En la Vigilia Pascual el Papa reflexionó: “siempre es posible volver a empezar”
|En su novena Vigilia Pascual como pontífice y en su segunda Semana Santa atípica, sin multitudes, debido al confinamiento duro otra vez implementado en Italia para frenar una una pandemia dramática, el papa Francisco volvió a llamar este sábado a “no perder nunca la esperanza”.
“Este es el primer anuncio de Pascua que quisiera ofrecerles: siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos”, dijo, en la homilía que pronunció en la ceremonia más importante del año litúrgico, considerada “la madre de todas las vigilias”, en una Basílica de San Pedro semi-vacía.
“Incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace”, agregó. “Y en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza”, afirmó, en una jornada en la que Italia sumó otros 376 muertos, algo que llevó el total a la terrible cifra de 110.704 fallecidos por Covid-19.
Como el año pasado, también marcado por una primera cuarentena estricta, el tradicional rito de la bendición del fuego, que normalmente tiene lugar en el atrio principal de la Basílica –normalmente con 8000 fieles-, tuvo lugar a los pies de la Altar de la Confesión. La procesión inicial fue mucho más corta, porque partió desde allí y fue hasta el Altar de la Cátedra, ubicado al fondo del templo. Debido a la emergencia sanitaria, debió omitirse la preparación del cirio pascual, aunque no el encendido de las velas de los cerca de 200 presentes –entre ellos, varios cardenales-, que llevaban rigurosamente barbijo y que mantenían la distancia interpersonal obligatoria. Tampoco se celebraron los tradicionales bautismos de adultos, pero sí se renovaron las promesas bautismales. Al comienzo, cuando un coro entonó el Gloria, progresivamente se fueron prendiendo las luces de la Basílica.
En su sermón, el exarzobispo de Buenos Aires, de 84 años y evidentes dolores de ciática, por los que se lo vio caminando mal, rengueando, comenzó recordando que, según el Evangelio, cuando las mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo de Jesús para ungirlo, encontraron una tumba vacía. “Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar escucharon un anuncio de vida”, destacó, al evocar que Jesús resucitado les envió un mensaje, ir a Galilea para reencontrarse con él.
“Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo”, explicó el Papa, que también subrayó que “Ir a Galilea significa aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino, debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro”. “Vayamos a Galilea para descubrir que Dios no puede ser depositado entre los recuerdos de la infancia, sino que está vivo, siempre sorprende”, invitó.
Francisco, que mañana celebrará la solemne misa de la Resurrección a las 10 de la mañana (las 5 de la Argentina) y pronunciará a su fin el mensaje pascual y la bendición “urbi et orbi” –a la ciudad y al mundo- desde adentro de la Basílica, recordó luego lo que para él es el segundo anuncio de Pascua: “la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto”. “Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y a lo ‘ya visto’. Aunque todo te parezca perdido, déjate alcanzar con asombro por su novedad: te sorprenderá”, aseguró, hablando con pasión.
“Ir a Galilea significa, además, ir a los confines”, subrayó asimismo, al señalar que Jesús comenzó su misión con los excluidos, los frágiles, los pobres, que son “el rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido”.
“Hermano, hermana, si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua”, pidió, finalmente, intentando alentar a una humanidad extenuada por la pandemia . Y concluyó: “”¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque el Señor te precede, camina delante de ti. Y, con Él, la vida comienza de nuevo”.