Pedro Brassesco secretario adjunto del Celam valoró la participación en la Asamblea Eclesial
|El presbítero Pedro Brassesco, secretario adjunto del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), compartió su vivencia personal tras haber participado de la reciente Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que se realizó en la ciudad de México.
“La Asamblea no concluyó después del proceso de escucha, discernimiento y encuentro presencial y virtual, sino que ahora continúa con una nueva etapa que será llevar adelante todos estos desafíos y orientaciones pastorales que se fueron promoviendo”, sintetizó en declaraciones al programa “Caminos de Encuentro” que conduce el presbítero Máximo Jurcinovic, director de Prensa de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), por Radio María Argentina.
-En primer lugar, ¿cómo resumís la experiencia de haber vivido de manera presencial la Asamblea Eclesial?
-La experiencia de haber podido participar de manera presencial es absolutamente enriquecedora, sobre todo por los momentos que uno va compartiendo en los almuerzos, las cenas, los recreos, cuando uno puede ir intercambiando opiniones, conversando personalmente con participantes, con asistentes, conociéndose un poco más y esa riqueza de la presencialidad que sabemos que se da en todo encuentro de estas maneras.
Esta asamblea tuvo la particularidad de ser una sola asamblea, tanto entre los que estábamos aquí en México como los que estaban participando virtualmente. Eso se notó también, por ejemplo, en los trabajos en grupo. Todos los que estábamos participando presencialmente participábamos en los trabajos en grupo de manera virtual. Es decir, no había dos asambleas, una presencial y otra virtual, sino una sola integrada por los que estábamos en México y otros que actuaban virtualmente.
Uno sentía esa presencia de tantos otros a través de las pantallas que iban mostrando los rostros, a través de los testimonios de los que iban hablando a través del zoom. La verdad es que se sintió y se vivió así, como una asamblea en la que estuvimos reunidos en comunión de Espíritu y, por supuesto, con las posibilidades que nos brinda la tecnología de estar también mirándonos y escuchándonos a través de las pantallas.
Se destacó que las pantallas no fueron muros sino puentes. Puentes que nos permitieron estar conectados con toda América Latina y el Caribe. De esta manera pudimos discernir juntos qué es lo que el Espíritu nos impulsaba en este tiempo de asamblea.
-¿Cómo se realizaron los debates y trabajos? ¿Cuánta gente estiman que participó?
-Podríamos decir que había dos instancias de participación; una conformada por los asambleístas que, como decía, éramos presenciales y virtuales, de los cuales había previsto una participación de unos 1000 asambleístas. En este momento es difícil cuantificar hasta que llegue el informe de la comisión correspondiente.
Estos grupos de trabajo generalmente se reunían a la mañana. En unas 3 horas de trabajo donde se iban discerniendo los dolores y esperanzas de nuestra realidad en el continente latinoamericano y en el Caribe. Otro día se trataban los desafíos que plantea esa realidad a la Iglesia. Otro día las orientaciones pastorales para seleccionar entre todas las que se fueron de alguna manera eligiendo, cuáles eran las orientaciones más urgentes, más necesarias, con una mirada siempre continental.
Muchas conferencias episcopales iban retransmitiendo y alguna inclusive haciendo traducción en simultáneo para hacer todavía más amplio el público. Así que podemos destacar estas dos modalidades que significó una participación mucho más amplia, difícil de cuantificar, pero que se iba reflejando no solamente entre quienes estaban en los grupos de asambleístas, sino también en los que iban dando su opinión o su aporte a través del chat en las redes sociales.
-¿Nos podés compartir una síntesis de los desafíos pastorales que surgieron de la Asamblea?
-El trabajo de síntesis fue muy importante, porque al momento de formular los desafíos se recibían cinco desafíos por grupo, lo que hizo un total de alrededor de 230 desafíos. La Comisión de Síntesis trabajó sobre esos 230 desafíos, muchos de los cuales eran similares. Precisamente el insumo para formular no solamente era el diálogo, sino también el documento de discernimiento o el documento de síntesis de las respuestas en todo el proceso de escucha.
Hubo una gran cantidad de coincidencias y algunas propuestas un poco más novedosas. Todo quedó incluido en la formulación de 41 desafíos finales que después fueron seleccionados por los participantes el viernes expresando cuáles les parecían que eran más urgentes, más importantes a la luz de la realidad del continente americano, es decir, siempre con una mirada no solamente local sino también continental.
De allí surgieron doce desafíos seleccionados. En primer lugar, la cuestión de los jóvenes, el reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la Iglesia y también en la sociedad como agentes de transformación. Ese podríamos decir que fue el más seleccionado.
Esto no quiere decir que los demás no sean importantes. Cada uno de los 41 desafíos, como también la posibilidad de formular nuevos desafíos, van a ser tenidos en cuenta como insumo precisamente para el trabajo pastoral del Celam y de la Iglesia Latinoamericana, adaptándolo a cada realidad de las distintas regiones o los países que integran el Consejo Episcopal Latinoamericano.
