El deporte argentino pasa a tomar rango de subsecretaría con fuertes recortes
|Cuando este jueves aterrice en Ezeiza procedente de Europa, de inmediato Ricardo Ernesto Schlieper se reunirá con Guillermo Francos y el designado ministro del Interior de Javier Milei le ofrecerá el cargo de subsecretario de Deporte. Si acepta -es muy probable-, de esa manera quedará lleno un casillero más del gobierno libertario, un espacio que el propio presidente electo había minimizado al extremo cuando en un programa de TV, fibrón negro mediante, tachó el Ministerio de Turismo y Deportes que hasta el domingo conducirá Matías Lammens y lo sacó de circulación para su próxima gestión.
A pesar de que el deporte no es parte de la agenda política primaria de Milei, habrá un responsable y ese será este rosarino de 64 años que entre 1976 y 1986 fue periodista deportivo y político en distintos medios de su ciudad (radio, diario y TV -a los 21 años condujo uno de los más importantes noticieros rosarinos-), que fue corresponsal de “Clarín” y la revista “El Gráfico” (“En los tiempos de Renato Cesarini en los viejos Nacionales”, según él mismo recordó más de una vez) y que en 1987 se asoció con Juan Berros para crear una agencia de representación de futbolistas.
Hoy Schlieper es uno de los más reconocidos managers de jugadores (acompañó durante toda su carrera a Juan Antonio Pizzi y en su “equipo” actual está Nicolás Tagliafico, por ejemplo, el campeón del mundo de Qatar) pero se encuentra ante un desafío diferente. Totalmente distinto.
¿Cómo llegó Schlieper a posicionarse en la pole para conducir la política deportiva argentina en el nuevo gobierno? Militante desde hace unos 40 años, se afilió a la UCEDE y llegó a ser candidato a concejal hasta que se fue del partido en contra de la decisión de sus máximos dirigentes de unirse al menemismo en los 90. Volvió a la política después de 2001 de la mano de Ricardo López Murphy y llegó a ser vicepresidente nacional de Recrear, el partido fundado en 2002, y luego, ya en su rol de representante, trabó una muy buena relación con Mauricio Macri en tiempos en los que el ex Presidente condujo Boca.
Fue candidato a intendente de Rosario por el Pro en 2011 y en las últimas elecciones integró la boleta de Patricia Bullrich en la lista de candidatos a diputado. Pero no entró. A pesar de que nunca estuvo en la gestión pública, sus aceitados vínculos con la política -y con Macri en particular- le abrieron la puerta para suceder a Inés Arrondo, que ayer mismo comenzó los brindis de su despedida en el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD).
De todos modos Schlieper no llegaría solo. Desde que Bullrich se acomodó como una de las más firmes candidatas a la presidencia -terminó afuera del balotaje-, el nombre de Diógenes de Urquiza también sonó fuerte para ocupar la oficina más importante del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo. Muy amigo de Macri, De Urquiza sucedió a Carlos Mac Allister allá por 2018 cuando era coordinador general del ENARD, cargo que asumió después de una extensa y destacada trayectoria como dirigente deportivo -a fines de los 80 fundó con el propio Macri la Asociación Padel Argentino- y luego en marcas de indumentaria deportiva como Topper, Signia y, actualmente, Le Coq Sportif.
De Urquiza, que por cuestiones familiares decidió en las últimas semanas no ocupar un cargo político, sería el nuevo director general del ENARD, un puesto vital que hoy ocupa el marplatense Daniel Díaz en la estructura política argentina porque desde allí se definen los lineamientos del alto rendimiento. Muy cercano a los deportistas -compartió con ellos buena parte de los últimos Juegos Panamericanos de Santiago-, le entusiasma mucho ese lugar.
Cuando asumió hace cinco años en el lugar del pampeano Mac Allister, que buscó sin éxito ser el gobernador de la provincia, De Urquiza siempre sostuvo que lo mejor que le podía pasar al deporte era ser una agencia porque “la agencia puede generar recursos propios del ámbito privado, algo que un ministerio o una secretaría no pueden por ley”, según sus propias palabras. El gran desafío para él será cómo volver a financiar al ENARD, que sufrió un golpe de nocaut cuando en 2017, Macri envió un proyecto de reforma tributaria al Congreso y en segundos se derogó el artículo que aportaba el 1 por ciento de la telefonía celular. Le sacó además el apoyo privado y también su autonomía, dado que ahora el Ente se financia a través de los recursos asignados en el presupuesto nacional.
La idea es aportarle dinero fresco otra vez al ENARD y los cañones les apuntan a las agencias de apuestas deportivas. Hoy el 3 por ciento de lo que recaudan va a las arcas de ARSAT, la empresa de telecomunicaciones creada en 2006 para brindar una mejor conectividad en todo el país. Por supuesto, la idea no es quitarle el apoyo a ARSAT pero sí que un porcentaje de ese número se destine al deporte de alto rendimiento.
“Con 50 millones de dólares de presupuesto, que es un número bajo comparado con otros países de la región, podemos funcionar bien”, dicen por lo bajo quienes más saben de política deportiva y que son los mismos que protestan porque el deporte gasta unos 400 millones de pesos en servicios médicos y las prestadoras de salud se benefician con la imagen de los atletas, por ejemplo. Además, y en concordancia con el mensaje que baja Milei desde que ganó las elecciones, se buscará una reestructuración para que el número de empleados de la planta permanente de la futura subsecretaría y del ENARD baje a unas 100 personas aproximadamente.
Para Schlieper -si finalmente se formaliza su cargo- serán tiempos difíciles los que se le vendrán. Al dejar de ser parte de un ministerio, el deporte sufrirá. Sobre todo el paralímpico, que depende de las escuelas deportivas. También podrían desaparecer los Juegos Evita, los clubes de barrio quedarían huérfanos de apoyo y ni hablar de la inversión en infraestructura deportiva. Se estaría ante un panorama como el de hace 50 años atrás cuando el deporte argentino competía sólo con convenios internacionales con distintos países y se dependía de la buena voluntad de las potencias para recibir a los atletas de nuestro país.
Más allá de todo, desde hace mucho tiempo el debate es necesario. Falta política deportiva. Se sigue apostando al deporte individual. No hay una suficiente planificación. Y tampoco se copia lo que sucede en algunos países cercanos en los que la injerencia de la escuela es clave. A la tendencia se suman carencias para un combo letal. Y el tiempo se pierde entre gritos histéricos e intercambios livianos.