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El peronismo debe formularse una fuerte autocrítica e ir en busca de un proyecto, no de un candidato

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- En el 2015 el peronismo perdió algo más que una elección nacional. Perdió credibilidad. Perdió el rumbo. Y si bien ganó en provincias como Entre Ríos, los gobernadores no tuvieron más remedio que consensuar con Macri-Frigerio-Peña-Aranguren-Monzó y con mucha cintura política aceptaron condiciones de Casa Rosada y Congreso para evitar daños colaterales. En algunos meses habrá que exhibir otra fuerza si se busca recuperar el crédito perdido. La clave es ejercer una acérrima autocrítica, aceptar errores y desnudar responsabilidades.

 

En verdad, el peronismo resignó su esencia con el advenimiento del kirchnerismo, y la “Década K” terminó dejando más interrogantes que certezas, más dudas y desconfianza que convencimientos.

Obviamente, admitir el discurso macrista sobre la crisis actual argentina, descargando todo el arsenal de recriminaciones, sermones, regaños hacia la “Gestión K” es inadmisible, inaceptable.

 

No negamos el legado de Néstor Kirchner. No lo discutimos. De hecho, fuimos claros en nuestro oportuno reconocimiento.

Sin embargo, no aprobamos todo lo actuado por CFK, y en especial ciertos funcionarios de su plena confianza.

 

No convalidamos la corrupción; tampoco la soberbia, la altivez, la arrogancia, el absolutismo, la opresión de ciertos “Caciques” que precisamente mancharon el atributo central del peronismo: la lealtad, sustituida por la conveniencia.

Por ello es que en el 2015 la derrota fue tan dura. No hubo una autoevaluación oportuna, pertinente, eficaz. Peor… solo se procedió a un “reacomodamiento” y que los líderes de la decepción, los cabecillas del fracaso, queden reposicionados e indemnes ante cualquier amenaza judicial.

 

Hoy, es neurálgico impulsar la unidad, convocar a una transición, profundizando un acérrimo autojuzgamiento y por qué no… una autocondena en el seno íntimo de la estructura.

Ya basta de “patear la pelota”. Basta de evadir culpas. Y de una buena vez por todas plasmar la tan insoslayable renovación de los cuadros. El peronismo necesita nuevas caras o viejas caras que por algún motivo no tuvieron la aceptación por egoísmos, por codicias desmedidas de quienes impusieron -con rasgos autoritarios- candidatos con imágenes desgastadas o sin el peso suficiente para poder anteponer posiciones federalistas y no claudicar tan visiblemente frente a las potestades unitarias.

 

Cristalizar esto demandará un proceso largo y borrascoso. Desactivar poderes sectarios no es una misión cómoda.

Pero tan ansiado trasvasamiento generacional, es parte de los apotegmas más sobresalientes de un partido con millones de afiliados. Sí, un axioma que con la muerte del General pasó a ser solo un juramento incumplido. Por ello es que basta con hacer un repaso de nuestros gobernantes (o sin ir más lejos de nuestros gremialistas…).

 

Es un buen momento para dar el paso inicial. En una Gran Cumbre Peronista que los eternos candidatos den un paso al costado y permitan democráticamente el advenimiento de nuevos proyectos a presentar ante la sociedad.

Es vital propender a un fecundo diálogo, a una fuerte discusión interna, a un férreo debate, apostando primariamente a un modelo.

 

Equilibrar, balancear los matices del peronismo es una misión compleja, ardua, pero es imprescindible entender que ello representa una premisa cardinal y para lograrlo resulta elemental la unidad.

 

De una buena vez por todas es ineludible, indefectible deponer cualquier clase de  apetito o avidez personal y apostar por lo colectivo.

Hoy, la mejor opción electoral es gestar un prototipo, rejuvenecer el arquetipo peronista, sin dejar de respetar pautas, patrones, canon, que sirvan de guía, de canon, de pauta, y que dicho paradigma luego sea representado por alguien apropiado.

 

Que Macri sea reelecto depende de lo que el peronismo sea capaz de construir, no de destruir. De lo que los peronistas sean capaces de unificar, no de dividir, de lo que sean capaces de edificar, refundar y proyectar como carta de presentación ante el Pueblo.