En una nota enviada a la Comisión Nacional de Valores, la compañía avisó que entre abril y junio debía cubrir vencimientos por unos 25 millones de dólares. Pero no hay margen ni caja. “La Compañía informa que no podrá afrontar el pago de las obligaciones negociables que vencen durante el mes de mayo, como así tampoco los cheques de pago diferido”, explicaron desde la firma, que forma parte del Grupo Tapebicuá, donde también tienen participación Douglas Albrecht y José Collado.

La noticia pegó de lleno en el mercado: la acción de Celulosa fue la que más cayó en el día, con un desplome del 10%, cerrando en $353,50. La señal fue clara para los inversores, las empresas industriales no están logrando sostenerse en este contexto. Lo curioso es que la compañía ya había empezado a mover fichas hace un mes, cuando contrató a la consultora VALO Columbus para analizar salidas posibles: reestructurar deuda o buscar un socio capitalista. Pero ninguna alternativa prosperó.

Según la empresa, la decisión de dejar de pagar se tomó luego de analizar el deterioro de sus números. La caída de más del 30% en ventas internas, el alza de costos en dólares, la presión del tipo de cambio y un costo financiero que trepa hasta el 45% terminaron de asfixiar a la firma. También apuntaron al efecto contagio: “El incremento de la percepción de riesgo sistémico en el mercado financiero por los problemas de Los Grobo y Red Surcos, y la demora en el acuerdo con el FMI, empeoraron todo”, indicaron.

Además, remarcaron que el Grupo Tapebicuá ya inyectó US$ 7,4 millones para sostener operaciones, pero no alcanzó. “Todos los recursos disponibles se van a utilizar estratégicamente para asegurar la operación y la continuidad laboral, priorizando el normal abastecimiento de nuestros clientes”, remarcaron desde la empresa. Aun así, el daño ya está hecho. El lunes, los accionistas mayoritarios se vieron obligados a vender parte de sus títulos para conseguir efectivo, reduciendo su participación al 46,79%.

La historia no arrancó esta semana. Las luces rojas venían encendidas desde el año pasado. En septiembre de 2024, Tapebicuá cerró su aserradero San Charbel en Corrientes y dejó sin empleo a más de 70 personas. Ya en diciembre, la calificadora FIX advertía que Celulosa tenía demasiados vencimientos concentrados y poca liquidez: “Los compromisos superan los niveles de caja y las líneas bancarias disponibles”, decía el informe. Y así fue.

Hoy, la deuda financiera total de Celulosa ronda los 164 millones de dólares. De ese monto, el 35% son Obligaciones Negociables, el 9% son créditos con empresas vinculadas, el 24% son préstamos del Rabobank y el 32% restante incluye pagarés bursátiles y cheques que la empresa también decidió no pagar. Como si fuera poco, en abril la calificadora Moody’s también le bajó la nota de riesgo a largo y corto plazo, reflejando un deterioro que ya se veía venir.

Celulosa Argentina opera en múltiples rubros industriales: produce papel tissuepapeles para impresión y packagingpasta celulósica, y maneja activos en los sectores forestal y maderero. Tiene una planta de pulpa y dos de papel, ubicadas en Zárate (Buenos Aires) y Capitán Bermúdez (Santa Fe). Con esta estructura, el golpe no sólo afecta a los acreedores, sino también a toda la cadena industrial que depende de sus operaciones.