Estudiante entrerriano triunfa en un desafío internacional de la NASA con su invento “Llave Egipcia”
|Benjamín Cinto, un estudiante de 24 años originario de Gualeguaychú, Entre Ríos, ha alcanzado el reconocimiento internacional de la NASA con su invento llamado “llave egipcia”.
Actualmente en el último año de su carrera de Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional de Rosario, Cinto transformó un trabajo práctico de clase en un descubrimiento que destacó la Agencia Espacial de Estados Unidos.
Desde joven, la ingeniería ha sido la pasión de Cinto, quien desarmaba juguetes, impresoras y motos para comprender su funcionamiento. Su innovación compitió con diseñadores e ingenieros de todo el mundo en un desafío creativo, y logró posicionarse en el primer lugar entre los 10 preseleccionados.
Benjamín, quien proviene de una familia numerosa con antecedentes académicos en diversas disciplinas, atribuye su elección de estudiar ingeniería mecánica a la influencia de sus hermanos mayores. En una conversación con Infobae, compartió detalles sobre el desafío, los requisitos y el emocionante momento en que se enteró de su victoria.
El reconocimiento de la NASA abre nuevas oportunidades para el futuro profesional de Benjamín Cinto, consolidando su posición como uno de los talentos emergentes en el campo de la ingeniería mecánica.
El compromiso y la responsabilidad son rasgos distintivos de su personalidad. Desde su destacada participación como abanderado en la primaria y secundaria, siempre obteniendo buenas calificaciones, ha avanzado de manera constante hacia su vocación. Ahora, a punto de concluir sus estudios, solo le resta rendir una última asignatura en febrero y presentar su proyecto final para graduarse.
La inspiración surgió durante una clase de síntesis de mecanismos y máquinas, donde los profesores mencionaron el desafío “NASA Challenge: Positive Connections: A Mechanism to Connect on Contact”. Este desafío, presentado en el Laboratorio de Propulsión a Chorro, implicaba una participación a nivel internacional. Benjamín, junto con otros 15 de sus compañeros de clase, se embarcaron en este desafío que les brindaba entre 30 y 40 días para diseñar mecanismos modelados en 3D, utilizando software, que aseguraran la conexión de segmentos a estructuras espaciales.
A pesar de la superposición de este desafío con otras obligaciones académicas, Benjamín dedicó todo el tiempo posible, especialmente los fines de semana, para crear y comparar distintos diseños. Modeló y simuló las condiciones en las que estos mecanismos operarían en la nave transportadora y en el espacio exterior, considerando factores como fuerza, temperatura y gravedad, entre otros.
La tarea incluía cargar en una plataforma el modelo, los resultados de las simulaciones y una presentación explicativa que detallara el funcionamiento del mecanismo, acompañada de animaciones e imágenes renderizadas.
Benjamín se sumergió en el desafío con una comprensión profunda del objetivo principal: descubrir nuevos sistemas de despliegue de estructuras en el espacio, como antenas, paneles solares o telescopios. Su diseño, apodado “llave egipcia”, se vislumbra como una solución para implementar en antenas de satélites meteorológicos, mejorando la eficiencia del despliegue en el espacio, uniendo segmentos de manera autónoma y sin intervención desde la Tierra.
Cuando leyó todos los puntos que debía tener en cuenta para crear su modelo, se sintió abrumado por la cantidad de detalles que había que considerar. “Pedían que pesara menos de un kilogramo, y logré que mi diseño pese menos de 200 gramos, cumplía también con ser aerodinámico, fácil de fabricar, resistente, y funciona de una manera muy sencilla”, señala. Casi con esas mismas palabras lo describieron los seis ingenieros miembros del proyecto Starbust, que componían el jurado por sus más de 30 años de experiencia y estar doctorados en despliegue estructural.
También hubo lugar para las bromas, y uno de sus amigos le dijo: “No te agrandés que todavía no llegaste la Luna”, en tono de humorada. Él redobla la apuesta y asegura que frente a este reconocimiento internacional, ahora “las expectativas son altas”. Su modelo se impuso frente a participantes de Gran Bretaña y Países Bajos, y posiblemente lo pongan en práctica en el corto plazo. “Son estructuras muy grandes, el telescopio actual tiene seis metros y medio de diámetro, por eso se necesitan dispositivos livianos, y creo que tuvo mucho que ver la decisión de priorizar eso”, destaca.
