Una degradación moral con prisa y sin pausas… Adolescentes exhiben partes íntimas en boliches a cambio de un espumante
|ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- No es novedad… Ya en los ’70 u ’80 había ciertos “antros” en los cuales se incitaba a la multitud a emprender distintos desafíos, la mayoría de tono erótico. La única distinción es que porteros y/o Seguridad de esos locales tenían clara la consigna: “NO MENORES DE 18 AÑOS”. Era el salvoconducto. Y todos tranquilos. Hoy, el DEScontrol es execrable, pero lo más delicado, lo grave, es que NADIE hace NADA. Así, a través de las Redes Sociales, se viralizaron las imágenes de jovencitas “dirimir” por un espumante, sobre un improvisado escenario. Las presuntamente Menores, aceptan persuasiones del animador y de la horda de excitados, bailando sensualmente como sacándose hasta prendas íntimas. Todo por una botella de alcohol.
Sucedió en Paraná. Tristemente. Nuestra Capital es noticia nacional, y no halagüeña. Un boliche del área portuaria no tuvo mejor idea que proponer a las chicas presentes, a subir al estrado y confrontar por una botella de vino espumante barato.
Así, debían ir consintiendo las órdenes de un animador que hoy es criticado a ultranza, pero solo cumplía con la función que le habían encomendado para ganarse su jornal.
¿Y la ética? Difícil hablar de ética o moral impoluta en locales de estas características. Esa ética que se le exige al locutor/conductor o hasta al dueño del comercio, debe arrancar por la casa, por la Familia, por los tutores, y por qué no… debe proseguir en los recintos legislativos; en Concejo Deliberante, en Cámaras Alta y Baja, con parlamentarios que ganan espléndidos sueldos y tienen iluminados asesores que hace MUCHÍSIMOS AÑOS podrían haber REGULADO convenientemente esto.
Y continúa en la Justicia, donde en tarea conjunta con el Poder Legislativo, se podría atacar de raíz esta coyuntura compleja.
Resulta que un animador arengó a las chicas a hacer todo lo que se animen a realizar por esa botella de alcohol. No pidió DNI, no pidió edad u otros datos filiatorios. No tenía la obligación de hacerlo, salvo que alguien se lo haya advertido y él no tuviese reparos en que se consuma un indiscutible abuso.
Sus “códigos” profesionales lo remitieron solo a esa estricta tarea, estimulada por la avidez voyeurista de los mirones, entre los cuales quizás hasta había familiares o amigos íntimos de las que a la postre, eventualmente, pueden convertirse en víctimas de un ultraje nefasto más allá que se intente naturalizar lo desnatural.
Pero… ¿por qué decimos “quizás”? o por qué no… ¿tal vez? Es que, si nos remitimos al imaginario, y rebobinamos en la historia de la noche argenta, podemos encontrarnos con animadores que “invitaban” a señoritas a subirse a las tablas como si no las conociera y resulta que en realidad eran parte de esa animación, contratadas por el boliche solapadamente para esa función, la cual, a veces solía atraer a otras osadas, a otras acicateadas por la turba, u obnubiladas por alcohol y hasta sustancias prohibidas.
Y hete aquí el punto jurídico. ¿Cuáles son los límites de un boliche nocturno? ¿Cuáles son las normas estrictas, rígidas que no pueden ni deben contravenirse? O… ¿cuáles son los castigos de generarse la flagrancia?
Demos otro ejemplo… ¿Puede un chofer de ETACER o Fluviales poner Derecho de Admisión a SUPUESTAS mujeres, trans, etc, que vienen desde la otra orilla a ejercer la prostitución? La respuesta es SIMPLE: “¿quién es el conductor del micro para sojuzgar a alguien o ponerle un rótulo discriminatorio sin pruebas más que la apariencia? ¿Cuenta con los antecedentes o el perfil de cada pasajero/a/e”.
Y así, a diario, desde hace muchísimos años, trasponen el Túnel Subfluvial incontables señoras, señoritas o cualquier persona de género diverso con potenciales, hipotéticos rasgos particulares inherentes a quienes desarrollan uno de los oficios más antiguos en la historia de la humanidad.
¿Quién controla eso? Debería, obviamente, la Policía de ambas ciudades limítrofes. No ocurre. No sucede. ¿Por qué? Largo de intentar describir y nos saca del eje.
¿Qué debe hacerse con lo acontecido en Puerto Noche? Llanamente, ubicar a quién hizo el o los vídeos, a la o las señoritas que se subió (eron) al escenario, verificar si era/n Menores, al animador, al dueño del boliche, convocarlos de oficio, tomarles las declaraciones pertinentes y dilucidar si hubo alguna clase de ilícito de acuerdo a las leyes vigentes.
Mientras, reiteramos, de una buena vez por todas, elaborar leyes más categóricas y emprender una labor ELEMENTAL tal cual es la de FISCALIZAR.
Aunque, al mismo tiempo, sería fantástico que LAS FAMILIAS tomemos consciencia de lo sucedido para que esto NO SE REPITA no solo por una norma, sino porque hay padres, madres, tutores Mayores QUE DAN EL EJEMPLO, y que NO SERMONEAN sino que DIALOGAN con los Menores respecto a límites concomitantes a los hábitos, a las buenas costumbres, a los peligros, a los riesgos.
Se ha dejado de DIALOGAR en el seno de millones de hogares. La tecnología puede influir, pero en concreto, lo que se ha deteriorado, lo que se ha desgastado hasta la denigración, es el DISCUTIR, el DEBATIR SANAMENTE PRINCIPIOS ÉTICOS Y MORALES con el fin de marcar sendas, caminos, de GUIAR, ORIENTAR con sabiduría, con discernimiento y CON VERDADERO AMOR.
Las fotos, los vídeos de esa noche “de excesos” en la zona del Puerto Nuevo de Paraná deben servir para proferir un nuevo “Nunca Más”, pero en serio…
Podrán comparar estas exhibiciones con otras en marchas, movilizaciones, etc… Pero no es la cuestión de fondo. Precisamos ser EXACTOS. Lo que trasciende no es el haberse presumiblemente transgredido la integridad, el decoro, la decencia. No somos quiénes para juzgarlo o someterlo a análisis exhaustivo.
Por todo lo aquí dicho, nos encantaría escuchar las opiniones del Colectivo Femenino, o del Colectivo LGTBIQ (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer (Término acuñado para definir a todas aquellas personas que no quieren clasificarse bajo etiquetas tradicionales por su orientación e identidad sexual), cardinalmente ya no solo pensando en edades sino en la conjetural “cosificación” de la mujer.
Seguramente entre TODOS, TODAS, TODES podríamos empezar a mejorar algo.