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En Paraná crece una inquietante intolerancia, pero hay esperanza…

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- A una semana de resolverse en la Honorable Cámara de Senadores de la Nación si se aprueba o no el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) redactado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, grupos antagónicos han dañado la imagen de la acera lindante a la Catedral Metropolitana y al Monumento al General San Martín, en Plaza de Mayo de Paraná. Por sobre la intemperancia, la irrespetuosidad, la intolerancia, un grupo de loables ciudadanos convocan para hoy a las 17 a concurrir al sector dañado y limpiarlo. Solo piden que se asista con virulanas, escobas y todo producto removedor de pintura.

 

Lamentablemente, un colectivo representativo de mujeres adherentes y promotoras de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito decidió arbitrariamente, sin permiso oficial alguno, sin contemplar el derecho de los demás ciudadanos, plasmar una “intervención artística” instando a la sanción de la ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE), que ya cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados de la Nación, y que el 8 de agosto espera la sanción definitiva en el Senado.

 

Ahora bien… Sostenemos una incógnita: ¿quién autorizó esa expresión “artesanal”? ¿Es “arte” o vandalismo? ¿Quiere el paranaense ver sus veredas, sus muros, sus calles, sus paredes coloreadas con manifiestos o marcas subjetivas? ¿Y si todos los hinchas de diferentes deportes salieran a pronunciarse “artísticamente”? ¿Y si todos los adeptos a diferentes criterios políticos articularan del mismo modo sus preferencias? ¿Y si cada uno de nosotros, ciudadanos, hiciésemos lo que se nos antoje y pintáramos al menos nuestras veredas con manifiestos intrínsecos o hasta anímicos, revelando pensamientos o estados de ánimo? O por qué no… ¿y si todos los eximios artistas que enaltecen la cultura entrerriana con sus aptitudes ensalzables salieran por las calles para encarar un raid artístico? ¿Sería una explosión de color o un conjunto abigarrado de ideas que podría derivar en un caos visual?

 

Está claro que el desarrollo de la escritura y del lenguaje sensorial tiene sus más remotos orígenes en imágenes sencillas, pues hay una relación estrecha entre el acto de dibujar imágenes y el de trazar los signos de la escritura. Ambas son maneras naturales de comunicar ideas, y el hombre primitivo las utilizó como medio elemental para registrar y transmitir información. No obstante, ¿podrá dilucidarse que el arte, como práctica social, cobra sentido en relación al espectador?

Pero si hablamos de “buenos modales”, ¿podrá inferirse que el ideal visual es dejar de ver las cosas en forma atomista para ver las relaciones, eliminando de nuestra experiencia social la engañosa auto-importancia del individualismo absoluto reemplazándola por el sentido de la vinculación y la interdependencia social a través de la comunicación visual establecida entre el diseñador y su ambiente?

 

¿Podrá tomarse consciencia que un grafiti, un stencil, irresponsablemente establecido no solo es un daño a la estética, sino un daño económico?

¿Es incorrecto pensar que el grafiti colocado sin el más básico permiso es, en la mayoría de los casos, producto del vandalismo, acompañado de una condición transgresora, destructiva y combativa?

 

¿Podrá interpretarse que es éste el carácter que constituye su esencia: la ilegalidad? Y lo concebimos así pues pretender aceptar el grafiti sin su esencia de ilegalidad implicaría no entender una de sus causas básicas de producción.

Quienes abogan por el Aborto Legal dan un mensaje contundente en cuanto a la elección de la ubicación de la pintada lo que hace presuponer el tipo de receptores a los que va destinado el mensaje: la Iglesia.

 

Claro que todo se agrava cuando desde el sector que defiende a “las dos vidas” surjan reacciones inconducentes, infecundas, improductivas.

 

Fue así que inicialmente, sobre un pañuelo verde -que identifica la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito-, pintado sobre el piso del manda-peatón frente a la Catedral, se opuso un feto, en color azul, el color de los “Pro vida”.

