Bahl ofreció su corazón y exhibió un lado inusual de la política
ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- “No se puede gobernar sin amor al pueblo y sin humildad. El gobernante, hombre o mujer, que ama a su pueblo es un hombre o una mujer humilde”, dijo el papa Francisco a mediados de septiembre del 2013 desde el Vaticano. ¡Cuánta verdad! ¡Cuánta razón! “Un gobernante que no ama, no puede gobernar: podrá, en todo caso, disciplinar, poner un poco de orden, pero no gobernar”, resaltó. Si proyectamos esa meditación al presente de la política entrerriana, Sergio Urribarri deberá reflexionar profundamente en lo inherente a los rumores y/u operatorias que inquietan, perturban, generan especulaciones nocivas.
“Cada hombre, cada mujer, que debe tomar posesión de un servicio de gobierno, debe hacerse estas dos preguntas: ¿Yo amo a mi pueblo para servirlo mejor? ¿Soy humilde y escucho a los demás, las distintas opiniones, para elegir el mejor camino?“, exclamó el ex arzobispo de Buenos Aires.
“Si no se hace estas preguntas, su gobierno no será bueno. El gobernante, hombre o mujer, que ama a su pueblo es un hombre o una mujer humilde”, sentenció Francisco.
Traslademos ello al hoy de la política entrerriana. ¡Cuántos murmullos tendenciosos! ¡Cuánto abuso de la mediatización para imponer operaciones contrahechas, mezquinas!
Lo extraño, lo paradójico, es la aparente falta de valentía, de coraje, para evitar el contubernio, la componenda que sigue alejando a nuestras autoridades de su Pueblo y hasta pone en vilo, en riesgo, a quienes han expuesto sus claros posicionamientos, inclusive miembros de la propia ciudadanía ilusionados con los valores trasuntados por tal o cual precandidato.
Vimos ayer a varios colegas preguntarle al Señor gobernador de la Provincia acerca de los dimes y diretes que se exhiben en distintos medios de notable influencia en la materia. La respuesta de Urribarri, con sonrisa perspicaz, histriónica incluida, dejó al desnudo que el o los operadores de la maquinación intrigante habían ganado este round.
ALGO se venía cavilando y si bien no se constituía en novedad asombrosa, ocasionaba atisbos de crisis, síntomas de fracciones, alborotes. Misión 1, CUMPLIDA, por los arteros promotores de dilemas en pos de dividir, e imperar.
Con la complicidad de comunicadores sagaces, se lanzó una hipotética Fórmula Única, despojando -tentativamente- una vez más a Paraná de la máxima investidura, aspiración que no se concreta desde las épocas de Moine (‘91 al ‘95) y Montiel (‘83/’87 y ‘99/’03).
Sí, sí… 12 años de mandato concordiense, a lo cual podríamos sumar si no nos falla la memoria, que el último gobierno constitucional previo a la Dictadura y/o a las Intervenciones de Facto, estuvo a cargo de Enrique Tomás Cresto.
Adán Humberto Bahl, con su hablar mesurado, prudente, respetuoso, amable, digamos que campechano, cautivó al paranaense, sedujo al elector capitalino y de Paraná Campaña.
Logró lo que muchísimos políticos no habían logrado: atraer al elector común, -ese que NO MILITA-, a escucharlo, interesado en conocer cuál es su propuesta, sin tener atrás a un puntero que lo arrastre a ello y/o mucho menos verse seducido por un chori, un vinito, una cerveza, algunos mangos o laburitos en la Administración.
Lo dijimos tras el acto en el Club Talleres… El ministro de Gobierno, y precandidato a gobernador había conseguido cautivar, embelesar a una multitud poco habituada en este nuevo período democrático a invertir un lapso de sus vidas en aguzar el oído respecto a la proposición de un político.
Bahl lo hizo. Repetimos hasta el hartazgo… SIN PUNTEROS que movilicen. Solo con su carismática figura. Y nos cuentan colegas del Interior que algo similar ocurrió en sus últimas visitas por la zona de la Campaña con vecinos dirigiéndose a clubes o escenarios de actos portando sillas, reposeras y lo más sugerente: concurriendo en FAMILIA.
No es poco… Claro… Es RARO, EXTRAÑO para la vida cívica de hoy en día. Sin embargo, amén del atractivo, del don del candidato, quizás haya un saludable propósito de comprometerse, de participar.
Y eso debe ser aprovechado por el resto. No debe interrumpirse. Debe propiciarse soslayando intereses sectarios! ¡Ya basta de pactos abusivos! ¡Mucha perorata… Mucho palabrerío hipócrita!
Entre Ríos dio un enorme salto cualitativo bajo Gestión Urribarri. No me queda la menor duda… Hemos tenido un BUEN gobernador, más allá de altibajos, de fluctuaciones u oscilaciones ligadas al momento del país y a los sacrificios que se deben emprender en pos de evitar fracturas inconducentes entre Nación y Provincia.
Sí, sí… Hay deudas. Hay compromisos postergados. Hubo decisiones controvertidas en lo que hace a distintos ámbitos. Elecciones polémicas. “Sacadas de mano” injustas. Olvidos. Desmemoria. Amnesias, respecto a quienes fueron (y siguen siendo) 100 % LEALES. Enamoramientos incomprensibles para quienes creemos que la HONESTIDAD es vital en la política. Pero la balanza se inclina inobjetablemente hacia el HABER. Mal que le pese a sus detractores.
