Sindicalistas ricos: hay de todo como en botica
|ESPECIAL (por Francisco “Pancho” Calderón).-La Argentina sigue sin romper las ataduras con un pasado corporativo que la condiciona. No existe lugar del mundo en el cual la burocracia sindical acumule tanto poder como en la Argentina, al punto que tenga los atributos suficientes como para condicionar a la democracia.
Nunca el poder de la burocracia sindical ha sido tan indisimulable como en la actualidad y a su vez, la enorme influencia económica acumulada por varios sectores de la burocracia sindical no tiene ningún antecedente en el mundo de una estructura de semejante envergadura, consecuencia de un entramado legislativo excepcional que le permite interferir y condicionar el libre juego en el seno de las instituciones democráticas.
Y en esto el Estado, concediendo “personería gremial”, fomenta el monopolio de la representación sindical para firmar convenios colectivos de trabajo y otras ventajas, paradójicamente sin establecer garantías para que se produzca la necesaria y conveniente renovación de las direcciones sindicales, padeciéndose de éste modo el fenómeno de la perpetuación de unos líderes que han convertido a los sindicatos en una suerte de incongruentes corporaciones feudales.
Además, la Ley de Obras Sociales, les confiere el control sobre enormes sumas de dinero que se recaudan de los afiliados a las obras sociales y todo el asombroso fenómeno de enriquecimiento de algunos dirigentes sindicales argentinos es consecuencia del manejo discrecional de esos fondos, que son licuados a través de empresas que prestan servicios a las obras sociales y que están en manos de familiares, amigos o testaferros de diversos dirigentes sindicales.
No puede haber más dilaciones ni subterfugios para corregir esta enorme deformación de la democracia argentina. El conjunto de partidos de la oposición debe definir una política de Estado, es decir un deber blindado en el tiempo, para impulsar en el Congreso presente o futuro nuevas leyes que derrumben las columnas legislativas en la que se apoya el poder descomunal de la corporación sindical dictando una nueva Ley que establezca la pluralidad de asociaciones sindicales, sin intervención alguna del Estado otorgando garantías de auténtica representación a todas las sensibilidades sindicales.
Pero asimismo se debe ahondar en la reforma de la ley que confiere el manejo de las obras sociales a los sindicatos, evitando que el sistema de salud argentino pueda estar feudalizado en distintas obras.
No debe haber más prórrogas para iniciar este proceso de regularización legal. La Argentina debe romper las ataduras con un pasado corporativo que es una de las causas de su ineficacia e infecundidad. No sólo por la presencia de pesadas y costosas burocracias externas a la actividad productiva, sino porque la falta de democracia sindical impide el diálogo proactivo entre empresarios y trabajadores, que se debe nutrir alrededor de potenciar lo que les es íntimamente común: la empresa concebida como proyecto institucional compartido.
Y algo más… Un día de éstos, si la clase política tuviera cojones, agallas, sería extraordinario ver entre rejas a varios sindicalistas multimillonarios, pero que no sean los “opositores” estrictamente, pues hay varios, y muy evidentes, que están sustentando la acción de gobierno oficial.
Para qué nombrarlos?… Todos sabemos quienes son y ojo que no hablamos de gremios chicos o sindicalistas del Interior a quienes en su mayoría respetamos y valoramos pues mayoritariamente son gente aún no infectada por la codicia y que todavía pelean defendiendo la doctrina de la Justicia Social sin participar de negocios espurios.
Nos referimos a algunos popes, a diversos capos, a a distintos líderes que desde la Capital Federal hacen y deshacen a su antojo con una impunidad pasmosa sin ocultar su tiránico manejo, o despótico dominio y ostentando estilos de vida propios de magnates.