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El básquet Mayor argentino rumbo a Tokio: Paso a paso, así se construye el equipo y la ilusión olímpica

Cómo se cumple la metodología de trabajo planificada en búsqueda de la identidad. El detalle de cada etapa, los roles de cada ayudante y una filosofía de equipo que se nutre con exigencia y libertades. “Acá no hay nada obligatorio, salvo saber a qué vamos a jugar en Tokio”, expresa el bahiense Sergio Hernández, head coach del combinado nacional. 

El Oveja Hernández es así. Lidera por convencimiento más que por imposiciones y por eso siempre transmite un mensaje de libertad y flexibilidad. Como pasó en la última práctica, cuando les dejó claro a los jugadores que la rutina de ellos, el hacer lo que les haga bien en este momento, es muy importante. “Si en vez de ir a la estación de técnica individual, sentís que te hará mejor hacer tratamientos con los kinesiólogos, o tirar al aro, o hacer algo físico con Manuel (Alvarez), vas. Seas Cáffaro o Scola. Da igual. Por un lado, es esencial que ustedes lleguen a punto caramelo al Juego Olímpico y, por el otro, que en la otra parte, lo táctico, sí estemos todos acá, comprometidos, atentos, metidos porque las dos cosas serán determinantes en la competencia…”, completó.

El bahiense es un coach jugadorista. Claro que los reta y los exige, pero cuando es imperioso, no para mostrar autoridad o imponerse. Y, además de ordenar, los escucha, mima y aconseja. A su manera. De esa forma busca sacarles el máximo. Sabe cuándo apretar y cuando aflojar. Entiende los momentos. Los palpa en el aire. Y actúa en consecuencia, dirigiendo a un grupo homogéneo de ayudantes que le responde sin miramientos. Todos están alineados y, en silencio, trabajan en equipo. Es impactante, por caso, ver a Gabriel Piccato. El coach se rompió el tendón de Aquiles derecho en la primera práctica, mientras dirigía un ejercicio de técnica individual. Pero, lejos de enojarse y frustrarse, se la bancó calladito, sin quejas. Decidió no volver al país, quiso seguir acá, aportando desde su lugar. Primero trasladándose con una silla de ruedas y luego con una especie de monopatín que se compró aquí, que le permite poner la pierna lesionada en reposo e impulsarse con la otra, ya apodado el Picamóvil -NdeR: ver video en historias de IG, donde se realiza el día a día del equipo-.

Lo del cuerpo técnico argentino es un trabajo artesanal. Y colectivo. Hernández es el head coach y el resto cumple un rol bien claro. Silvio Santander es su principal asistente, quien se encarga del análisis colectivo e individual del equipo, el receptor de toda la información del resto y el encargado de pasarle eso a Oveja para que tome decisiones. Gabriel Piccato es el responsable de la parte analítica y de las estadísticas avanzadas, Juan Gatti se encarga del scouting individual del rival y Maxi Seigorman, del colectivo del adversario. Pablo Prigioni se sumó para esta previa en Las Vegas en el desarrollo individual –con los demás, claro- y aporta una mirada más NBA que le ha permitido a Sergio ya tomar alguna variante de jugada.

Sergio decidió achicar tiempo de preparación por cómo, debido a la pandemia, se estiraron los calendarios de las distintas ligas, por el trajín muchos jugadores traen encima, y se eligió una sola sede para evitar viajes y maximizar el tiempo en un país que es, como dice Oveja, “el mejor anfitrión”. El trabajo se encuentra en la primera parte de la planificación: la semana inicial que busca “nivelar a todos”, como informa Santander. Algunos vienen de temporadas muy largas, otros con un parate y algunos con una gran postemporada –como Scola-. “Primeros los testeamos y luego vamos trabajando en las cargas para que todos lleguen a una base similar, todo con un trabajo interdisciplinario”, completa Silvio.

De a poco, además, se va cargando lo colectivo y la táctica. Este equipo ya tiene una base que viene funcionando hace años (están 10 de los 12 del Mundial) y los otros cinco van acoplándose, en una misión que, de entrada, no es nada fácil porque están los nervios, la idolatría con quienes comparten equipo, la cantidad de información que reciben de una y la velocidad con que hay que ejecutar.

Por una cuestión de productividad, para que los jugadores se concentren más y luego tengan más tiempo libre –para su cabeza y su cuerpo- hace años que la Selección realiza un solo turno largo –cuatro horas-, que se divide en bloques: lo físico, la técnica individual y lo colectivo-táctico. Hay cuatro estaciones que se desarrollan por tiempos. La parte táctica es esencial y la práctica se cierra con un picado, competitivo, a cara de perro, con reloj y tanteador, pero siempre buscando ejecutar lo entrenado, con determinadas reglas defensivas y las jugadas ensayadas. Cada práctica se graba y luego se analiza, pero también se hacen cortes en vivo para corregir errores o pulir detalles, en especial los individuales.

Como en la Selección no está el tiempo que sí tienen los clubes –seis a ocho semanas-, todo se acelera y los amistosos se toman como un ensayo más que poner el foco en el resultado. “Buscamos transferir lo que se entrenó en un juego formal, intentando competir, que queden buenas sensaciones aunque dejando que el resultado sea secundario”, explica Santander.

Oveja hace hincapié, por sobre todo, en la construcción de una identidad de juego. Eso es lo esencial. Y para eso se necesita que los jugadores se sientan bien, confiados y compren la idea, algo que ya hicieron con facilidad, sobre todo luego del éxito que tuvo la planificación y la filosofía en el Mundial 2019. “Siento que no vamos a traicionar nuestra naturaleza, primero porque el estilo del entrenador es ese, jugar con ritmo y agresividad, segundo porque tenemos jugadores que nos dan esas herramientas necesarias para llevarlo a cabo y tercero porque ya lo hicimos en el Mundial. Ahora buscaremos darle una vuelta de tuerca más para perfeccionarlo”, explica Santander.

La ilusión toma fuerza cada día con la construcción artesanal que hace nuestro cuerpo técnico y el staff.

Fuente: Julián Mozo – jefe de Prensa de la CAB.-

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