Consideramos enfáticamente que si la astucia es la habilidad para engañar y lograr artificiosamente un fin, sus consecuencias son graves cuando se la practica en este terreno. De allí que los actos de quienes gobiernan o aspiran a hacerlo, deben reflejar no sólo responsabilidad sino también verdad, pues repercuten en toda la sociedad.
Los malos ejemplos abundan, aún en la específica -POSITIVA- Gestión Urribarri, y llevan a pensar que la honestidad, como valor determinante en la consideración y seriedad de un país, necesita ser MÁS tenida en cuenta y/o NO DESPRECIARSE.
Las versiones esparcidas en las últimas horas, han repercutido categóricamente en las Redes Sociales y/o en Foros de Opinión.
Hay una REMARCADA indignación de la gente y esa señal no puede pasar desapercibida para un Urribarri que precisa designar un heredero no solo confiable para él sino para el VOTANTE.
Omitir ello, ignorar ello, puede deparar un futuro borrascoso para las intenciones del Oficialismo no solo rumbo a las PASO. Y cuidado con la lectura de esta Editorial… No procura estropear la excelente visión que se vislumbra acerca del pretendiente de los pagos de Concordia, Gustavo Bordet.
Valoramos los kilates del hoy intendente de la ciudad emplazada sobre la orilla hidrográfica derecha del río Uruguay. No están en tela de juicio sus aptitudes y menos su honorabilidad.
No es el fin de estas líneas desprestigiar su rico currículum… Sí, como paranaenses, no podemos desconocer el clima enrarecido que ha provocado el cuchicheo germinado desde, quizás, tal vez, algún despacho de la Casa Gris sin el principal aval.
“Los que quieren tratar a la política y a la moral en forma separada nunca entenderán nada sobre ninguna de las dos”. Eso escribió Jean-Jacques Rousseau, y estamos de acuerdo.
La práctica de la política no sólo puede, sino que debe conciliarse con los imperativos de la honestidad. Pero, ¿qué es la honestidad o la deshonestidad en un político? ¿Es posible siquiera que un político sea honesto?
La pregunta llega al corazón de la democracia. Cuando los electores descalifican a los políticos por deshonestos, los movimientos antidemocráticos florecen. Sin embargo, todos los políticos saben que la ambigüedad y la componenda tienden a triunfar sobre las verdades universales.
Una postura ingenua, utópica y moralista es igual de deshonesta. Quienes la predican, deploran la aspereza y la relatividad de la política y hacen llamados inútiles para el renacimiento moral.
Un político honesto no es crédulo o cándido, y sabe que con frecuencia es necesario ser paciente, hacer arreglos y seguir una política de pasos pequeños. Sin embargo, mientras busca las metas parciales, no pierde de vista los objetivos más amplios. En resumen, aplica un pragmatismo basado en principios, en el valor para circunstancialmente decir cosas desagradables, pero siempre con una actitud constructiva.
En los países democráticos, los votantes pueden castigar la deshonestidad en las urnas y la honestidad política no es responsabilidad exclusiva de los políticos. La opinión pública también debe desempeñar bien su papel. Después de todo es más probable que la honestidad política se arraigue en una sociedad caracterizada por una cultura de tolerancia, solidaridad e igualdad en los derechos individuales.
En definitiva, ninguna teoría y ningún análisis, pueden librar a los políticos del examen de conciencia, de preguntarse qué es honesto y qué no lo es a la hora de enfrentarse a una decisión política. El político honesto está dispuesto a soportar esa carga.
La historia no es un idilio y las biografías de los políticos no se parecen a las vidas de los santos. Paradójicamente, si todo el mundo fuera honesto, no es descabellado pensar que la política resultaría superflua.
Eso no significa que no podamos identificar a los políticos honestos cuando nos encontramos con ellos.
Emmanuel Kant describió a dos tipos de políticos. El “moralista político” busca “forjar la moral” según las necesidades de la política entendida como un juego cínico.
El segundo tipo de Kant es el “político moral” que rechaza el pragmatismo cínico pero que no cae en la moralización ingenua. Un político honesto es alguien que considera a la política como una herramienta para alcanzar el bien común.
Bahl ha reafirmado con creces, ha abogado con firmeza, por anteponer una conducta loable cercana a los vecinos esgrimiendo un posicionamiento inherente al del “político moral”.
La actitud, la posición de Bahl, atrajo, sedujo, embelesó a una amplia porción del electorado.
No obstante, en Paraná, pese a su población, sumado a la cantidad de electores de la Campaña y otras localidades donde su impronta ha forjado notable afinidad y/o simpatía, se deslizó el consistente ruido en cuanto a que la Fórmula Única lo bajaría al rol de vicegobernador, función para nada suprimible pero… no es lo mismo gobernar que secundar y ESENCIALMENTE, no condice con todo lo disertado, con todo lo pregonado, con toda la arenga manifiesta en cada escenario a lo largo y ancho de la provincia.
Hay perplejidad… hay atribulación, pero también hay fe en que todo se haya tratado de una manipulación informativa. Ahora… de concretarse, los pronósticos, las perspectivas, se tiñen de una incertidumbre inconducente pues de modo inexorable, habrá que variar la retórica con un argumento, con un fundamento que renueve la confiabilidad y nos da la impresión, que, ya no sería lo mismo otorgando un triunfo fundamental a los ejecutores de operaciones desestabilizantes, adecuadas, adaptadas a sus viles negociados.