Maran Suites & Towers

Debate presidencial: Kamala Harris brilló por su estrategia para sacar a Donald Trump de sus casillas y exponerlo en TV

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Kamala Harris llegó al debate como una novata porque era la primera vez que protagonizaba un duelo presidencial, contra un rival con marcada experiencia en el ramo y con un gran dominio de las cámaras como Donald Trump. Detrás de un atril más bajo, para disimular su marcada diferencia de altura respecto del 1,90 m del magnate, Harris se hizo inesperadamente gigante y acorraló a su rival provocándolo y haciéndolo reaccionar para que terminara desnudando su temperamento y debilidades frente a la audiencia nacional.

Si los demócratas venían golpeados por el fracaso del último debate que terminó eyectando a Joe Biden de la carrera por la Casa Blanca y con las últimas encuestas que marcaban que Harris se había estancado, el desempeño de su candidata el martes por la noche los hizo revivir porque ella superó con solidez el desafío.

Una encuesta rápida de CNN entre quienes miraron el debate consignó que un 63% dio a la demócrata como ganadora. Claro que esto no significa que triunfará en las elecciones el 5 de noviembre ni mucho menos. Pero es posible que sirva para frenar la sangría y colocarla otra vez en carrera.

Uno de los grandes objetivos de Harris era mostrarse presidencial y marcar el contraste con Donald Trump, plantándose como una candidata de cambio que pudiera movilizar a los estadounidenses hacia el futuro. A lo largo del debate, Harris habló directamente a la cámara, llamando a los votantes a “pasar la página” de Trump, mientras él se centraba en su pasado, en seguir diciendo que había ganado las elecciones de 2020 y en decir que “no había tenido nada que ver” con el asalto al Capitolio.

Otro de los objetivos demócratas era sacar a Trump de sus casillas y Harris lo hizo con habilidad, seguramente apoyada en su ex trabajo como fiscal: cuando el republicano la atacaba en temas en los que ella supuestamente es débil, como la economía o la inmigración, ella buscaba la manera de mancillar el ego del magnate para que reaccionara, mostrara su carácter volátil y gastara su tiempo en defenderse.

Por ejemplo, Harris utilizó un análisis de la Escuela Wharton de la Universidad de Pennsylvania, donde estudió el magnate, para refutar el plan económico del ex presidente. Y aprovechó ahí para enumerar a algunos de los 200 republicanos que la han respaldado a ella y no a Trump. “Si realmente quieres saber quién es el expresidente, pregúntale a las personas que han trabajado con él”, dijo Harris y fue por más: “Su ex jefe de gabinete, un general de cuatro estrellas, ha dicho que desprecia la Constitución de los Estados Unidos. Su ex asesor de seguridad nacional ha dicho que es peligroso y no es apto. Su ex secretario de Defensa ha dicho que la nación, la república, nunca sobreviviría a otro mandato de Trump”.

Trump saltó ofuscado con sus ex funcionarios a los que hoy odia: “Yo los eché”, bramó, utilizando buena parte de su tiempo para señalar que ellos no hacían bien su trabajo y se dedicaban a escribir libros para criticarlo.

Más tarde, cuando Trump atacó a Harris sobre la inmigración, diciendo que las políticas del gobierno habían permitido que el crimen de los migrantes escalara (algo que es falso), ella estaba lista para replicar: “Creo que esto es muy interesante, viniendo de alguien que ha sido procesado por delitos contra la seguridad nacional; delitos económicos; interferencia electoral; ha sido declarado responsable de agresión sexual; y su próxima gran comparecencia ante el tribunal es en noviembre en su propia sentencia penal”, dijo, mientras Trump, incapaz de controlarse, cerraba los ojos y sacudía la cabeza antes de acusarla de que el gobierno estaba detrás de esas acusaciones.

Pero el momento que más desencajó a Trump, dada la obsesión del republicano por los tamaños de sus actos políticos, fue cuando invitó a los espectadores a asistir a “uno de los mítines de Donald Trump”, a los que calificó como “algo realmente interesante de ver”. Contó que allí se hablaba de Hannibal Lecter (el asesino de la película El Silencio de los Inocentes que Trump suele citar) y de molinos de viento que causan cáncer, entre otros temas, acusando veladamente al republicano, de 78 años, de divagar.

Y luego remató: “Y lo que también se notará es que la gente comienza a abandonar sus mítines temprano por agotamiento y aburrimiento”, dijo golpeando el ego del magnate. “Y de la única cosa de la que no lo escucharán hablar (a Trump) es de usted”, dijo Harris mientras miraba a la cámara. Para entonces Trump ya había arqueado las cejas y se lo veía agitado.

Luego de responder que sus actos son “los más multitudinarios de la historia” Trump saltó al tema migratorio para esgrimir una falsa historia que circula en las redes sobre que inmigrantes haitianos en Ohio secuestran mascotas de los vecinos para comérselas. “¡Se están comiendo a los perros!”, dijo. “La gente que entró, ¡se están comiendo a los gatos!”, soltó.

Harris echó la cabeza hacia atrás, juntó las manos, mientras el presentador le observaba a Trump que la policía había desmentido todas esas versiones. Trump lo miraba con el ceño fruncido. “¡He visto gente en la televisión!”, protestó. “La gente en la televisión dice: ‘¡Me llevaron a mi perro y lo usaron como comida!'”. Se escuchó a Harris decir: “Hablando de extremos” y dejó el tema.

La campaña demócrata puede festejar. Harris marcó un fuerte contraste con Trump, no solo por mantener la calma, sino también por posicionarse como una nueva líder generacional en un país que ya ha vivido más de una década con Biden y Trump en el candelero. “Claramente, no soy Joe Biden, y ciertamente no soy Donald Trump. Lo que sí ofrezco es una nueva generación de liderazgo para nuestro país”, dijo.

Por lo pronto, Harris, que se preparó duramente para este debate crucial en su carrera, logró un gran respiro en su campaña. Pero ahora habrá que ver si es un éxito pasajero o si realmente se traduce en votos. Lo sabe bien Hillary Clinton, que en 2016 ganó sus debates pero perdió la elección presidencial.

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