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Falleció Antonio Gasalla, emblemática estrella del espectáculo televisivo y teatral

A los 84 años, murió Antonio Gasalla. El capocómico que llevó a la estelaridad a una generación de comediantes de un humor no tan habitual para lo popular, el padre de un sinfín de personajes entrañables que vienen al instante en fila, detrás de aquella Mamá Cora de Esperando la Carroza, vivió sus últimos tiempos afectado por un deterioro cognitivo por senilidad. Una paradoja para un productor de risas, sarcasmo y momentos memorables de la televisión argentina.

Si algo habrá que destacarle es que su programa de TV fue la primera gran puerta del under para convertirse en mainstream. Y al llegar la hora final, aquella del balance y los recuerdos, sobrevienen sus personajes, la acomplejada Soledad. Aún más, la Abuela del living de Susana Giménez. Tal vez Flora, la empleada pública. O la operadísima Inesita. Y Yolanda, aquella vieja arpía.

No sólo el protagonista (único, ¿inclasificable?) de la TV, la que al fin y al cabo le dio su pasaporte a la popularidad. Su nombre queda como referente de aquella movida increíble del Buenos Aires de los 60 que abarcaba el café-concert y el music hall. Después llegarían la revista y el teatro, también algunos pasajes en cine (Esperando la carroza). Y finalmente la TV, desde su ciclo propio, o con su espacio en el programa de Susana y después como jurado de Tinelli.

Hace pocos años, durante el comienzo del ciclo de entrevistas de Pinky en la TV Pública, Gasalla fue su invitado especial. Era un espacio para la nostalgia y ambos recordaban aquel punto en común de la infancia, venían de La Matanza. Antonio Alberto Gasalla había nacido en Ramos Mejía, el 9 de marzo de 1941.

Surgiendo desde el under, Gasalla generó un nuevo estilo de humor, estirando los límites en la temática. Gasalla trazaba sus límites: “Yo no puedo hacer humor con temas como la guerra de Malvinas, temas que son una mezcla de injusticia y dolor, algo terrible que deja llagas abiertas. ¿Qué humor te va salir con Malvinas, con los desaparecidos? Claro que también está la gente para la que nada es motivo de risa. A mí no me cuesta nada reírme de la muerte”.

Desde el ‘73, Gasalla comenzó a producir sus propios espectáculos, contando con libretos de Enrique Pinti. Una dupla de sostenido éxito por más de diez temporadas, con títulos como Pan y Circo, Gasalla y Corrientes, Gasalla for Export, Gasalla 77, El Maipo es el Maipo y Gasalla es Gasalla, Gasalla en terapia Intensiva, Maipo 100 % Gasalla, Maipo made in Gasalla, Gasalla es el Maipo y el Maipo es Gasalla.

Los años ‘80 también fueron de pleno éxito y crecimiento para Gasalla, sobre todo desde la instalación de su propio programa televisivo. Y también por Esperando la carroza, su más celebrada participación en el cine. Allí estaban el propio Pinti, China Zorrilla, Betiana Blum, Luis Brandoni. Y de Gasalla, surge su personaje de Mamá Cora, que reconvertiría en un clásico de la TV.

En la pantalla chica, Gasalla fue fija y clásico hasta comienzos del 2000 y aparecieron los personajes: La Abuela, Flora (la empleada pública), Soledad, Cacho, Matilde, Yolanda.

El Palacio de la Risa, Gasalla en la Tele o Gasalla en Libertad (cuando pasó al 9) fueron algunos de los títulos donde, con el eje en su peculiar humor, también se intercalaban esos personajes y había un desfile de los más variados personajes: políticos y actores, deportistas y cantantes, figuras de otros tiempos o jóvenes emergentes, famosos y anónimos. Podían llegar Mariana Nannis, Alejandra Pradón o Federico Klemm, Florencia de la V o –entre sus preferidos, su cantera- Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese, Norma Pons o Nelly Láinez.

