Bahl y Spasiuk unidos por el acordeón
|En el marco del Ciclo de Extensión y Actividades Culturales por la re-inauguración de la Escuela de Música, Danza y Teatro “Prof. Constancio Carminio”, el “Chango” Spasiuk anduvo por Paraná para disertar en una Charla Abierta promocionada por la Uader. El artista misionero, en el Salón de Actos del renovado edificio, tuvo como ilustre espectador al ministro de Gobierno Adán Bahl, candidato a vicegobernador de la Provincia y un reconocido cultor del acordeón en esta Región. Galería de fotos.
Intentar encajonar su música es una tarea en vano. Hay chamamé, por supuesto, pero los sonidos van más allá de eso; forman parte del pequeño y gran universo del estilo Spasiuk.
Según Spasiuk, hay un terreno imposible de describir con palabras que es el de la música, desde los sonidos hasta la creación. Lo que sí le interesa dar a conocer es su mirada sobre los alcances de ésta, repensar sobre la enseñanza, el lugar que debe ocupar el silencio y la manera de relacionarnos como sociedad.
Para resolver lo indescifrable de la creación, Chango sabiamente dice: “es música” y no hay mucho más por aportar; pero para conocer parte de su mundo, hay que escucharlo y entender por qué su vida está atravesada por melodías que van desde el litoral, pasando por el tango o la música de cámara.
Contó que su música se nutre de los padres, de la carpintería de sus padres, de su mamá curándole el ojeo y el susto, del patio, de la siesta, del monte, del arroyo, de los músicos de aquel entonces, de la galleta, de la mandioca, de la mandarina, del mango, del mate cocido, del coco y de la pitanga.
Con nostalgia narró que tuvo su primer acordeón a los 12 años, con el que tocaba en fiestas, casamientos y otros eventos junto a su padre y un tío en la Orquesta Lucas.
Rememoró el debut en el Festival de Cosquín de 1989 y que ese mismo año fue invitado a tocar en el festival Eurolatina de Holanda.
Reconoció las influencias de Isaco Abitbol, Tránsito Cocomarola, Blas Martínez Riera, Montiel, y otros grandes compositores clásicos de chamamé, como gratificó que fuese tenido en cuenta por Divididos, Mercedes Sosa, La Mississippi y Los Chalchaleros entre otros.
Recordó las escuelas y los colegios donde estudio. Rememoró su paso por la universidad, donde no rindió ninguna materia, pero valoró que “era la primera vez que escuchaba tanta música. Ahí hay dos hábitos que incorpore en ese año 1987 y que fueron para toda la vida, una es la lectura y el escuchar la diversidad de la música. La diversidad vista como un tesoro y no como un problema”.
Valoró que la Universidad “sirve para cristalizar que tipo de persona quiere ser uno para la sociedad”.
Fue recordando todas esas emociones que lo atravesaron en su vida, de cómo son reflejadas en la actualidad en su música.
Agradeció el acompañamiento de su familia, su esposa Rita y su hija.
A los jóvenes les pidió que “tengan paciencia, porque estamos viviendo en una sociedad que te pide resultados inmediatos. Que seas exitoso, la sociedad te pide que le des algo constantemente”.
“Hay que saber esperar 30 años, como para encontrar tu sonido, encontrar tus ideas. Para descubrir que es lo que querés hacer, si querés dedicarte a la música, al arte, al servicio o a lo que sea. Hay que tener tiempo y no dejar que la sociedad te empuje a simplemente servir, buscando resultados inmediatos. Sin disfrutar de la búsqueda, de la lectura, del estudio y de la disciplina y de disfrutar de donde estás parado” afirmó el músico.
Si bien contó que “El Teatro Colón es como un templo de la música para los argentinos, es el auditorio más bello que hay, el espacio de la cultura, un espacio cargado de contenidos y, cuando venís de una tradición tan marginada y tan subestimada como el chamamé, poder expresarte espontáneamente dentro de ese ámbito es muy simbólico”, del mismo modo aclaró que “Tocar dentro del teatro no legitima nada, lo que sí siento es que algunas cosas simbólicas se dan ahí y uno las celebra. La gente y el público que sigue mi música celebraron de la misma manera la oportunidad de que ese mundo sonoro de la Argentina se exprese en ese contexto”, y para completar la idea reflexionó: “si no disfrutas de dónde estás parado nunca vas a disfrutar lo que esté por llegar. Porque cuando llegue lo vas a sentir absolutamente vacío. Sí disfrutas de donde estas parado vas a disfrutar de todos los regalos que te está dando la vida”.
Pidió que se vuelva a valorar el simple hecho de estar vivo, pudiendo ejecutar un instrumento o simplemente vivir en familia y hacer los quehaceres cotidianos, que eso mismo es un milagro.
Él es así, simplón, hasta por momentos tímido; se lo vio feliz del simple hecho de poder moverse, tocar el acordeón y sentarse en una ronda a crear sonidos con sus nuevos apóstoles.
Al preguntársele respecto a si cuando compone chamamé prima en él más la tristeza o la alegría, aseveró: “Una de las particularidades de la tradición en la que yo estoy parado es que es una música por momentos muy alegre pero también por momentos de una profunda melancolía, de añoranza. No podría decir es una música alegre o es una música triste. Es una música en donde conviven esos dos impulsos espontáneamente. Yo no estoy pensando dónde me paro ahora: ¿en la alegría o en la melancolía? En realidad, la música es la vida y uno crea un mundo sonoro donde se expresan todos esos aspectos. Tal vez con una misma canción alguien sonríe y otro añora su infancia, alguien celebra y otro se pone melancólico, porque ambas energías están en esa construcción estética”.
