Maran Suites & Towers

El viajar (en micro…) parece que no fue un placer en estas vacaciones

Obviamente que el título es una generalidad. Hay pasajeros de micros de larga distancia que eligieron el servicio de la más alta categoría, esencialmente con destino a Buenos Aires, y disfrutaron de viajes gratificantes, a pleno confort. Pero varios usuarios de las demás prestaciones no ocultan en Redes Sociales lo mal que han viajado -según sus posteos- sobre todo a Córdoba o Costa Atlántica. Roturas de unidades en trayectos, retrasos, butacas incomodísimas, y problemas de refrigeración los cuestionamientos comunes.

 

Una -presunta- falta inquietante de renovación y/o de mantenimiento en el parque automotor de distintas empresas de transporte de pasajeros de larga distancia provocó esta temporada estival una oleada de quejas en Redes Sociales sobre el –supuesto- estado de algunas unidades.

 

Coches -hipotéticamente- sucios, con mal olor, baños casi inutilizables y no higienizados entre tramos, butacas incómodas o hasta rotas, aires acondicionados que o irradiaban difusiones gélidas o el habitáculo era un horno; ventanas flojas, vibraciones inquietantes, velocidad excesivamente lenta en la marcha, y hasta -conjeturales- desperfectos insalvables que promovieron largas esperas y cambios de coches en plena ruta fueron los comentarios más replicados a través de distintas plataformas de internet o hasta en mensajes radiales y/o entrevistas de TV.

 

Y es paradójico pues entre el 2015 y el pasado año, nos hemos hecho eco de distintas promociones de empresas de la Región, divulgando las loables transformaciones en sus parques automotores.

Por consiguiente, supimos ser testigos de los desvelos por otorgar el confort imprescindible.

 

Ahora, al parecer, esa comodidad da la impresión que solo puede ser gozada por los pasajeros que abonan tickets de servicios a los cuales podríamos denominarlos “Premium”, “Suites” o “Cama Comercial”, los primeros incluyendo atención de muy amables azafatas.

Sin embargo, ya hasta se han elevado quejas por la “defectuosa” asistencia que se dicen se ha tributado en vehículos Ejecutivos; o ni que hablar de las recriminaciones sobre los semicama.

 

Hay exponentes que hablaron de sobreventa de pasajes, y de abonar tickets con los cuales se entendía daba derecho a recibir el pasajero una básica vianda a bordo y ello no sucedió, como en otros casos lo que -presuntamente- se entregó fue de “pésima” calidad y resultó tal la insatisfacción reflejada por los damnificados, que se dejó entrever “dudosa salubridad” de la ración alimentaria otorgada.

 

Y vale aclarar, viajar a Buenos Aires como mínimo puede salir entre $ 810 y $ 1240; a Córdoba entre $ 750 y $ 845; o a Mar del Plata, hablamos de $ 1750 como valor tope.

O sea… Si uno compara las promociones de líneas aéreas, es elocuente que el fastidio de la clientela -que no paga la tasa más alta- se acrecienta pues en la ecuación tarifas-tiempos de traslados hay una brecha cada vez más ajustada por la variedad de ofertas, y es lamentable admitir que la aeronavegación ha pasado ser la elección más congruente de quienes no tienen movilidad particular.

 

Realmente, una pena. Mientras, los empresarios de transporte descargan su impotencia contra la falta de control de esos valores por parte del Estado, y sugieren que se ven inmersos en un mercado deficitario para sus intereses contra las ventajas de las aerolíneas, desde las gerencias pareciera no haber control de estas situaciones descriptas, ni de otras que atañen a la imagen empresarial en lo inherente a “la palabra” conferida.

 

Y uno puede interpretar sabiamente, sanamente ello, siempre y cuando las empresas se hagan cargo de sus compromisos, de sus responsabilidades.

El desfase se acentúa cuando, en procura de “no perder”, se termina -por lo evaluado en el amplio abanico de reproches- incumpliendo incontables obligaciones, algunas de ellas que causan tanto estupor como indignación pues deberían solucionarse con SENTIDO COMÚN, y otras que podrían poner al borde del riesgo de vida a quienes se transporta.

 

Otro horror de comunicación

 

Vale acotar que por una disposición de origen poco claro, este verano quienes salieron de vacaciones en ómnibus no pueden llevar sombrilla, reposera, ni conservadora. Si viajan con un bebé, tampoco cochecito. Y por supuesto, ni bicicletas ni tablas de surf. Así, sin ese equipo de mínimo confort gasolero, ir a la playa cuesta bastante más: por semana.

Lo peor es que muchos turistas se enteran de la novedad recién al partir y se ven obligados a despachar los bártulos por encomienda o dejarlos en depósito en la estación hasta que alguien vaya a retirarlos.

 

Es honesto decir que varias ventanillas en la Terminal exhiben los “sí” y los “no” en materia de equipaje.

 

Donde están expuestos, los carteles le indican al pasajero que podrá llevar sin costo hasta 15 kilos en una valija, bolso o mochila, pero los pasajeros recriminan que recién se enteran a minutos de subirse a los micros que deben dejar sombrilla, reposera, conservadora, carrito de bebé, tabla de surf o snowboard, bicicleta o carro de equipaje.

 

En algunas empresas de colectivos afirman que la medida fue dictada por la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), pero el jefe del departamento Rosario, Hernán Nacuzzi, ayer lo desmintió.

 

Según cuentan los empleados, la novedad “del año pasado” no cae muy bien entre los pasajeros a los que se advierte de la prohibición. “Y sí… se quejan bastante”, confesaron en la ventanilla de una reconocida empresa.

 

Y reconocieron que aparte del equipaje básico hoy “no se puede llevar casi nada”, pero admitieron que finalmente las cosas funcionan “un poco como en la ruleta: todo depende de si al servicio suben los inspectores (de la CNRT)”.

 

Los inspectores de la delegación local de la CNRT, son conscientes de que la novedad no cae bien. “Todos los días hay problemas por este tema”, cuentan. Sin embargo, defienden la medida al entender que “si en un coche de dos pisos los 56 pasajeros quisieran llevar la conservadora, sería algo imposible”.

 

Pero como se trata de una disposición antipática, en general velan por los efectos de la normativa ligados a la seguridad de los pasajeros. “Nosotros constatamos que no haya conservadoras en los pasillos ni nada que obstruya las salidas de emergencia”, dicen, “y lo que pasa en las bodegas depende de cada empresa”.

 

Aun así, afirman que puede ocurrir que “los diez primeros” viajeros lleguen “con heladerita y reposera y después los otros ya no tengan lugar para sus cosas”.

 

Por eso en algunas empresas hay cero flexibilidad y muchos pasajeros se enteran de la situación cuando llegan con los bártulos a cuestas.

 

Ahora bien… ¿Para qué están las áreas de marketing, publicidad, comunicación, si no hay una exhaustiva disposición a informar de manera conveniente al respecto?

Inevitable presentir que falta aptitud y actitud para cristalizar un trabajo criterioso. Y hete aquí una paradoja: ¿si no se cumple con la palabra, o con un servicio apropiado, hay aptitud, hay sensatez? ¿Esto lo evalúan las empresas en sus mandos superiores?