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Roberto Lavagna: “La Argentina lleva ocho años de estancamiento absoluto”

Su idea es presidir un gobierno de unidad nacional armando una concertación de peronistas, radicales, socialistas, partidos provinciales, desarrollistas y sectores independientes. ¿Lo dejarán desde la Interna Peronista? ¿O pugnará por hacer realidad su sueño mediante una Coalición Independiente? Un anticipo… Ante la pregunta acerca de Perfil, acerca si se presentará o no como candidato a las próximas Elecciones, respondió: “El tema es que seamos capaces de construir una oferta que sirva para cerrar la brecha. No tiene sentido que nos tironeen de un lado o del otro. Tampoco tiene sentido estar indefinidamente arriba del puente. Tiene que ver con que seamos capaces de construir. En eso estamos, en eso estoy, y para mí eso ya tiene un valor. Si eso se logra, podría ser”.

 

“Fui miembro del gobierno de Alfonsín viniendo del peronismo. En 2007 hubo una candidatura mía peronista-radical. Tengo un diálogo muy bueno con los radicales, al mismo tiempo que mi pertenencia de toda la vida ha sido en el plano de las ideas y la filosofía justicialista” contó Lavagna en la apertura de una fecunda charla con Perfil, que lo deja al desnudo.

 

—Usted dejó de ser ministro hace 15 años; de ser candidato, hace diez. Las personas que tienen menos de 30 años no lo recuerdan. ¿Qué les diría de usted a todas esas personas que no lo conocieron?

—Soy un apasionado por sembrar y plantar, es un preanuncio de la personalidad. Odio la rutina, creo en la necesidad del cambio, de crear uno mismo el cambio con sus acciones o saber interpretar lo que está pasando en el mundo y adaptarse a eso. Soy alguien que prefiere pasar un fin de semana o una noche con su mujer, sus hijos y su familia que ir a las fiestas y reuniones que toda sociedad tiene. Eso no va conmigo.

 

—Un tema omnipresente en su eventual candidatura es la edad. ¿Qué ventajas y desventajas tiene para un país que lidere una persona de 76 años?

—Para mí y para mi familia son todas desventajas. No me toca contestarlo porque cuando empezó a aparecer el tema de la eventual candidatura, mi primera reacción fue decir que le toca a alguien de la generación siguiente. Si existe o no, ya no me toca analizarlo.

 

—Las encuestas están mostrando que hay una parte creciente de la sociedad que prefiere que sea usted.

—Las encuestas las tomo con cuidado. Si estoy todavía en este proceso es porque advierto que en la sociedad hay una demanda fuerte de un cambio, de salir de lo que ofrecen Macri o Cristina, de una grieta profunda, sin el mínimo diálogo. La etapa previa de diálogo no se da ahí. Las dudas no son sobre la demanda, son sobre la oferta, la capacidad de armar un espacio con peronistas, justicialistas, radicales, socialistas, sociedad civil, partidos provinciales, desarrollismo. Armar eso es complejo, sobre todo cuando hay dos opositores que prefieren que haya una grieta, aunque parte de los argentinos nos estemos cayendo por esa grieta.

 

—En los últimos tres meses, pasó a ser el candidato con más intención de voto por fuera de Cristina Kirchner y de Mauricio Macri. ¿Qué le gustaría que esas personas esperen de usted?

—La Argentina lleva ocho años de estancamiento absoluto; hay una caída del ingreso promedio per cápita de los argentinos que lleva a que sea igual al de 2007. Esto en un mundo que sigue progresando, con nuestros vecinos avanzando en todos los planos. La clave es que salgamos de este estancamiento, de un país cuyo sistema educativo y de salud no solo se ha deteriorado, sino que es cada vez más desigual entre sectores sociales, de un país en el cual la ley importa relativamente poco, donde la Justicia llega tarde, e intervenida en muchos casos, de un país donde de un lado hay marketineros y del otro seudoideólogos que no hablan entre sí y no quieren un proyecto claro de país. Eso es lo que la población argentina quiere y tiene derecho a demandar.

 

—Aparecieron versiones de que cobraría una jubilación de cientos de miles de pesos. ¿Es así?

