Baloncesto Formativo: ¿por qué padres y madres estamos tan ciegos?
|ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- ¿Qué nos está sucediendo a los padres y madres devotos del básquet? ¿Por qué no miramos con visión aguda lo que ocurre con nuestros chicos? ¿Hacen lo que quieren, lo que les gusta? ¿Se sienten integrados? ¿Se sienten respetados por sus entrenadores? ¿Disfrutan entrenando duro en la semana y luego jugando “minutos migajas”? ¿Gozan ver como sus compañeros talentosos se destacan en casi tres cuartos o directamente en 30 minutos? ¿Se alegran cuando chicos de una categoría Menor intervienen más que ellos o hasta suelen ser “rotados” (relegados…) por ese promocionado? ¿Reflexionamos coherentemente acerca de esta coyuntura?
El Baloncesto Formativo no tiene por meta discriminar entre virtuosos y no diestros. Comprende una franja etaria que comprende niñez, pubertad, adolescencia temprana, media y hasta podríamos en determinados casos referirnos a la adolescencia tardía.
En el desarrollo del jugador, tanto física como psicológicamente, deben contemplarse etapas tales como la Iniciación, el Aprendizaje y el Perfeccionamiento.
Pero vamos a detenernos tentativamente en el ciclo de 5 (cuando el infante vislumbra parte de sus habilidades psicomotrices básicas, y comienza a apreciarse en él su capacidad de coordinación y atención…), y los 17 años (digamos que el “tope” experimental de la absorción de mayores conceptos, más allá que -insistimos- hay excepciones de “explosiones” entre los 17 y los 20 años…).
Si evaluamos lo que debería ocurrir entre los 5 y los 17 años, apreciamos ligeramente la comprensión de los movimientos básicos del baloncesto como pasar, tirar, botar y moverse por la cancha, adaptando los materiales y ejercicios a cada edad, sin perder la premisa de divertirse, de familiarizarse con el material de juego y con las dimensiones del rectángulo.
Progresivamente, aumenta la dificultad de los entrenamientos, se comienzan a aplicar las reglas básicas de juego para aprehender los datos esenciales de lo que será a futuro la competencia misma, incorporando datos primarios ligados a la estrategia, a la táctica.
Con el paulatino desarrollo físico se verá el progreso de las habilidades motoras básicas, aumentando rapidez, equilibrio, resistencia y coordinación, evolucionando las capacidades psicológicas como la concentración, la atención, la confianza o el autocontrol, contribuyendo paralelamente a una óptima mejora en cuanto al desarrollo personal y social, fomentando valores como el compañerismo, el trabajo en equipo, el respeto y la solidaridad.
Ahora… ¿qué sucede si en un club (o varios…) los monitores, los instructores y el entrenador jefe de la Cantera (o coordinador) propenden a “seleccionar” entre “pichones de crack” y arranca un período plagado de discriminación entre sagaces, lúcidos, habilidosos y quienes exteriorizan avances más lentos o hasta evidencian incipientes o hasta aparentes rasgos de inhabilidad, torpeza?
¿Qué ocurre si en un grupo de pibes hay 2, 3, o 4 gurises que “la rompen” y son los que hacen y deshacen a su antojo con la complicidad del técnico?
La respuesta es simple: surgen inequívocamente las frustraciones, las decepciones, los abandonos, las deserciones.
Y ahí nosotros, como padres, como tutores, debemos descubrir eso a tiempo.
Sabemos que es una idea de perfil utópico…, pero ¿y si un día examinamos qué ocurrió con todos los que jugaron con Luisito Scola, con Manu Ginóbili, con Pepe Sánchez y tantos ídolos más? ¿Qué fue de sus vidas? ¿Cuándo dejaron el básquet? U otra pregunta… ¿no tenían ellos los mismos sueños que los a la postre Súper Astros del deporte que tanto amaban?
¿O parece que no sirven incontables ejemplos de Súper Cracks que estuvieron a punto de largar porque recibieron innumerables cachetazos (desprecios) y de repente apareció alguien que se interesó en ellos?
