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Una Nación es tan grande como grande es su proyecto educativo

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Un país tiene futuro cuando se prioriza y valora la educación. Aulas abiertas, docentes enseñando y alumnos estudiando, es la mejor forma para lograr resultados para una formación de excelencia. Sin embargo, como ocurre desde hace décadas, finalizadas las vacaciones recién surgió a la luz el reclamo de los gremios y las respuestas gubernamentales inherentes al deber y/o deuda de jerarquizar la tarea de los maestros y profesores, como otorgar las comodidades óptimas para el normal desarrollo de clases y/o cátedras. Es una lamentable tradición, solo se da una protocolar negociación, pero cada parte impone estérilmente sus pareceres. ¿Resultado?: lo usual… Muchas provincias no arrancaron sus ciclos lectivos o la apertura de los mismos se produjo con paros sin sentido.

 

¿De qué prioridad para la Educación se habla, si no se ha solucionado uno de los problemas fundamentales como es el que los responsables de impartir la educación, los docentes, tengan un salario digno, que les permita llevar una vida digna, decorosa para su tarea, con fundamento y preparación profesional y sin apremios económicos que les impidan el necesario equilibrio intelectual y emocional?

 

Con docentes al frente de las aulas mal pagos no sirven los modernos edificios, los adelantos tecnológicos, las computadoras para los alumnos. Con docentes desanimados se malogran las becas escolares, los comedores, las actividades para-escolares. Si se vive en permanente conflicto o con promesas de continuas mejoras, todo lo demás se echa a perder y es inútil pensar en calidad educativa, cuando sólo se guardan las apariencias.

 

El enfrentamiento salarial entre gobierno y docentes ya es histórico. Todos los años, al inicio de clases, se repite, como se repite a lo largo de los nueve meses de actividad escolar y sólo se consiguen parches porque la sociedad presiona a unos y otros.

 

¿No se podrá, de una vez por todas, convenir en una mesa y fijar pautas inamovibles que regulen esta relación. Determinar fechas, porcentajes y disposiciones que se resuelvan fuera de los inicios de las actividades, para terminar con la zozobra de todos los hogares, que hasta el último momento no saben si empiezan o no las clases?

 

Y además, ¿qué ejemplo se da a los educandos, si los máximos responsables del acto educativo, los maestros, viven peleando con sus gobernantes en sus narices y los toman -indirectamente- a ellos como rehenes?

 

Mientras no se solucione esto, la prioridad y los deseos de escuelas con calidad parecen erigirse en puros cuentos chinos que producen lo contrario del efecto deseado. Y los balances educativos son cada vez peores. La sociedad constata que los que egresan lo hacen cada vez más desamparados para afrontar la aventura de la vida. Con buenas destrezas tecnológicas, pero sin capacidad de discernimiento, con escaso manejo del acto de voluntad, sin nociones elementales para el desenvolvimiento en una sociedad cada vez más exigente.

 

Creemos que, además, hay que poner la mirada en temas como la formación del docente. El que enseña en las escuelas, en cualquiera de ellas, de cualquiera de los niveles, es como todos, un trabajador, pero es también algo más. Porque su misión es la de preparar mentes y voluntades para afrontar la vida en sociedad. De allí que es necesaria una formación acorde que incluya el modelado de una profunda vocación.

 

Salir a buscar trabajo puede ser una acción fortuita que se resuelva con los clasificados del diario, pero trabajar en la docencia tiene otras implicancias: un concurso de ingreso, un puntaje, una preparación especial y una vocación al servicio de las mentes de niños y jóvenes.

 

No estamos muy seguros de que hoy los programas de formación docente transiten el camino de lo que necesitan las nuevas generaciones y si no, basta hacer una compulsa con los alumnos sobre la calidad de lo que les transmiten su educadores, más allá de los tecnicismos y de los contenidos del programa de cada materia.

 

Este también es un cometido que deben afrontar los gremios docentes (demasiados en número y demasiado enfrentados entre ellos) además de lo salarial: exigir una formación profesional adecuada para poder cumplir su misión. Es muy pobre el papel de solamente existir para pelear cuestiones salariales y de condiciones de trabajo.