De aquel artista surgido del under se había convertido en una star del espectáculo, galardonado con varios Martín Fierro y premios Konex, y con cartel en las temporadas teatrales, alcanzando la revista: Cristina en el país de las maravillas en Mar del Plata (con Nito Artaza y Luciana Salazar) desde fines del 2007, Maipo Siempre Maipo con vedettes como Ximena Capristo y Claudia Fernández en 2008 y, la celebrada Más respeto que soy tu madre, que estrenó a principios del 2009 en el Metropolitan: allí interpretaba a Mirta Bertotti, una ama de casa al frente de una familia extravagante.

Su segunda versión, desde 2016, mantuvo el suceso. Le contó a José Abadi en Viva que “la sala está llena todos los días. La primera parte duró tres años y medio, casi lleno siempre”.

Gasalla, lejos de los personajes, se repasaba y repasaba. “Si vos actuás y no te ve nadie, no existís. Siempre sostengo que los artistas inventamos poco, siempre hay un público que quiere ver algo nuevo”, afirmaba.

Pero esas apariciones también tenían el respaldo de la popularidad televisiva. Si en 2004 volvió con Gasalla en pantalla, otra vuelta de tuerca fue su personaje de La Abuela en el programa de Susana, a partir de 2010, y su intervención como jurado en el Bailando por un sueño.

Las últimas temporadas lo vieron envuelto en algunas polémicas pero, sobre todo, afectado por sus problemas de salud. A principios del 2020, iba a protagonizar un espectáculo con su amigo y vecino Marcelo Polino en la temporada marplatense, pero apenas arrancaron, Gasalla se bajó. “El cuerpo no me da para más”, se justificó.

“¿Con qué no se puede hacer humor? Mirá, chistes se me ocurren sobre cualquier cosa. Pero hay temas muy grandes, que en general son de toda la comunidad, con los que no se pueden hacer chistes, porque son como dolores sociales: la guerra de las Malvinas y los desaparecidos son cosas demasiado fuertes, con las que a mí no me da para hacer humor. Sobre todo porque somos un pueblo que no tiene esa costumbre. El tema es: ¿Hasta dónde? ¿Tengo yo tanta desesperación por hablar de esos temas? No”, reflexionaba.

“Tengo un público variado: desde nenes chiquitos que no saben ni por qué me miran hasta señoras mayores que tampoco. Desde que puse mi programa en la web, tengo además público en lugares increíbles. Para mí es muy fuerte que un tipo que se fue de la Argentina hace 25 años vea mi programa por la web y le agarre tal vértigo que me escribe todos los días. Y yo le contesto. Porque la gente entabla un vínculo muy particular con los humoristas: entre otras cosas te cuentan quiénes son, queriendo o sin querer. Yo recibo mails que dicen Yo soy la Empleada Pública, mi nena es Soledad, mi suegra es mamá Cora. Algunas madres me cuentan que la maestra de la nena se pinta menos ahora para no parecerse tanto a Noelia. Hay viejitas que me dejan notas por abajo de la puerta que dicen ‘Tengo 80 años, yo soy como mamá Cora’. Sí, el público es un poco invasor. Pero es cariño, y mejor asumir que es así”, meditaba Gasalla.

Gasalla tuvo participación en diez películas, sobresaliendo Esperando la carroza (1985). Pero también fue coprotagonista en La tregua, la película de Sergio Renán (1974) que fue la primera argentina candidata al Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero.

Gasalla tenía un don. Su humor era un bisturí afilado, capaz de diseccionar la hipocresía con precisión quirúrgica. Nunca necesitó recurrir a lo fácil, a lo burdo. Hacía reír y, al mismo tiempo, obligaba a pensar.

De su vida privada poco se supo. “La fama descentra, pero también consuela”, decía. Se psicoanalizó durante veinte años para que su ego no lo dominara. Prefería leer en casa que ir al teatro. Disfrutaba de Quino, Fontanarrosa y Caloi, y admiraba a Enrique Pinti (“brillante, salvo cuando da consejos”).

En 2013, un cáncer de piel lo puso a prueba. Dio la cara en Intrusos, con Jorge Rial, para desmentir rumores sobre su salud. Pero la vejez, como en sus monólogos, llegó con su propia ironía.

Gasalla fue un genio. Un creador de arquetipos que definieron la sociedad argentina con humor filoso. Dueño de una risa que obligaba a pensar, se resistió al cinismo y evitó la complacencia. Su lugar en el escenario siempre terminaba con aplausos. Y con razón.

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