¿Qué nos pasa a los padres que bancamos compra de indumentaria deportiva, cuotas societarias, aranceles deportivos, nos hacemos cargo de controles médicos, afrontamos recuperaciones/rehabilitaciones de lesiones, aceptamos compra y venta de toda clase de productos comestibles a modo de cooperación, viajamos con la gurisada a todos lados, y tenemos que bancar entrenadores ácidos, mordaces, insultantes, desmoralizantes, “Figuritas” que juegan en casi todas las divisiones superiores a la propia y hasta determinan formación de cuartos o cantidad de tiempo en cancha del resto, “camarillas” entre los más diestros y que el resto acompañe o se relegue…?
¿Por qué tanto conformismo? ¿Por qué no dialogamos más con nuestros críos y les preguntamos si están realmente cómodos amén de estar con sus amigos, con sus “banditas”? ¿Por qué no conversamos y les preguntamos si en este crecimiento personal les resulta confortable vivir postergados, estancando sus propios crecimientos a costa de la proyección de 2,3, o 4 “Estrellitas”?
¿Por qué si somos los que bancamos el básquet en un club no exigimos más a dirigentes y entrenadores, y nos involucramos más con presencia activa en las decisiones “íntimas” que se cocinan puerta adentro de subcomisiones?
¿Por qué un día de estos no nos animamos a decir “basta” con manejos que tienen evidentemente caminos contrarios a lo que debería significar un club USINA DE BUENAS PERSONAS Y DE BUENOS DEPORTISTAS, sin privilegios de aleatorios “Estrellatos” o de cuantiosas conquistas de títulos?
¿Algún papá o mamá meditó que mucho de lo que se ve en la política argentina, en los gremios, sindicatos, asociaciones, federaciones, cooperativas, mutualidades, etc, etc… se refleja también dentro de las instituciones?
¿Por qué tantos dirigentes, tantos entrenadores mantienen una posición de liderazgo perenne o imperecedera? ¿Por qué en esos mismos espacios se reeditan páginas idénticas de su historia y no hay transformaciones fecundas?
¿No lo han analizado? ¡Los invitamos a hacerlo!
“Nadie quiere agarrar la posta; todos reclaman, demandan, pero a la hora de estar, se borran”, es la teoría utilizada por un amplio segmento dirigencial. Y algo de razón tienen. Innegable.
Lo que se omite expresar al mismo tiempo es que no hay una cultura sensible de impulsar sucesiones productivas, de sembrar asiduamente procesos sucesorios, vaya uno a saber por qué razón…
Si alguien disiente con este enfoque, que confiera pruebas de cuántas mesas directivas se renuevan en su totalidad cada dos a cuatro años (plazo “prudente”, digamos).
Nos encantaría emprender un censo de cuántos dirigentes comenzaron sus gestiones (en ciertos casos riquísimas y loables) hace décadas, y hoy conservan sus influencias, o en el devenir de los años fueron sembrando herederos que hace muchísimos años manejan esas instituciones.
Y se alaba el espíritu filantrópico, altruista, la abnegada vocación, los sacrificios denodados, y hasta lo que invirtieron de sus bolsillos sin retorno. Pero no se contempla lo que se pudo hacer distinto, cómo se pudo dar una vuelta de rosca y propender a transparentar cuentas, a renovar proyectos o profundizar una férrea autocrítica y explorar qué se hizo no tan bien divisando que centenares de chicos han abandonado, han quedado en el camino por políticas deportivas estériles y hasta perniciosas.
Por ello es que ojalá nos lean muchos padres, muchas madres. Y es nuestro deseo que recapaciten sobre el rol que deberían lucir para prescindir de viejas prácticas de quienes lideran autocráticamente por el mero hecho de no haber descendientes interesados en suscitar metamorfosis.
Concluimos, explicando qué nos movió a esta Columna. Curiosos, como siempre, repasamos lo ocurrido este fin de semana con la Liga CABB 2018 U15 (Argentino de Clubes).
