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El cardenal Karlic presentó su obra, “El Rosario de la Esperanza”

En el hall del Arzobispado de Paraná se llevó a cabo la presentación del libro “El Rosario de la Esperanza ”, escrito por el cardenal Estanislao Karlic. La Prof.  Judith Trembecki ofició de moderadora, el Pbro. Marc Schmitt se refirió a sus ilustraciones con pinturas del reconocido artista francés Arcabas y el arzobispo Juan Alberto Puiggari realizó la introducción al mensaje del autor.

 

“El Rosario de la Esperanza” es un libro de meditaciones sobre los misterios del Santo Rosario que se divide en dos partes: la primera son breves meditaciones escritas por el Cardenal Estanislao Karlic que corresponden a cada uno de los veinte misterios de la vida de Cristo.

Estas meditaciones promueve ek escuchar a Dios que nos ama, nos habla y nos llama, a meditar su palabra buscando conocer mejor qué nos dice, nos da y nos pide; y por fin, a orar y contemplar con gozo el misterio de su amor y su designio, en el corazón de Jesús, junto a su Madre, María.

 

La segunda parte corresponde a textos incluidos como “Reflexiones complementarias” que pertenecen a notas extraídas de la grabación de reflexiones del Cardenal Estanislao E. Karlic. Por eso contienen un lenguaje coloquial, con comentarios y exhortaciones.

 

Karlic, dirigiéndose al nutrido marco de fieles y sacerdotes presentes, destacó que “la oración es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad”.

 

En ese sentido concibe que “La oración nos va descubriendo el misterio de la Voluntad de Dios. La oración va conformando nuestro ser a esa forma de ser y de pensar divinas: nos va haciendo ver las cosas y los hechos como Dios los ve. Ver el mundo con los ojos de Dios. La oración nos va haciendo conformar nuestra vida a los planes que Dios tiene para nuestra existencia. La oración nos va haciendo cada vez más “imagen de Dios”,  nos va haciendo más semejantes a Cristo. La oración nos va develando la verdad, sobre todo la verdad sobre nosotros mismos:  nos muestra cómo somos realmente, cómo somos a los ojos de Dios. Sólo en la oración descubrimos la verdad sobre nosotros mismos”.

 

Karlic considera congruente que “El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar” y admite que “Es necesario que encontremos el tiempo de permanecer en silencio y de contemplar, sobre todo si vivimos en la ciudad donde todo se mueve velozmente.  Es en el silencio del corazón donde Dios habla”. Por ello, coincide en que  “es trascendente el orar para no caer en la tentación, para aportar la luz de la Verdad, la fe en las certezas trascendentales y eternas, el gozo de la verdadera esperanza y el compromiso de la caridad animosa”, enfatizando que “El mundo necesita más oración”.

 

Según Karlic “la verdadera oración, lejos de replegarnos sobre nosotros mismos, nos impulsa a la acción y al servicio a Dios en los hermanos. No filantropía o mero altruismo, sino acción apostólica veraz” y puso de relieve que “ese crecimiento hacia la plenitud de Dios no puede darse sin la oración, sin ese encuentro que cambia la vida. Y ese crecimiento significa ir creciendo en los frutos del Espíritu Santo, como el amor, la alegría, la paciencia, la comprensión, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre, el dominio de sí … pues el Espíritu Santo va infundiendo ésos y otros frutos en el alma de todo aquél que se abre a su acción de transformación divina, sobre todo a través de la oración”.

 

Karlic subrayó que “Pedir no es indigno del hombre. Al contrario, expresa su dignidad de hijo de Dios. Debemos además agradecer todo, como debemos pedir todo, porque lo que necesitamos es también don de Dios. Y aunque debemos poner nuestro esfuerzo, todo será también don de Dios”.

De ésta manera, invitó “a todas las fuerzas que conforman el tejido social para orar juntos y esforzarnos para que en cada familia se tenga cada día el pan necesario y no falte el medicamento que requieren los enfermos. Oremos para que la experiencia de Dios cercano nos aliente para la maravillosa tarea de hacer una Patria de hermanos, donde se combata la idolatría del tener, del placer y del poder, y se cultive la verdadera cultura del hombre, la cultura de la dignidad y la solidaridad, una cultura que se logra cuando se obedece la ley del amor solidario que la escribe Dios en el corazón de cada uno de los hombres”.

 

Por otro lado Monseñor Karlic indicó que “la dignidad de la persona no se negocia. Desde su concepción hasta su muerte natural, el ser humano, cualquiera sean sus dimensiones y sus circunstancias, si es, es hombre, con su dignidad, sus derechos y sus deberes, que deberá cumplir siempre que pueda”.

Karlic sostuvo que también la meditación “es una búsqueda de comprensión que hace que conozcamos mejor lo que amamos, para hacernos más inteligentes y a la vez que intensifiquemos nuestra caridad. La oración es lo que sale del corazón, la verdad del corazón y la verdad del hombre; es una cuestión de amistad, es estar con frecuencia con aquel que sabemos que nos ama”.

 

Por último, entre sus jugosos conceptos, el cardenal Karlic se detuvo en explicar el valor de la repetición, que es la profundización del hombre, “repetimos porque queremos, porque amamos. Para que algo se haga hábito tenemos que conocer, amar, gozar de su bondad, y elegir con nuestra libertad. La repetición es la forma de superar un estadio para entrar en uno superior.

“Los grandes valores, no sólo el de la dignidad de la persona, deben ser propuestos y defendidos permanente y espléndidamente, para que arraiguen en el corazón de los ciudadanos, y deben ser defendidos por toda la sociedad. El hombre aprende por repetición, y por asombro frente al esplendor de la verdad, frente a la belleza. Además, cuando nace un hombre, empiezan de nuevo todos los problemas y todas las esperanzas”, indicó.

 

Por último, señaló “Por medio de la repetición se consigue enfatizar una palabra o una idea que nos parece decisiva. Y además otorga unidad y coherencia al discurso. La repetición además añade ritmo, claridad y coherencia a las palabras, ayuda a que las personas puedan gustar y sentir internamente la Buena Noticia que les has anunciado. La repetición tiende a reforzar los sentimientos espirituales y conduce a una oración más simplificada. La repetición se funda en la sicología y teología de la pausa del entendimiento. Así las ideas que se contemplan, penetran más hondamente en el alma; las convicciones enraízan más; el entendimiento se satisface; se preparan las grandes resoluciones, y el sentimiento y gusto se empapa más dulcemente en las verdades contempladas. La repetición es, pues, el elemento esencial para la interiorización de la verdad y su lenta asimilación vital”.

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