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Violencia en el básquet: Barras Bravas de Boca sembraron el terror

Hernán Sartori, colega del diario Clarín, dio luz acerca de los gravísimos incidentes registrados en adyacencias al estadio de Boca Juniors, tras el cuarto juego de la serie entre el local y Obras. Su crónica deja entrever con elocuencia el obrar alarmante de Barras Bravas infiltradas absurdamente en el básquet. La violencia desatada en el predio de Casa Amarilla motiva una profunda reflexión de TODO el básquet.

 

Por el clima caliente que se vivió en el duelo de hinchadas y gracias a la presencia de caras extrañas a las que habitualmente siguen a Boca y a Obras en la Liga Nacional, todo hacía prever una desconcentración de público muy complicada. No sólo fue así, sino que mucho peor, porque casi un centenar de hinchas de Boca emboscó al núcleo de la barra que llevó Obras al estadio Luis Conde. El saldo fue lamentable: una decena de heridos a trompadas y patadas y autos rotos, incluyendo dos camionetas de la empresa Aysa , con los vidrios estallados y las ruedas pinchadas. El espíritu de la Liga Nacional no merece esta mancha negra.

 

Habían pasado dos minutos nomás de la clasificación de Obras a semifinales, cuando el público visitante pisó el asfalto y se escuchó un grito de guerra: “¿Dónde creen que están? Esto es La Boca” . No hubo tiempo para escapar. Acorralados entre los autos estacionados a noventa grados y el alambrado de Casa Amarilla, se concretó la agresión en masa.

 

No había ni un policía a la vista. La agresión duró al menos cinco minutos, hasta que los hinchas de Boca se retiraron aplaudiendo su ataque y cantando canciones de cancha.

 

La única ambulancia que había en el lugar debió atender a un hincha de Obras común y corriente que había ido a la cancha con su mujer y su hijo, que al ver a su padre totalmente ensangrentado y atendido por los médicos, lanzó un grito desgarrador: “¿Por qué a papá, por qué a papá?” . El resto de los golpeados de Obras, de cuerpos muy fornidos, estaban con moretones en la cara, en el torso y algunos con la nariz sangrando.

 

Un puñado de policías se acercó cuando el ataque estaba consumado y casi una hora después la mayoría de la gente de Obras no se había podido ir de la escena por temor a otra emboscada. Los dos planteles jamás se enteraron de la agresión y, por eso, algunos jugadores se sorprendieron al salir del estadio con sus familias y ver, ahora sí, seis patrulleros en el lugar. Demasiado tarde.

 

Este hecho policial no se produjo por un resultado deportivo. Se veía venir, porque cuando en el básquetbol se pretende copiar los peores vicios que rodean al fútbol, con la mera excusa de ganar como sea, el resultado no puede ser otro que la violencia.