Fuimos a las estadísticas que aporta la Confederación y nos molestó mucho, DEMASIADO, ver cómo se repartieron minutos.
Nadie se resiste al Archivo… Pueden pasar, y ver https://www.argentina.basketball/ver/noticia/el-argentino-de-clubes-u15-ya-tiene-14-semifinalistas o en https://www.argentina.basketball/ver/noticia/locales-con-puntaje-perfecto-en-el-inicio-del-argentino-de-clubes-u15
Así contemplarán que hubo partidos con promedio 18 puntos de luz entre vencedores y vencidos, y chicos que ¡HASTA NO JUGARON!!! O si lo hicieron, contaron con un promedio de no más de 8 minutos entre dos juegos.
Y lo más grave fue que con 15 años…, haya 3, 4 o 5 chicos tuvieran 30 minutos de protagonismo contra un resto que se repartió el placer de jugar, con otros grupos que promediaron entre 10 y 14 minutos.
Sostenemos… Partidos con holgada luz, no parejos, no reñidos.
Por las dudas, nos referimos a lo GENERAL. No hablamos de Ciclista o el CAE (siempre hay susceptibles…). Estudiamos los 32 conjuntos.
Por ejemplo, Riojano perdió por 38 con 9 de Julio de Bahía y hubo 4 jugadores que participaron no menos de 24 minutos de promedio. En tanto, en los bahienses, hubo 4 jugadores que no superaron un promedio de 10 minutos con semejante brecha.
Inca Huasi de San Juan le ganó por 30 a Murialdo de Mendoza. En el vencedor hubo 4 jugadores que tuvieron menos de 6 minutos de promedio en cancha. Y en el vencido hubo 4 con menos de 9 minutos pese al castigo.
Independiente de Neuquén derrotó por 26 a Boca. Los triunfadores tuvieron a 2 jugadores con menos de 5 minutos de intervención y uno hasta no jugó.
Petrolero Argentino vapuleó a Unión Obrera de Río Grande por 34 de margen. En el team de Plaza Huincul hubo 5 jugadores que promediaron más de 22 minutos, 2 jugadores que completaron 30 minutos y el resto no intervino en más de 10 minutos.
Cultural Arroyito doblegó por 49 a Acción de Roque Saenz Peña y en el ganador hubo dos jugadores con menos de 4 minutos promedio.
Por último, (sobran otras muestras…) Gimnasia y Esgrima de Rosario venció por 63 a Estudiantes de Formosa. En el elenco rosarino hubo 2 jugadores con menos de 8 minutos.
Cerramos… ¿Por qué no nivelar? ¿O este Torneo es tomado por los entrenadores como una vidriera para ellos y para su selecto grupo de “proyectables”? ¿Entonces los 6, 7, u 8 restantes sirven para que se concrete el viaje? ¿Para que las vedettes centrales (no más de 4 de promedio…) se luzcan?
No debería ser así el Baloncesto Formativo. Estamos absolutamente en contra. Queremos y creemos en un básquet en el cual TODOS puedan desarrollarse integralmente.
¿Qué dirán estos chicos que casi no juegan? ¿Se conformarán? ¿Serán felices por el mero hecho de ponerse una camiseta? ¿Cómo se sentirán esas familias que los acompañan a todos lados y ven lo poco que juegan o que no juegan?
Podemos TOLERAR (resignadamente) que en juegos reñidos y decisivos se “ponga toda la carne en el asador…”, a todos nos gusta ganar, es veraz, incuestionable.
Pero en partidos con diferencia mayor a 17/18 puntos es inaudito que los menos dotados jueguen menos de 10 minutos.
No se logra la holgada ventaja definitoria en los últimos segundos, es un proceso, claro está. Pero por ello hay que foguear a todos, hay que concederles la chance a todos de jugar en trámites “chivos”. Ahí es donde más se van forjando personalidades.
Concluimos… Este humilde escrito es subjetivo. Una opinión. Un parecer. No tenemos la razón, pero sí, deduciendo con intelecto, cada uno va a saber que le cabe el sayo a quien le corresponda.