Una tristísima pérdida para el básquet de Paraná: ¡Hasta siempre Dieguito Vicentin!
|
Duele en lo más profundo del corazón la noticia. Falleció uno de los árbitros de basquetbol más queridos de Paraná. Muy joven, poco más de 50 años… Dieguito Vicentin no pudo vencer a esa enfermedad tan feroz como lo es el cáncer que se lo llevó vertiginosamente, seguro al Cielo donde va a poder seguir haciendo “Escuela”, tal cual lo plasmó en cada uno de los escenarios de la APB.
Transcurría mediados de diciembre cuando, tras unos estudios, vino la alerta, pero -lógicamente- estaba la ilusión de luchar y ganar una batalla que, con los avances de la ciencia, suele superarse.
Sin embargo, quien fuera un luchador nato de la vida, tanto en las canchas de básquet como en su querida “Antena” de LT 14 Radio General Urquiza, no logró derrotar a esa enfermedad tan cruel y dejó en la más cruda atribulación a la hermosa Familia a la cual se consagrara junto a su fiel compañera María Rosa, y a sus hijos Pamela y Ale que supo seguir sus pasos pero prefirió continuar como jugador.
Describir a Diego es fácil… Y no es la primera vez que lo destacamos… Talento o virtudes al margen, más allá de cualquier análisis en lo inherente a aptitud o cualidades técnicas y hasta mecánicas, él era un motivador.
Marcó un hito en esa actitud loable de cambiar las condiciones de dirigir en el Baloncesto Formativo dando cátedra de docencia, reafirmando una transición entre el añejo aplicador de reglas y el conductor.
Dieguito entendió rápido que cambió la sociedad, mutaron las modalidades vinculares y a diferencia de otros colegas instó a una transformación del arbitraje, sin discernir algunos que es imperioso comprender el sentido de la mediación, en un mundo donde a la diversidad no hay que temerle.
Amén de errores, deficiencias o hasta desatenciones por poner la lupa en ciertas cuestiones de un juego, él supo asimilar los estímulos para transformarlos convenientemente y propendió a una tensión equilibrada en la mayor parte de cada contienda.
Diego tuvo la sabiduría de interpretar la característica subjetiva a utilizar para ejercer el rol sin dejar de tener en cuenta al otro (jugadores/técnicos/simpatizantes) algo que en nuestro castigado básquet viene causando problemas serios hace años.
Es que mientras algunos pecan de soberbia, de altivez, de arrogancia, él puso énfasis en seguir blandiendo la bandera de la humanidad, de la humildad. Y si bien puede ser real que tal vez no descolló en la gestión del adiestrarse, el ilustrarse, el instruirse, siempre evidenció predisposición a ser supervisado, y a aceptar la sana crítica fundamentada.
Para él dirigir era una pasión, no se trataba de estar fixturado para pagar la cuota de la casa o del auto o los estudios o hasta “la joda”, como sabemos otros hacen…
Podrán salir a la palestra censores, calificadores de sus metodologías didácticas, de sus expresiones, de su idoneidad y/o hasta de su capacidad física o competitividad psicológica, pero Diego mutó -para bien– el espíritu de las reglas que otros imponen con una jactancia o insolencia insoportable.
Con 61 años, y exactos 50 junto al básquet como jugador, monitor, instructor y experiodista especializado (hoy más dedicado a la política y a la economía) voy a reafirmar a rajatabla algo con lo cual, tal vez, algunos no coincidan: las reglas del básquet son las más claras y las más lógicas de todos los deportes.
Pero el reglamento no explica concienzudamente todas las situaciones de juego, por lo cual considero que es necesario que un árbitro desmenuce coyunturas del juego sin menospreciar el sentido común sin que ello tenga influencia en el normal desarrollo del partido. Y Diego muchas veces lo lograba, sobre todo con los chicos.
Por ello, entendimos SANO que un juez sepa explicar y/o traducir que muchas omisiones percibidas en un cotejo han sido realmente DECISIONES. Y para ello, el árbitro debe tener paciencia, sabiduría, mesura, coherencia en el cómo podrá transmitir su juicio. Dieguito lo plasmó acabadamente.
En una Paraná, donde se observaba una pérdida casi total del diálogo fluido, fecundo, enriquecedor entre árbitros y jugadores, árbitros y técnicos, árbitros y periodistas, como mucho menos entre árbitros y espectadores, Diego mostró predisposición para hacerlo.
A veces no le salió bien, es verdad, pero… lo intentó.
En concreto, había un hilo muy delgado pero tenso, fácilmente quebrantable. Como si la tolerancia, la paciencia, la calma, estaba (y en cierto modo está…) permanentemente a punto de romperse, en especial por la actitud despectiva, marcial, de algunos jueces. Dieguito dio el paso adelante en tratar de esgrimir ese bajo perfil imprescindible para no quedar como el protagonista villano empoderado por un silbato.
Lo vamos a extrañar. Y mucho… Su honestidad, su honradez, y hasta por qué no… su inocencia en ese ser tan particular, en ese comportarte tan diferente a los demás, no va a ser pasado por alto.
Que esa luz incandescente con la cual iluminó el baloncesto de Paraná brille por siempre alumbrándonos desde el Cielo. Chau Dieguito. Gracias por haberme dado la chance de conocerte y disfrutar de tu personalidad tan carismática. Gracias por haberle ofrendado tu propia vida al básquet, en la categoría que sea, pero en especial, habiendo dado masterclass con los gurises y hasta con los papis y las mamis.