Bajo la lupa: La gestión de los políticos entrerrianos más reconocidos
|En esta bendita Argentina democrática, está comprobado que el político no puede cumplir todas sus promesas de Campaña. Peor aún, se pide moderación y/o más ajuste a los ciudadanos cuando en realidad deberíamos exigirle férreamente a cada autoridad electa de turno que reconozca sus limitaciones y esencialmente no mientan, no engañen, no defrauden. Una nueva encuesta de Cuestión Entrerriana refleja el sentir de los paranaenses respecto a cuáles son los políticos de mejor imagen. No es cuestión de si los ven “eleccionables” para el 2019. Simplemente, dos mil personas evaluaron el nivel de gestión; lo que ha logrado la Clase Política en estos tres años de mandato.
Las sensaciones sobre los políticos suelen ser ambivalentes. Se les considera a la vez imprescindibles e inevitables, una necesidad y un obstáculo. Y aunque para muchos sea una evidencia su descrédito, la animosidad hacia ellos conforma una mezcla indiscriminada de prejuicios y buenas razones.
La misma expresión “clase política” denota que el ejercicio de ciertas funciones encomendadas a los políticos los iguala a la baja en condición y estilo moral, en intereses y comportamientos. Sin embargo, la expresión no resulta más precisa que la otrora tan socorrida de “clase dirigente”. Muchas de las prácticas que se imputan al ámbito de la política -sistemas negativos de reclutamiento, entornos clientelares o flujos de información distorsionada- no son privativas de ese mundo; cunden en cualquier esfera social donde se abusa de las asimetrías de información y poder.
Hay quienes circunscriben su aversión sólo a los políticos patrios con ese castizo prurito de mirar con derrotismo a lo de dentro y credulidad a lo de fuera. Las “clases pasivas” de la política aportan también su granito de arena insistiendo en que en su tiempo (al comienzo de la Democracia) sí que había políticos de raza. Pero nada más efectivo para desacreditar el oficio que esa renovada afición a aplaudir las pulsiones sectarias y su temible claridad moral, para la cual los de nuestro bando resultan ángeles y los de enfrente demonios.
Cabe otro horizonte para ejercer la política, pero sin escamotear sus circunstancias e identificando sus obstáculos casi insalvables y sus tensiones irresolubles. El político mejor intencionado está forzado a oficiar la representación política en un marco institucional contradictorio, con reglas pensadas unas para la figura (irreal) del representante como mandatario individual y otras para blindar una democracia de partidos.
Por consiguiente, inevitable indagar, finalmente: ¿Cómo eludir las condiciones de nuestra comunicación política, cómo sobreponerse a una hegemonía mediática que, al primar la propaganda, el escándalo y una información contaminada, resulta factor principal de la crispación?
¿Es fecundo impulsar una democracia que fomenta liderazgos personales fuertes mediante un “poder de prerrogativa”, que desactiva los controles y habilita para ello una “clase (política) de tropa”?
Que las democracias decepcionen en la Argentina ya es natural. Pero que estafen, no, porque mina sus fundamentos. Y resultan fraudulentas cuando las trampas al Estado de Derecho dejan de escandalizar y la legalidad pierde capacidad obligatoria, puesto que toda regla termina resultando “interpretable”.
Nuestros representantes electos engañan cuando en la comunicación política prevalece la charlatanería y las palabras; a fuerza de significar cualquier cosa, terminan por no significar nada: sólo sirven como munición para confundir o manipular.
Pero el fraude más dañino se produce cuando los ciudadanos se sienten irrelevantes en su capacidad de control, minándoles la autoestima a partir de un aparato propagandístico que fomenta el “Pan y Circo”.
De este modo, los ciudadanos constatan tal asimetría de recursos de poder a disposición de quienes les mandan o representan que los perciben como invulnerables, mientras se ven a sí mismos impotentes. Entonces se apodera de ellos el descreimiento en el sistema: una suerte de rabia sorda o indiferencia insana; y cunde la antipatía.
El Top Ten
Una vez más, con recursos elementales, con herramientas austeras, y con personal ultra reducido, se consiguió en menos de cuarenta y cinco días establecer dos mil llamados telefónicos, dividiendo la Capital de Entre Ríos en cinco porciones, respetando los puntos cardinales y estableciendo el macrocentro como eje.
