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Freddo colgó el cartel de venta

Freddo, la mayor cadena de heladerías artesanales de la Argentina y Latinoamérica, tiene cartel de venta. Una multinacional de origen anglo holandés es la que tiene mayores chances de convertirse en su nuevo propietario. Se trata de Unilever, que a nivel global está presente en muchos segmentos de consumo con marcas como Hellmans, Knorr, Lipton, Axe, Comfort, Dove, Rexona, Savora, Ri-K, Maizena, Ponds, Skip, Vívere, Cica, entre otras.

 

En Estados Unidos, Unilever opera la marca Ben&Jerry’s, dueña del helado Magnum, el más éxitoso del mundo, con ventas cercanas a los u$s3.000 millones por año, según un ranking de la revista Forbes.

 

Igualmente, más cerca, en Brasil son propietarios de Kibon, una etiqueta bastante familiar en la mayoría de los argentinos que alguna vez veranearon en alguna de las playas del país vecino.

 

Hasta en el mercado argentino Unilever ya intentó desembarcar en este negocio con la compra de La Montevideana. Si bien la operación se llegó a concretar, su paso por esta sociedad fue corto, sólo de dos años

 

Una eventual venta de Freddo tiene hoy las mismas posibilidades de éxito que de fracaso. “Hay un 50% y un 50% de concretar el deal con Unilever”, admitieron a los colegas de iProfesional fuentes cercanas a la transacción.

 

Las razones por las cuales el fondo Pegasus intenta buscarle un nuevo dueño a la mayor y más reconocida marca de helados artesanales nacida en la década de los ’60 en el barrio porteño de Recoleta, se debe buscar en la situación por la que atraviesa Freddo que, admiten, no es de las mejores.

 

Controlada por el fondo inversor que supo crear el actual coordinador de gabinete económico del presidente Mauricio Macri y uno de sus hombres de más estrecha relación, Mario Quintana, la cadena no atraviesa por un buen momento financiero.

 

“Pierde plata y tal como está su estructura es imposible sostenerla”, aseguran las fuentes que saben de las negociaciones que actualmente se están llevando a cabo para encontrar un nuevo “padrino” a la marca.

 

La necesidad pasa financiar un ambicioso proyecto de expansión e industrialización que le permita “salvarla” de una decadencia pronunciada. Proyecto que en Pegasus no estarían dispuestos a llevar a cabo, más que nada teniendo en cuenta el convenio empresarial que actualmente se aplica con respecto a las relaciones laborales y que algunos consideran como “imposible” de seguir sosteniendo.

 

También juega la necesidad de que Freddo no pierda la calidad de sus productos, considerada por sus propios dueños como de muy alto nivel y necesaria para seguir dando pelea a una competencia. En especial cuando se ha vuelto más encarnizada con la aparición de otras marcas de relevancia en los últimos años como son Luccianos y Guapaletas que también generaron una caída en los negocios de la propia Freddo.

 

Consultadas voceros de Unilever y Freddo por iProfesional, en ambas empresas prefirieron no hacer comentarios sobre la viabilidad de un acuerdo que le permita al holding norteamericano quedarse con una de las marcas de mayor tradición y relevancia en el mundo gastronómico argentino.

 

De hecho, es hoy la más grande productora y comercializadora de helado artesanal del país y América latina, con más de 200 locales en Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Estados Unidos y hasta el Reino Unido donde, por razones legales, fue bautizada como Freggo.

 

Freddo abrió su primer local en 1969 en Recoleta de la mano de dos inmigrantes italianos, Salvador Guarracino y su suegro Luis Aversa, quienes se habían radicado en la Argentina en 1931.

 

En un principio, Aversa se instaló en la Ciudad de La Plata, dónde fundó la heladería Persicco, mientras que Guarracino se quedó en Buenos Aires y se dedicó al comercio de frutas y verduras. Más tarde fusionaron ambos emprendimientos y así en 1969 se realizó la apertura del primer local de helados.

 

Con el paso del tiempo, la marca se convirtió en un clásico, entre otras cosas, por su sabor artesanal y la cremosidad de sus gustos. El éxito llevó a sus dueños a iniciar un plan de aperturas en importantes barrios porteños, en Gran Buenos Aires y en la Costa Atlántica hasta llegar, a fines de 1998, a operar 44 sucursales y expandirse a Chile y Uruguay.

 

Ese mismo año se negoció la venta de la empresa al Grupo Exxel, operación que finalmente se concretó por la suma de u$s82 millones. Durante esta etapa, el fondo creador por Juan Navarro afianzó Freddo con la apertura de más sucursales y la llevó a un nivel de facturación anual mayor a los u$s580 millones, los que alcanzó en el año 2000.

 

Por esos años, Freddo pasó a ser “prima” de otras marcas importantes del retail argentino que había comprado el Exxel como Musimundo, la empresa postal OCA y los supermercados Norte, entre otros activos.

 

Se trataba de un negocio de compras apalancadas a través del cual el Exxell legó a comprar 73 firmas por u$s4.800 millones, incluyendo también a Argencard y los alfajores Havanna, la casa de decoraciones Blaisten, la panificadora Fargo y hasta el gerenciamiento del club Quilmes.

 

Pero las operaciones concretadas a través de ese método de apalancamiento derivaron en un gran endeudamiento de las compañías, más que nada a partir de la crisis del 2002. Muchas de ellas, al no poder hacer frente a sus pasivos, quedaron en manos de los bancos acreedores, tal como le ocurrió a Freddo que, por esos años generaba pérdidas a razón de u$s10 millones por año y acumulaba una deuda cercana a los u$s30 millones.

 

En ese contexto, el negocio se volvía cada vez menos sustentable para el Exxel y tras el cierre de 15 locales, el Banco Galicia (principal acreedor de la cadena) decidió hacerse cargo temporalmente de Freddo, que luego puso a la venta con el objetivo de recuperar una parte de ese dinero.

 

Así fue como, a mediados de 2003, el fondo Pegasus, del que también participaban otros inversores como Michael Chu, DirkDonath, Richard Gluzman, y Woods Staton, se quedó con Freddo.

 

Si bien el Exxel la había pagado u$s82,5 millones, el fondo de Quintana y sus socios la compró por u$s15 millones e inició un proceso de renovación de su imagen corporativa de Freddo, necesario para diferenciarse de un ciclo en el que la marca no evidenciaba crecimiento.