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Adiós 2020: un año para olvidar, pero que jamás olvidaremos

ESPECIAL, por Juan Carlos Gallego (*).- Muchos de nosotros hemos tenido años más tristes por cuestiones personales, incluso a nivel país aquel 1982 de guerra y chicos muertos podemos catalogarlo como más trágico. Ahora, si algo logró este año, es ponernos a prueba. Sacó lo mejor y lo peor de cada individuo, nos mostró desde la solidaridad de usar un barbijo para no contagiar al otro, hasta el egoísmo de pensar en que como a mí no me va a hacer nada, puedo hacer lo que quiera.

Vimos abuelos llorando delante de una pantallita mirando a su nieto hacer monerías y vimos insensibles armar fiestas multitudinarias. Aplaudimos a médicos y enfermeras desde los balcones pero no logramos que le dignifiquen los sueldos. La cita famosa que Saint-Exupéry pone en boca del Principito “Lo esencial es invisible a los ojos” se dio de lleno contra la realidad, hubo decretos que nos dijeron quién era esencial y quién no, y a todos nos pegó de una manera diferente. Comprendimos que para los gobiernos los artistas no somos esenciales, (la cultura en general no lo es) o por lo menos no tanto como los cajeros del supermercado (a los que nadie les preguntó si preferían quedarse en sus casas para no contagiar a sus padres o ayudar en la escuela a sus hijos)
Ojo, este maldito virus, no nos pegó a todos igual. No es lo mismo pasar esta suerte de prisión domiciliaria, en una linda casa que en un ranchito. En general el dinero establece una diferencia de calidad de vida y confort, pero esta pandemia marcó a sangre esa diferencia. Gente que tuvo que cerrar su comercio, empleados despedidos, trabajadores independientes, plomeros o electricistas que para ir arreglar un desperfecto a una casa se movían como prófugos de la justicia.
Sabemos que en Argentina la educación pública viene cayendo inexorablemente año tras año. Hoy cuesta creer que éramos un ejemplo mundial en educación, que alguna vez fuimos un país de vanguardia. Hoy un docente gana menos que un “trapito” y su sueldo no se acerca ni a la mitad de lo que gana un camionero (con todo el respeto que me merecen). Sin embargo nuestros maestros y maestras se reinventaron este año, aprendieron a los golpes sobre zoom, streaming, google meet, clases virtuales y otras “delicias” tecnológicas. Contestaron con paciencia y verdadera vocación los mensajecitos (o mensajitos si preferís) por teléfono, de alumnos que no entendían, colaboraron con los padres para que puedan comprender y ayudar a sus hijos, e incluso respondieron con altura a algunos progenitores imbéciles.
Casi todos perdimos algún conocido o tuvimos a alguien cerca que no la pasó bien. No sé si hubo más o menos muertos que otros años, tampoco estoy en condiciones de determinar que se hizo bien y que se hizo mal. Sí pude comprobar que la grieta sigue latente y que hay la misma cantidad de ciegos y necios en ambas partes.
Estoy convencido que en el transcurso del año próximo las cosas se van a normalizar. Cuando llegue mi turno me voy a poner la vacuna (no me importa si es rusa, estadounidense, inglesa, cubana o la hicieron los alumnos de medicina de la Escuela Nº 3 Alejandro Sabella de Conscripto Bernardi, si está aprobada me la coloco ¿y saben por qué? Porque NECESITO imperiosamente volver a abrazar, porque me gusta besar, porque compartir un mate es un acto de amor y amistad, porque pasar la botella de coca cortada al medio y llena de cola y fernet me dibuja sonrisas en el alma.
Muchos dicen que hay que aprender de la higiene y filosofía de los orientales, yo los respeto, si a ellos les gusta saludarse con una mirada o una pequeña inclinación de cabeza, bien por ellos, pero a mi dame un abrazo de oso que me deje sin respiración, dame un beso, dame la mano con cinco dedos firmes, volvamos a reír juntos sin que nos importe a qué velocidad pueden viajar las micro partículas de saliva de una carcajada, y si me tocás con el codo, que solo sea para que con disimulo me muestres los ojos preciosos de esa persona que te encanta.
Amo esa “vieja” normalidad.
Así que ya sabés, apenas me vacune si te cruzás conmigo y no me querés saludar lo voy a entender, pero si decidís hacerlo preparate para un abrazote inmenso.
Vamos por un 2021 donde volvamos a estar muy juntos.
Juan Carlos Gallego.
Abrazador serial.

(*) Actor – Artista – Presidente en Asociación Cultural Arteatro.-

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