Fue muy importante el acompañar a las víctimas de las injusticias sociales–eclesiales con procesos de reconocimiento, reparación, formulado en el mensaje final, todo el tema de los abusos dentro del ámbito de la Iglesia y el hacer todo lo posible para la prevención e impulsar la participación más activa de las mujeres en los ministerios, en instancias de gobierno, de decisión dentro de la Iglesia. El tema de la participación de las mujeres estuvo muy presente, y también hacer todo lo posible para erradicar el clericalismo de la Iglesia, con una mayor participación de los laicos a través de la formación, no solamente en los seminarios, sino también en la formación permanente de los clérigos o también en los mismos ámbitos de formación de los laicos, constatando que muchas veces ese clericalismo no solamente está dentro de las instancias de conducción, sino también dentro de los mismos laicos.
Escuchar el clamor de los pobres, de los excluidos, promover un mayor encuentro personal con Cristo que nos lleve a una conversión personal y pastoral, especialmente centrado en la Palabra de Dios, en la promoción de la oración y del conocimiento de la Palabra de Dios. La defensa de la vida no solamente desde la concepción hasta la muerte natural, sino en todas las instancias de la vida, acompañando las situaciones de mayor fragilidad en el pueblo latinoamericano.
También la prioridad sobre la ecología integral, del cuidado de la casa común, especialmente a partir de los sueños de Querida Amazonia y el acompañamiento de los pueblos originarios y afrodescendientes, ayudándolos, acompañándolos en la defensa de la vida, la tierra y sus culturas. Son doce desafíos marcados como prioritarios, podríamos decir que esto no implica de alguna manera que sean exclusivos.
-¿Cómo se seguirán trabajando estos desafíos y todo lo trabajado en esta semana?
-Ahora se abre un camino, un proceso de ir apropiando estos desafíos y se lo va a hacer con un itinerario anunciado el sábado pasado. En primer lugar va a haber un seminario de apropiación de esto en el ámbito de la Iglesia, tanto del Celam como con los obispos, también de los agentes de pastoral. Un seminario que está programando uno de los centros precisamente del Celam y que va a comenzar en el mes de enero.
Ir trabajando esto en primer lugar dentro de todo el grupo de discernimiento, para luego también proponer la realización de asambleas regionales entre quienes han participado aquí de manera tal de ver cómo ir apropiando esto en cada una de las regiones del continente latinoamericano y del Caribe. Está previsto también la realización de una asamblea extraordinaria del Celam para el año próximo, para que sean los mismos obispos quienes vayan haciendo también una profundización y una apropiación de estos desafíos.
La realización de algunas orientaciones se ha profundizado con estas instancias. Todo este proceso de escucha, de discernimiento y de la conexión, podríamos decir con el Sínodo sobre la sinodalidad que requiere una fase continental que se va a realizar a partir de octubre de 2022. Entonces serán distintas instancias que se van a ir promoviendo y proponiendo a las Conferencias Episcopales a las distintas regiones.
Para ir profundizando sobre esto, teniendo en cuenta que este camino no se cerró con la realización de la Asamblea Eclesial de manera presencial y virtual, abre vistas a la realización o la celebración del Jubileo Guadalupano en 2031 y del Jubileo Universal de la Redención en 2033; será una guía, una luz que nos acompañará en la Iglesia Latinoamericana apropiándose también de alguna manera, en cada una de las realidades específicas que vivan los países. Esto tiene como objetivo hacer una invitación a tratar en cada lugar de discernir y de ir mirando cómo caminar juntos.
-¿Cuáles son los principales aspectos del mensaje final de la Asamblea Eclesial?
-El mensaje final rescató todos los dolores y esperanzas mencionados por los asambleístas durante la semana y también los desafíos; pero sobre todo se hizo fuerte hincapié en reavivar el espíritu del Documento de Aparecida, que era uno de los objetivos de esta Asamblea Eclesial. Sobre todo, se centró en el camino sinodal que está realizando la Iglesia, no solo con vistas al Sínodo, sino como estilo, como forma de ser de la Iglesia que peregrina en América Latina y el Caribe.
Esta participación de todos surge de la igual dignidad de bautizados y con una misma misión, que es la de anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Por lo tanto, este mensaje puso su centro en una Iglesia verdaderamente sinodal, que implica la transformación de la propia mentalidad de cada uno de los cristianos, también de las comunidades. Esa conversión pastoral que estamos llamados a realizar siempre con miras a la evangelización, es decir, al anuncio de la Buena Noticia, o sea, a la misión, el reafirmar ser discípulos misioneros de Jesucristo.
Esto resume el mensaje central que es el final que se dio a conocer el sábado a la mañana y que tenía como objetivo impulsar a esta nueva etapa. La Asamblea no concluyó después del proceso de escucha, discernimiento y encuentro presencial y virtual, sino que ahora continúa con una nueva etapa que será precisamente llevar adelante todos estos desafíos y orientaciones pastorales que se han ido promoviendo.
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