Y no paró allí su explicación, “la música es una herramienta de entretenimiento en la superficie, pero en el corazón es una herramienta de reflexión, de introspección y de ir a un saboreo, de ir en búsqueda de un estado en el cual uno puede resignificar todos los acontecimientos de la vida, la música es una oportunidad para ello, y ese es un lugar no conceptual, ese no es un lugar para pensar, es un lugar para sentir, es un terreno sin palabras, es de saboreo, me gusta esa palabra, como quien saborea una comida que está rica, mientras la saborea no está explicándola, simplemente la saborea, de eso se trata”.
Por las dudas, enfatizó además “me gusta quitarme de esa imagen del músico bohemio en la madrugada, sufriendo en el piano y sintiendo que está por salvar al mundo con su obra, me parece un lugar un poco naif. Mi proceso es sumamente simple, cotidiano y doméstico, entre los hijos y la casa y todas las distracciones cotidianas pero con un piano. Solamente lo que es más tradicional lo compongo en el acordeón. Lo que suena muy tradicional lo compongo en el acordeón, lo que no suena tan tradicional es música que he compuesto en el piano. Es como un papel en blanco y en el cual uno traza pequeñas formas y va tratando de llegar a algo, pero no es que siento que compongo una canción, en realidad una o muchas canciones terminan siendo una sola canción. Es como si solamente te dieran una canción para toda tu vida y vos la vas tocando todos los días y cada vez tratas de hacerla mejor, que no es hacerla más compleja, a veces hacerla mejor es ir en un proceso de despojarla, sacando todo lo que sobra, simplificándola, el desarrollo de un lenguaje no es necesariamente volverlo cada vez más complicado, a veces es volverlo cada vez más simple y con menos elementos. Mi proceso de composición es ese. A veces me siento un rato y toco, después al otro día retomo la idea”.
La charla era riquísima en matices y por allí surgió su gusto por la música clásica, allí otra vez se propuso clarificar cuestiones “no quiero ponerme a decir cuáles son las mejores o las peores músicas. No hay mejores ni peores, pero en todas las expresiones populares y en las construcciones de las respectivas músicas folklóricas de cualquier lugar del mundo, que son todas tan bellas, tan hermosas, viajes donde viajes siempre encuentras músicas muy bellas, como si fuese una flor silvestre, pero más allá de todo eso uno no puede negar que la historia de la humanidad ha dado grandes hombres y hombres de una dimensión muy inmensa, hombres como Beethoven son de esos hombres y cuando escuchas esa música —que tiene doscientos años— tiene una vigencia, una universalidad y una totalidad contundente. Escuchar una sonata de Beethoven en el piano es abrumador, entonces yo siento una profunda admiración por esas construcciones estéticas y siento que en ellas hay un manantial inagotable. Muchos podrían decir “pero en las músicas folklóricas las hay”, sí, las hay, ellos también bebieron de las músicas folklóricas, pero hicieron una recreación de ese manantial de una manera irrepetible. Cuando escuchas eso dices ¡qué hermoso espejo en el cual mirarse!”.
Sin haberlo planificado continuó expresando: “Beethoven ss como un manantial interminable y a mí me gusta beber de ese manantial, pero no porque quiera tomar elementos de ahí, sino porque siempre siento que es nada más que un remanso para mi corazón y que es un lugar bello, es una de las bellezas del mundo, una belleza que vale la pena saborear. Hay hombres y hombres, pero Beethoven es un hombre con todas las letras, para el arte, por ejemplo. Hay muchos y la humanidad ha dado muchos de esos regalos, pero él es uno de esos regalos y yo lo tomo como parte de mi vida”.
Spasiuk se mostró entusiasmado por el feed back por ese ida y vuelta fecundo. Al consultársele acerca de si le gusta enseñar, no vaciló en responder “Una cosa es saber y otra saber enseñar o transmitir los contenidos. No sé si sé enseñar. Honestamente, todavía siento que estoy aprendiendo. No creo ser un buen docente todavía, no sé si lo seré. Para ser docente hay que ser menos egoísta y yo creo que lo soy, aunque pareciera que soy muy generoso con mi música en el fondo no lo soy, quiero usar mi tiempo para aprender más todavía.
En el cierre admitió que “la vida me ha regalado muchas cosas y me ha dado mucho más de lo que yo esperaba, aunque en el fondo hay algo de uno que es insaciable, entonces uno dice ‘cuánto he recibido’, pero en algún lugar quieres más, ahora no sé qué más”.
La charla con Bahl
¿Qué podemos decir del encuentro de acordeonistas, entre el artista misionero y el político entrerriano?… Versó sobre rescatar nuestra cultura, nuestra identidad, nuestra música, nuestra literatura, nuestro arte.
Bahl contó que en su carácter de ministro pero además de músico, fue invitado por la decana de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la UADER, Rosario Badano.
“Además de las experiencias y buenas historias que tienen al acordeón como protagonista también conversamos sobre la creación de talleres de éste instrumento dentro de la Escuela teniendo en cuenta que el acordeón es representativo de nuestra provincia”, consideró el candidato a vicegobernador de Entre Ríos, quien agradeció a las autoridades de la Facultad, a Eduardo Issac, responsable de la carrera de la escuela y a los profesores “por la invitación y el cálido momento que compartimos junto a tan destacado cultor como Spasiuk”.
“Spasiuk está entre los exégetas renovadores, que por su estilo, por su expresión interpretativo, promueven que el chámame sea admirado por todos los públicos del mundo. Su vida y su persona están absolutamente reflejadas en su música y con cada cambio arremete con pasión tras un nuevo desafío: crecer. No importa qué estilo es, vale la pena escucharlo; él es un estilo”, finalizó.