La Plata devastada y con un creciente reclamo popular
|Una ciudad arrasada por la peor inundación de su historia vivió otra jornada de miedo e indignación. Al menos un enfrentamiento entre piqueteros y policías, la creciente ola de rumores de saqueos -algunos confirmados- y la certeza de que el número de muertos seguía en alza conformaban un dramático cuadro.
El trabajo solitario de la gran mayoría de los vecinos que habían iniciado la reconstrucción de sus viviendas, apoyados en una espontánea e inconmensurable campaña solidaria, contrastaba con la realidad de los cientos de personas que, hasta anoche, buscaban desesperadamente noticias sobre sus familiares desaparecidos.
El número de muertos por la inundación creció: eran 51 (25 mujeres y 26 hombres), según informó el gobierno bonaerense. El ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, precisó que se registraron casi 6000 viviendas y no encontraron más víctimas. Ése es “el listado final”, dijo. Y añadió: “Más de la mitad [de los muertos] han podido ser encontrados por sus familias para realizarles sus respectivas sepulturas”. En ese listado figuraba Lucila Ahumada de Inama, de 82 años, integrante de la organización Abuelas de Plaza de Mayo.
Otra inquietud gravita en la atmósfera: muchos vecinos dicen aún hay personas desaparecidas. Casal precisó que se habían hecho 110 denuncias por desaparecidos en el 911, de los cuales 106 fueron encontrados vivas y cuatro, muertos. De otras 60 denuncias, realizadas en otras dependencias, 53 personas fueron encontradas con vida y los restantes avisos fueron desestimados. Hubo, además, 16 pedidos de búsqueda por medio de las redes sociales: 14 fueron hallados con vida; uno, muerto, y el restante no existía: era una broma.
En San Carlos, uno de los barrios más afectados de la periferia de la ciudad, los vecinos contaron que dos niñas desaparecieron pese a que los habitantes hicieron una cadena humana para intentar rescatarlas del agua. “Pasaron dos niñas y se fueron por las alcantarillas. No pudimos rescatarlas, pese a que hicimos cadena humana. No sabemos quiénes son”, dijeron.
Estela, que ayer aún estaba en un centro de evacuados de 137 y 61, contó que aún no sabía nada del más pequeño de sus sobrinos. Estela vive en Los Hornos, al igual que su cuñada, que -contó- perdió a su bebe el día de la tormenta, cuando debió escapar del agua que ganaba su casa. A los más grandes, los tomó con las manos; a los del medio los trabó entre sus brazos y el torso, y al bebe lo puso en su pecho, sostenido con la ropa. “Cuando salió del agua, se dio cuenta que había perdido el bebe”, contó Estela con voz trémula.
“No sabemos nada de eso. Menores no tenemos nada. La gente brinda información que no es exacta”, dijo Marcelo Seal, jefe de Siniestros, que ayer comandó el operativo de rescate en arroyos y cauces de agua de la ciudad. Más tarde, en la conferencia, Casal dijo que habían chequeado una por una las denuncias sobre niños muertos o desaparecidos y que no se había encontrado ninguno. Las víctimas mortales de la nómina tenían entre 20 y 96 años.
Así pues, pese a que desde el gobierno se hablaba de una lista definitiva, seguía flotando en la atmósfera una premonición desgraciada: aún continuaban los rastrillajes en los arroyos y en las calles anegadas de los barrios más castigados, así que podían aparecer más cadáveres.
Mientras, tanto, según el gobierno, 514 personas permanecían en los centros de evacuados. De lo que no tenía idea el gobierno era de la cantidad de autoevacuados; en las recorridas que hacen los medios por los barrios más afectados se encontró con decenas de casas vacías, abandonadas por sus habitantes.
Crecía, a su vez, el temor ante los saqueos y se multiplicaron los piquetes. El ministro Casal aseguró que hubo 16 denuncias de saqueos, pero que cuando la policía se acercó a los lugares comprobó que no se habían cometido esos delitos. La Cámara de Comercio, sin embargo, afirmó que sí habían existido esos atracos. No sólo se hablaba de robos a comercios; también fueron víctimas de robos personas solidarias y organizaciones no gubernamentales que intentaron acercar mercadería a los barrios castigados de la periferia.
“Estamos trabajando a puertas cerradas por los saqueos. Ya en la calle Cantilo cerraron todo, por miedo”, dijo anoche la dueña de la fiambrería NaNo, en camino Belgrano y 11, en las afueras de esta capital.
En la otra punta de la ciudad, en Villa Elvira, Elba Tibursi, que se presentó como titular de la Sociedad Protectora de Animales, dijo: “Están saqueando a personas y organismos que se acercan a traer mercadería. No pueden pasar. Que venga el Ejército”. En ese barrio, contaron los vecinos, habrían saqueado una feria de las llamadas “saladitas”, y proliferaban los piquetes.
En el salón de las banderas, Martín Ferré, ministro de Desarrollo Social, dijo que estaban llegando a todos los barrios para brindar ayuda. “Sepan que no hay barrios con conflictos”, aseguró.
Pero en Villa Elvira decían otra cosa. “Acá la gente se siente olvidada. Va a pasar cualquier cosa: saqueos, muertos. Llega poca ayuda. Necesitamos colchones y frazadas. No hay con qué taparse”, dijo Pablo, un vecino de ese barrio, en uno de los piquetes de la zona. María Cristina González, en otro de los piquetes del barrio, contó: “No podemos acercarnos a los centros donde dan cosas porque si vamos, nos roban las casas”.
En el ministerio, Casal confirmaba que se habían registrado 18 concentraciones de vecinos, que el prefería no llamarlas piquetes. Muy entrada la noche, en 91 y 123, Berisso, un policía sufrió una herida leve de bala cuando impedía que saquearan dos camiones con colchones que se dirigían al club El Carmen, en ese distrito, donde están evacuados cientos de damnificados del temporal, confirmaron fuentes de la comisaría 1a. de Berisso.
“No los dejaban pasar e intentaron saquear los camiones, pero no pudieron. Un policía sufrió el roce de una bala en uno de sus pies”, explicó la fuente. Curiosa respuesta se había dado desde el Ministerio de Justicia y Seguridad: desmintieron el hecho y dijeron que la noche estaba tranquila, que el temor de los vecinos respondía más a la psicosis que a la realidad. Cerca de la medianoche, en 80 entre 13 y 14, otro grupo de encapuchados saqueaba un depósito de colchones. La Plata luce devastada.