.
La política se divide entre quienes quieren y trabajan para que al Gobierno nacional le vaya bien, porque entienden que de esa manera nos va a ir mejor a todos los argentinos, y quienes necesitan que al gobierno nacional les vaya mal, trabajan para eso, y se regocijan de los errores que comete solamente con la intención de tener una nueva oportunidad. A mí me van a encontrar siempre en el primer grupo. Espero que el gobierno entienda también, y creo que lo ha hecho, que los márgenes de error que da este contexto tan difícil por el que atraviesa el país son muy limitados.
La Argentina que viene y que esperan la mayoría de los argentinos tiene que consolidar el diálogo, la responsabilidad y las reformas de fondo, duraderas y que generen resultados positivos para la ciudadanía. Tenemos la oportunidad histórica y el desafío de hacerlo posible.
Nosotros venimos apoyando al gobierno nacional desde el principio, porque entendemos que tenemos un Norte compartido, por más que pueda haber diferencias en algunas políticas públicas. Queremos que al presidente le vaya bien para que les vaya mejor a los entrerrianos.
No hay especulación política, ni personal ni partidaria. Lo que terminó confluyendo en el acuerdo electoral fue esa convicción de que teníamos que estar juntos aquellos que pensamos más o menos parecido acerca del rumbo hacia donde tiene que ir el país. Fuimos consecuentes en estos 22 meses de gestión compartida sobre cuál era nuestro lugar.
Yo rescato mucho la actitud del presidente de convocar a los gobernadores desde el triunfo electoral, porque a veces los triunfos son malos consejeros. Y lo digo desde la autocrítica de lo que ocurrió con el gobierno de Cambiemos en 2017, del que era parte. Después de ese triunfo, inesperado y categórico, planteé una apertura, una ampliación de la base de sustentabilidad política y no exacerbar la endogamia.
El triunfo de medio término de Cambiemos, lejos de provocar una ampliación de la base de sustentación política del espacio y de nuestras ideas, generó que nos encerráramos en nosotros mismos, y generó condiciones para que cometiéramos errores en la implementación de ciertas políticas públicas, que fueron desgastando ese capital político que habíamos logrado a partir de esa elección. Tenemos que aprender de los errores del pasado que, además, están bastante frescos, porque no pasó tanto tiempo.
Para 2027 falta un montón. Lo mejor que nos puede pasar a los argentinos es que este gobierno nacional tenga éxito. Y que las políticas que están llevando adelante deriven en un incremento del bienestar de la gente. Y, en consecuencia, esta discusión acerca del reemplazo del presidente va a devenir en abstracta.
Yo trabajo para que a la Argentina le vaya bien, a partir de que le vaya bien al gobierno nacional. Hay que anteponer eso ante cualquier cuestión personal o partidaria. La cosa está muy difícil en la Argentina, por más que se haya reducido la pobreza por la baja de la inflación. Todavía un tercio de los argentinos está abajo de la línea de pobreza, y tenés muchos que están levemente por encima de ese índice.
En la medida que nosotros hagamos bien las cosas, en la medida que la Argentina estabilice su macroeconomía, consolide el equilibrio de las cuentas públicas, acceda a los mercados de capitales y pueda llevar adelante las reformas estructurales que tiene pendiente vamos a ser cada vez más independientes también en nuestras decisiones.

