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Francisco declaró santos a dos Papas en presencia de Ratzinger

La Iglesia Católica tiene dos nuevos santos. En una ceremonia sin precedentes, en la que se reunieron, al menos metafóricamente, cuatro pontífices, y ante 800 mil peregrinos de todo el mundo, Juan XXIII y Juan Pablo II fueron proclamados santos por el Papa Francisco, ante la presencia –esperada y aclamada por la multitud– del Papa emérito, Benedicto XVI. 

 

Más allá de la espectacularidad de la jornada –denominada ya como “el día de los cuatro Papas”–, la presencia de Joseph Ratzinger en la Plaza San Pedro tuvo un significado particular.

El pontífice alemán fue uno de los colaboradores y la persona más cercana a Karol Jozef Wojtyla (Juan Pablo II), y fue el último Papa que participó, en tiempos en los que era un joven teólogo, en el Concilio Vaticano II, que a su vez había sido convocado por Giuseppe Roncalli (Juan XXIII).

 

Ayer, Benedicto XVI concelebró la misa solemne junto con Jorge Mario Bergoglio, 150 cardenales y 700 obispos.

 

La proclamación fue al inicio de la ceremonia, alrededor de las 10 de la mañana hora italiana (la madrugada en América Latina). Como dicta el ritual, el prefecto para la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, presentó ante Francisco las tres peticiones de la doble canonización: primero con “gran fuerza”, después con “mayor fuerza” y finalmente con “grandísima fuerza”.

 

A modo de respuesta, el Papa pronunció la fórmula: “En honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina y escuchado el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II”.

 

En ese momento, un largo aplauso abarcó a la Plaza San Pedro y recorrió toda Roma, repleta de cámaras de televisión desde las cuales no sólo los peregrinos, sino también los turistas, curiosos y paseantes, pudieron seguir la ceremonia.

 

Después de la proclamación, las reliquias de los nuevos santos fueron colocadas junto al altar mayor. La del “Papa Bueno” e italiano –un trozo de piel extraído en 2001 durante la exhumación de su cuerpo para su beatificación– fueron llevadas por sus familiares y las de Juan Pablo II –una ampolla de sangre– por Floribeth Mora, la mujer costarricense de 51 años que fue la protagonista del segundo milagro que se le adjudica al Papa polaco.

 

En su breve homilía sin frases improvisadas –una característica en los discursos del obispo de Roma–, el ex arzobispo de Buenos Aires explicó el significado de la doble canonización. Francisco aseguró que “Juan XXIII y Juan Pablo II restauraron y actualizaron la Iglesia según su fisonomía originaria” y los definió como “dos hombres valientes, (…) dos sacerdotes, obispos y Papas del siglo XX que conocieron sus tragedias pero no se abrumaron (porque), en ellos, Dios fue más fuerte”.

 

Trazando un perfil de sus predecesores, el pontífice argentino destacó que “San Juan XXIII fue el Papa de la docilidad del Espíritu Santo”, ya que, en la convocatoria al Concilio Vaticano II –un sínodo ecuménico solicitado por Roncalli en 1959, que tenía como objetivos, entre otros, adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades de nuestros tiempos y mejorar la relación del catolicismo con las demás religiones–, “se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado”.

 

Delineando los rasgos de Juan Pablo II, en cambio, Bergoglio aseguró que “fue el Papa de la familia”, y “él mismo, una vez, dijo que así le hubiera gustado ser recordado”. El obispo de Roma subrayó la importancia de esta característica “ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia, y con las familias”, en alusión al sínodo extraordinario de obispos que se realizará entre el 5 y el 19 de octubre, en el que se discutirá, entre otras cosas, sobre la situación de las personas divorciadas que se vuelven a casar y, aún hasta hoy, no pueden comulgar.

 

Ante 122 delegaciones de todo el mundo –entre las cuales se encontraba la argentina, encabezada por el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el canciller Héctor Timerman, entre otros–, 24 jefes de Estado y soberanos, y diez jefes de gobierno, Francisco subrayó que los dos nuevos santos tuvieron en común “el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado” y “no se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús”.

 

Para Francisco, sus antecesores “fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia (término griego que significa libertad) del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia”.

 

El dato

 

Juan Pablo II será venerado el 22 de octubre: el mismo día en el que, en 1978, asumió el liderazgo de la Iglesia. Karol Wojtyla fue entronizado ocho días después de ser electo pontífice; el primer no italiano en más de 450 años de historia del Catolicismo.