Dentro de las condiciones del desafío, se aclara que al aceptar el premio -que consta del reconocimiento del jurado internacional y un incentivo económico-, el creador cede los derechos del diseño. “Hacer un aporte a la humanidad es algo impagable, y ya habrá otras ideas que pueda patentar más adelante”, sostiene Benjamín. Y considera que participar le brindó muchos beneficios, porque también desarrolló otras habilidades de oratoria, para explicar lo que hizo, en las palabras más simples posibles, frente a diferentes públicos.
“Destacaron que además minimiza las posibilidades de activación accidental, la simpleza y la presencia de cada uno de los requisitos”, dice Benjamín, entre el orgullo y la sorpresa por el logro. A la hora de ponerle un nombre, supo cómo bautizarlo cuando su hermano menor le hizo un astuto comentario. “Me dijo que el prototipo se parece a las cerraduras del antiguo Egipto, por el mecanismo de cerradura que usaban: al insertar el pasador en forma de cuña, se levantaban los pestillos, y al avanzar caían y lo bloqueaban”, manifiesta.
Después de 40 días de absoluta concentración, no tiene dudas de que este trabajo práctico era de los que más valía la pena hacer. Ya se había emocionado cuando vio su nombre en la lista de 10 preseleccionados, pero no se imaginó que en la lista definitiva iba a estar en el primer puesto. “Estaba en una sala de espera para hacerme un chequeo médico general, actualicé el correo y cuando vi los resultados no podía parar de sonreír, la gente me miraba y no entendía porque estaba tan contento”, relata con humor. Todavía en shock, se lo mandó a su familia, a su novia, y a sus compañeros de cátedra.
El dicho que reza que “el alumno superó al maestro”, se cumplió en esta ocasión, porque Benjamín quedó en lo más alto del podio y su profesor en tercer puesto. “Me súper felicitó, me eligió también para que diera una charla en la escuela de mecánica, que hable sobre el desafío y la originalidad, así que diez puntos todo”, celebra el ganador de la competencia. Sus padres también están muy felices por la gran noticia, al igual que sus hermanos. “En Gualeguaychú tuvo mucha repercusión, mi papá es contador y mi mamá farmacéutica, y los clientes iban a las farmacia o al estudio para preguntarles si yo era su hijo”, relata, y por supuesto que lo afirmaron con mucho orgullo.
Hasta julio de 2023 el estudiante trabajó como programador en el área de sistemas, y estos últimos meses estuvo completamente enfocado en la meta de terminar la carrera en tiempo y en forma. Tiene muchos proyectos en mente, y ahora que está de vacaciones aprovecha para darle rienda suelta a su creatividad. “Esta formación te ayuda a pensar en soluciones a los problemas, y te abre un abanico amplio de industrias y rubros, que después podés adaptar a tus gustos”, asegura. Le gustaría combinar la ingeniería con la robótica, la automatización o la inteligencia artificial, y principal motor es el sueño de generar impacto social a través de la tecnología.
De hecho, su proyecto final está encaminado hacia la sustentabilidad. “Con un compañero queremos diseñar una máquina para hacer pellets de los residuos que quedan de la tala del eucalipto, porque en Entre Ríos se planta eucalipto y cuando se tala, las hojas y las ramas que quedan se juntan y se queman, así que sería una forma de aprovecharlo y generar un impacto ambiental”, expresa. Cree que es primordial poner los conocimientos al servicio de la sociedad, y mantener una actitud de apertura a las oportunidades. “Hay muchas empresas en nuestro país que quieren innovar, y yo estoy en búsqueda de eso”, sostiene.
Reflexiona sobre la importancia de la educación pública, que en la historia de su familia cumplió un rol determinante. “Hice toda mi formación en instituciones públicas: pasé por la Escuela N°1 Guillermo Rawson y la Escuela Técnica N°2 Pbro. José María Colombo, y después por la Universidad Nacional de Rosario; creo que es un gran igualador de oportunidades, que hace que un chico entrerriano pueda competir con profesionales de todo el mundo, y que seis hermanos se puedan recibir, algo que de otra manera hubiese sido imposible”, sentencia.
Tampoco descarta trabajar en el exterior si alguna vez se presenta la ocasión, pero por el momento planea seguir enfocado en terminar la carrera y comenzar una nueva etapa. “No solo hay que sentarse a esperar, sino también ir a buscar por cuenta propia, emprender, y ojalá que pueda combinar las facetas que más me gustan de la ingeniería”, proyecta. La chispa de curiosidad de aquel niño que desarmaba juguetes y cada aparato que encontraba, sigue intacta.