Un dato saliente: el 45 % de quienes respondieron, comprendieron una franja etaria comprendida entre los 50 y los 65 años. El 25 % involucraba hombres y mujeres entre los 65 y los 80 años. El 10 % correspondió al sector entre 35 y 50 años. Mientras que el 20 % restante, entre 17 y 30 años.
Otra estadística de relieve: de dos mil entrevistas casi un 60 % tuvo por participantes de la medición a mujeres.
Los sufragios
Gustavo Bordet 221 Votos
Adán Bahl 219
Sergio Varisco 90
Hugo Ballay 89
Sonia Velázquez 73
Ángel Giano 72
Carolina Gaillard 61
Sergio Granetto 59
Cristina Ponce 56
Rosario Romero 55
Total: 995 (49.75 %)
El “Muleto”
Emanuel Gainza 52 Votos
Laura Stratta 51
Sergio Urribarri 50
Edgardo Kueider 50
Marta Irazábal de Landó 45
Sebastián Bértoli 45
Jorge González 44
Marisa Paira 43
Julio Solanas 42
José Carlos Halle 42
Total: 464 (23.20 %)
Entre 40 y 30 Votos: Fernando Quinodoz (40); Nicolás Mathieu (39); Mariel Ávila (38); Raymundo Kisser (37) y Gustavo Zavallo (37); José Lauritto (36).
Total: 227 (11.35 %)
Entre 20 y 10 Votos: Sigrid Kunath (20); Enrique Cresto (18); Fabián Rogel (15), Silvio Vivas (15); Diego Lara (15), Alfredo De Ángeli (15), y Atilio Benedetti (15); Marcelo Casaretto (13); Aldo Ballestena (10), Juan Carlos Albornoz (10), Fernando Cañete (10), Silvio Vivas (10), Gustavo Guzmán (10), y Cristina Sosa (10).
Total: 186 (9.30 %)
Menos de Diez Votos: Mayda Cresto (9), Emilce Pross (9), Álvaro Gabás (9), Juan José Bahillo (9), Pablo Canali (8), Luis Garay (7); Roberto Romani (7), Daniel Elías (7), Daniel Allende (6), Enrique Ríos (5), Josefina Etienot (5), Luis Díaz (5), Juan Huss (5); Karina Llanes (4), Pablo Biaggini (4), Esteban Vitor (4), Stefanía Cora (4), Martín Uranga (4); Daniel Ruberto (3), Emiliano Gómez Tutau (3), Carlos Cicognini (3); Alicia Fregonese (2); Julio Rodríguez Signes (1), Santiago Gaitán (1), Luis Gorelik (1), Ángel Vázquez (1), Matías Germano (1) y Gustavo Maslein (1).
Total: 128 (6.40 %)
Reflexión
Es cierto que nuestras democracias no tienen sólo un problema de actores. Pero un mejor desempeño de la clase política aliviaría el malestar de la damnificada comunidad que, aun decepcionada con los resultados de la política, no se sentiría tan defraudada por la acción u omisión de sus funcionarios.
Este sondeo podría servir, ser útil, para ir viendo cómo miden tales o cuales. Es una pequeña muestra de cómo son valorados integrantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo de la Provincia, parlamentarios nacionales, como también surgen autoridades de comunas y ediles de la Capital.
¿El mejor dato? Leer con atención quiénes están y sorprendente quiénes NI SIQUIERA cosecharon UN VOTO. Por algo será… Vale la pena la introspección, una acérrima autocrítica y analizar cuál es la causa de haber sido ignorados por completo.
No vamos a mencionar o a citar a nadie. Ni siquiera a políticos de notables trayectorias. Basta con revisar quienes fueron electos para Cámaras Bajas y Altas de la Legislatura Entrerriana como para el Congreso Nacional; alcanza con estudiar las nóminas del Poder Ejecutivo en las áreas de mayor relieve, o el listado de concejales.
Y sí… Está clara la brecha entre los 10 mejor considerados y el resto. ¿Marketing? ¿Pauta publicitaria? ¿Minutos en Radio y TV? ¿Mayores espacios en gráfica? ¿Mejor posicionamiento en Redes? ¿O simplemente distinción de responsabilidades?
El tiempo dirá…