Honor y gratitud al gran maestro del periodismo, Luis María Serroels

El laureado periodista Luis María Serroels, falleció hoy, cerca de las 19, en el Sanatorio La Entrerriana de Paraná donde se encontraba internado luego de sufrir un accidente cerebrovascular. Así como es profunda la consternación en el seno de la prensa provincial, cuestan hilvanar las palabras adecuadas en una coyuntura tan triste para rendirle un sencillo homenaje como despedida a este maestro del periodismo y benefactor de la cultura.
Con hondo pesar, damos a conocer una noticia que nos afecta no solo en lo personal y como medio de comunicación, sino al periodismo entrerriano en su conjunto.
Resulta difícil poder resumir la grandeza de persona que fue Luis María y el cariño que despertaba en todos. Hemos sido testigos de su solidaridad infinita, dando siempre lo que tenía para ayudar a los demás, como así también su preocupación constante por hacer lo imposible para satisfacer las necesidades de quienes se acercaban.
Dotado de esa inmensa humanidad que trasuntaba con una amabilidad y modestia que lo envolvían en un halo de confiabilidad perenne, fue un hombre jovial, cálido, conciliador, del que nadie hablaba mal, pese a su tarea de equilibrar intereses contradictorios-
Con su consejo acertado, su simpatía y su afán de orientar, guió a muchos jóvenes periodistas en los primeros pasos de su profesión y que vieron en él a un maestro siempre dispuesto a escuchar, a alguien cuya misma vida era una enseñanza.
Era un hombre íntegro, de conducta ejemplar, de principios morales hechos carne. Tenía una sonrisa a flor de piel y un innato sentido del humor, pleno de picardía.
Erudito seguidor de las mejores plumas clásicas y modernas como era, no se cansaba de repetir que para ser buen periodista había que ser buen lector.
Insisto en una descripción… Lo que más me maravilló siempre de él fue la pasión desinteresada con la que enseñó a varias generaciones.
Fue un experto en extraer agua de las piedras y único a la hora de conjugar cuatro datos locos para alumbrar una pieza periodística que te atrapaba de la primera a la última línea.
Fue un escritor, comunicador y analista irrepetible, pero me gusta recordarlo y homenajearlo como un gran maestro. Cuando escribimos nos jugamos el ego, pero cuando enseñamos nos jugamos el corazón. Y eso se le cabía perfecto a Luis María.
Honró al periodismo con notas imperdibles, demostrando que cuando hay talento el soporte tecnológico carece de toda importancia.
Fue al primero a quien oí hablar de la belleza de las palabras, justamente él que era un especialista en combinarlas sin necesidad de adjetivos.
En su simplismo, recuerdo cuando me decía que en cuanto el periodismo se ejerce como un poder, pierde su esencia y se convierte en otro más de los poderes que se disputan el control de la sociedad mediante el uso de la fuerza, del dinero o de las argucias de los políticos.
Y defendía de modo acérrimo el dogma en lo inherente a que todo tema es bueno para un noble periodista si su enfoque y tratamiento no implica la violación de los derechos de las personas.
También enfatizaba que es deber del periodista proteger a sus lectores o receptores del engaño del poder.
Luis María fue un defensor axiomático en lo vinculado a que la información demanda del periodista el ejercicio de su compromiso con la verdad, de su independencia y de su responsabilidad con la sociedad.
Y perdura en mi mente una frase proverbial: “Cuando a un periodista se le acaban las preguntas, ha entrado en estado de decadencia profesional”.
También fue un claro exponente a la hora de demostrar que entre el periodismo insípido de los que no se comprometen con nada y el periodismo fogoso que se vuelve propaganda, hay un camino medio: el del periodista que muestra hechos y los hace entender.
Luis María pertenecía a esa especie de periodistas que está en extinción. Tipos que podían convertir un cable en un notón o escribir un tratado de cualquier tema.
Tras su despedida, deja la huella de un modelo de conducta pública profundamente republicana. Una imagen que supera airosamente las polémicas que suele generar la política y, especialmente, en épocas de democracia inestable, violencia, fracturas ideológicas, ilusiones y desilusiones y, sobre todo, de transformaciones meteóricas difíciles de medir en su verdadera magnitud a medida que se van produciendo.
Justa, oportuna, fue la distinción que le otorgaron en vida, en marzo del año pasado, siendo reconocido como ciudadano ilustre de Paraná en la apertura de sesiones ordinarias del Concejo Deliberante.
Luis María no partió para siempre, sino hasta siempre para los que tuvimos el inmenso honor de haberlo conocido y tratado; como un reflejo y recuerdo de lo que fue su pensamiento y obra de bien.