Desafíos ante la resignificación del pasado: Rozanski disertó convocado por UADER
|El Dr. Carlos Rozanski, ex juez que condenó por delitos de lesa humanidad a los represores Etchecolatz y Von Wernich, disertó en Paraná convocado por la UADER. Reivindicó el proceso de “memoria, verdad y justicia que tuvo nuestro país por doce años”.
Para presentar una nueva etapa de trabajo en la promoción de derechos humanos, la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) organizó en Paraná un panel en torno a los “Nuevos desafíos en los juicios de lesa humanidad en el actual contexto político.
La disputa de sentidos en torno al pasado reciente de la Argentina. Perspectivas jurídicas y comunicacionales”. La figura central de la actividad, que se desarrolló en la Escuela “Prof. Constancio Carminio” el miércoles 5 de abril, fue el Dr. Carlos Rozanski, ex juez federal y ex presidente del Tribunal Oral Nº1 de La Plata.
Reconocido por haber actuado en juicios emblemáticos por delitos de lesa humanidad, como los que condenaron a los represores Etchecolatz y Von Wernich, Rozanski se constituyó en una referencia desde el ámbito jurídico para las organizaciones de derechos humanos que sostienen con firmeza la lucha por la memoria, la verdad y la justicia en torno a lo sucedido en la última dictadura cívico-militar-eclesial que sufrió Argentina.
En su paso por la capital entrerriana, el letrado expuso claramente la estrategia que persigue la resignificación del pasado reciente que se plantea desde el gobierno nacional, junto con la reinstauración de la teoría de los dos demonios y la discusión sobre el número de desaparecidos.
Desde su punto de vista, se trata de la restitución del “mismo modelo económico de la dictadura” y lo consideró “una estrategia psicológica brutal” que en otros países “se denomina negacionismo y es considerada un delito”. En este marco, y al analizar el impacto que tendría en el aspecto jurídico, mencionó “luces rojas” que aparecen respecto de la posibilidad de continuar con los juicios por delitos de lesa humanidad. Y también advirtió acerca de los riesgos que supondría la decisión de la Corte Suprema de Justicia de poner en cuestión el criterio de allanarse a los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Rozanski dijo que las consecuencias del terrorismo de Estado traen aparejado, socialmente, “la pérdida de sensibilidad ante la injusticia; la pérdida de empatía, de poder ponerse en el lugar del otro; y la anomia”. Puso el acento en que, aún con los discursos de revisión del pasado, “ya no se puede discutir que lo que se pretendía con el genocidio era imponer un proyecto económico”.
Al descalificar los intentos de poner en debate los números de desaparecidos que dejó el terrorismo de Estado, dijo que el genocidio es definido por algunas características que claramente se hicieron visibles en el caso argentino: “Cuando hay genocidio, el genocida es el que define a las víctimas, las expropia y acá se robaron las vidas, los bienes y hasta las lamparitas; las aísla; y concreta la destrucción”.
Criticó “discursos del está todo bien, vacíos de contenido y cuando tienen contenido asustan” y convocó a apostar a asumir el desafío que supone la resignificación del pasado “con militancia, con abordaje interdisciplinario, con escrache al negacionismo, democratizando la justicia alguna vez y preservando la memoria”.
Proceso irreversible
En una entrevista previa al panel, con el equipo de la Universidad, Rozanski esbozó los principales conceptos de su exposición y otros temas relacionados. “El tema del pasado siempre es complicado porque de acuerdo a quien lo haya protagonizado va a pensar qué hay que acordarse o no de ese pasado, así que hay que tener bien presente a la hora de pensar cuáles son los discursos que consideran qué es bueno o malo recordar”, consideró.
Se trata, en su apreciación, de “una lucha de décadas entre aquellos sectores que lucharon con todo derecho para que se sepa qué es lo que había pasado, porque ellos fueron víctimas, sumado a los sectores que se identificaron con esas víctimas, contra aquel sector que no tiene interés que se conozca el pasado”. Y en esa confrontación, “tuvimos 30 años de impunidad, hasta que vino una etapa en la cual el Estado argentino decidió que era bueno recordar y empezó algo totalmente distinto, aunque ahora estamos en una situación muy complicada”, manifestó.
“Tuvimos doce años de una posición que, mayoritariamente, operó a favor del proceso de memoria, verdad y justicia; proceso que siempre pensé que era irreversible por lo que yo viví y por la convicción que observé en la sociedad y en el Estado”, indicó Rozanski.
Sin embargo, “hoy estoy vacilando, no sobre lo que ya fue y ya se dio, y ya sabemos lo que sabemos, sino que mi temor es por lo que piensan los representantes actuales del Estado”.
A propósito, volvió sobre el negacionismo y las cifras. “Técnicamente no tiene ninguna importancia discutir las cifras; puede haber un plan genocida que sólo se concreta con algunas muerte y luego se frustra por alguna razón, pero igual hay un genocidio, éste no depende del número”, enfatizó. Y no dudó en cuestionar que “el proyecto económico de la dictadura vuelve a reflotarse hoy, porque quienes representan aquellos intereses hoy nos gobiernan y son los que generaron el genocidio”.
El exjuez también puso el acento con preocupación en la designación en la Corte Suprema del Dr. Carlos Rosenkrantz, el año pasado, “quien escribió un trabajo antes a ser designado, donde hace una desvalorización del derecho internacional de los derechos humanos”. Esto se relaciona con que “hace muy poco la Corte emitió un fallo donde se habla de la no obligatoriedad de aceptar los fallos de la Corte Interamericana, lo cual es gravísimo para la república y para la región, y por supuesto desconoce el Pacto de San José de Costa Rica; es algo que nunca se dio en el país, aún con distintas composiciones de la corte, siempre se ratificaron uno tras otro los fallos del sistema internacional y hoy nos están diciendo lo contrario”.
Finalmente, sobre el rol de las universidades públicas en esta etapa, Rozanski señaló que “siempre ha hecho un aporte, no sólo en cuanto a la promoción de la cultura, sino desde lo ideológico en la construcción de un pensamiento crítico”.
Eso explica que “también el gobierno nacional esté en campaña contra la educación pública, porque es donde asisten los sectores más vulnerables y donde los que enseñan pertenecen muchas veces a esos sectores, pero tienen una conciencia social muy explícita y muy clara”.
Esto último, “es peligroso para los intereses económicos que rigieron en la dictadura, en la década de 1990 y que hoy vuelven a aparecer”, consideró.
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