 

Posteriormente, el martes al caer la tarde hubo una actividad allí, convocada por estudiantes, de apoyo a la sanción legislativa de la ley de legalización del aborto. Y se empezó a repintar el piso. En eso estaban las mujeres cuando de pronto irrumpió una mujer, vestida con una campera naranja característica de los trabajadores de la Municipalidad de Paraná, y empezó a agredirlas, y a tirar las pinturas, y repartir sopapos.

Si bien por momentos hubo signos de intentar contenerla, también hubo gestos violentos y de sarcasmo de quienes acusaron ser agredidas, hasta que, tarde, intervinieron policías. Vale la pena acentuar la trascendencia que tiene la Policía de Entre Ríos en cuanto a prevención. Y obviamente, es imprescindible desempolvar Códigos para analizar si existe o no una Ordenanza o Ley que impida radicalmente pintadas tóxicas, perniciosas, u ofensivas.

 

La pintada quedó más o menos como había sido en forma original: dibujaron pañuelos verdes, impusieron otros colores ligados a la diversidad y dejaron una inscripción: “La ley de aborto sale. 8/8”.  Así estuvo hasta ayer a la noche que, misteriosamente sin custodia policial la zona, desconocidos encastraron todo con pintura color fucsia. Horror sobre error. Intolerancia en su máxima expresión.

 

Los vándalos lesionaron la propiedad pública, la cultura, la fe y también exacerbaron las tensiones de un momento político delicado.

Eso añade a sus actuaciones la más crasa irresponsabilidad y denota menosprecio por la democracia.

 

El odio, aunque disfrazado de protesta y justo reclamo, es fácil de identificar. Las pintadas son una expresión inequívoca de intransigencia democrática y muy especialmente de intolerancia religiosa y una agresión contra los católicos como así también merecen respeto los creyentes de cualquier denominación y de quienes, en ejercicio del derecho a la libertad de culto y pensamiento, deciden cardinalmente no creer. Hubo pintadas infértiles, inapropiadas. Hubo venganza, represalia también condenable.

 

Ese respeto, base del verdadero civismo, no nace de las convicciones religiosas, sino de la consideración debida a quienes las cultivan en una nación democrática, bien enterada de la relación entre la convivencia pacífica y la escrupulosa observancia de los límites impuestos por el derecho de los demás.

 

Y bien vale la pena instar a la Iglesia, tan vilipendiada, a que a los fieles católicos no respondan con intemperancia, mantengan la calma y vivan la virtud de la tolerancia y el respeto.

Estas acciones ilegítimas solo comprueban la ignorancia supina que existe de urbanidad y buenas costumbres y del cuerpo legal que organiza a toda una sociedad.

 

Hace un tiempo leí por ahí “A menudo, viendo entrevistas y/o desarrollos de noticias de esos prisioneros de la palabra que se etiquetan ocasionalmente como verborrágicos intelectuales deduzco: Esta gente vive siempre en lo que se dice, pero nunca en lo que es. Las palabras, sus palabras, son sólo una especie de barca que sirve para atravesar el río y permitirles desembarcar en la otra orilla. Se olvidan de la meta, se distancian del origen y se quedan a vivir para siempre en la barca.  Cuando ‘piensan’ no hacen más que afirmar creencias que los manejan de los meandros de su oscuridad interior. Para ellos el mundo es lo que ellos creen que el mundo es. Más aún, están convencidos de ser lo que se imaginan que son, es decir, un conjunto de ideas comerciales carentes de realidad”.

 

Concluimos…, si una persona tiene un criterio, una orientación diferente puede hacer con su vida un florero si quiere, incluso puede pintar lo que desee en el patio de su casa o en cualquier parte de su propiedad privada, y lo que haga dentro de su hogar o hasta en las paredes del mismo, es asunto exclusivo de esa persona; pero de ese mismo modo está en la obligación de respetar el derecho de los demás y no imponer su ideología en las calles públicas que le pertenecen a todos los ciudadanos.