—Es un detalle de lo mal que funciona el sistema democrático argentino. No estoy jubilado, no pedí la jubilación que pude haber pedido como ministro, no cobro ninguna jubilación. Hace pocas horas me dijeron que no hable por teléfono porque está intervenido. Es evidente que parte de los aparatos del Estado, antes y ahora, es usada para lo que no debe ser usada.

 

—¿Por qué no se jubiló habiendo podido hacerlo?

—No lo necesitaba. Me pareció que en un contexto grave como el de la Argentina podía hacer esa minicontribución de no recurrir a fondos públicos.

 

—En su libro de 2015 volvió a cargar contra el kirchnerismo acusándolo de “falso progresismo de los años 70, que salvo algún caso puntual se trataba más de una postura ‘para la gilada’ que de convicciones sustentadas en bases firmes (…) lo que los franceses llaman ‘la gauche caviar’, la izquierda caviar que refleja una combinación de discurso de izquierda y formas de vida burguesa”. Allí usted excluyó expresamente a Néstor Kirchner, pero no a Cristina. ¿Su crítica incluye a la ex presidenta?

—En los primeros tres años del gobierno de Kirchner se hicieron cosas importantes. En primer lugar, la continuidad de todas las políticas que se habían iniciado con la administración Duhalde para salir de esa fenomenal crisis que fue la de 2001/2002. Más de 20% de caída del producto, más del 50% de la población en pobreza, 18% de desempleo. Y por primera vez también la continuidad del equipo. Eso no es poco. Después, haber respaldado al equipo económico, contra la opinión de los asesores más cercanos, en una renegociación de la deuda extremadamente compleja con el Banco Mundial, con los acreedores privados. El peso de la deuda que se había ido acumulando a partir del régimen militar, y después con la convertibilidad, ponía a la Argentina en una situación de dependencia por largos años si no se renegociaba bien. En el momento en que asumimos había alta inflación, déficit fiscal, déficit en la cuenta corriente. Cuatro años después teníamos superávit fiscal, récord histórico en 108 años, superávit de cuenta corriente, superávit energético, la inversión estaba en un pico del país. Entonces viene la tentación de hacer populismo. Uno de los problemas de la Argentina es que sale bastante rápido y mal de los momentos de relativo bienestar. La tentación, y esto les ha ocurrido a muchos gobiernos de muchas tendencias, es que ahora ya está, ahora gastemos en lugar de pensar en términos estratégicos. En octubre de 2005, yo había anunciado la creación de un Fondo anticíclico para disponer del superávit fiscal como un seguro, se habían bajado impuestos a las pymes, y no era, evidentemente, lo que el presidente, en el fondo, quería para el mediano plazo.

 

—¿Usted excluye también a Cristina de ese falso progresismo de los años 70?

—Nadie se preguntó, en un país cuya economía no crece para solventarlo, cómo se hacía para pasar de 7 millones de personas que cobraban salario del Estado, jubilaciones, pensiones, la asignación universal por hijo, a 19 millones. Durante el gobierno de la presidenta Kirchner se pasó de 7 a 17 millones, y en el gobierno de Macri se pasó de 17 millones a 19. Eso es populismo. La inflación tiene que ver con la emisión monetaria destinada al financiamiento de buenas intenciones, pero cada vez más necesarias en un país estancado. Dentro de dos años, en lugar de 19 van a ser 21 porque la economía está estancada, no se crea trabajo. El filósofo, politólogo que inspiraba a la presidenta, Laclau, decía que no se había sido lo suficientemente confrontativo, que había que hacer más profunda la grieta. Esas son manifestaciones de populismo.

 

—En sus varias disidencias con Kirchner una vez le dijo: “Nada más inútil que un ministro que siempre dice sí”. Si usted fuera presidente, ¿toleraría ministros que le dijeran no?

—No toleraría ministros que me dijeran siempre que sí. Sospecho de la gente que siempre elogia o dice sí. Se necesitan equipos que sean mejor que uno. Hay que apuntar para arriba, no para abajo.

 

—En los Estados Unidos, Bernie Sanders se lanzó como candidato presidencial a los 77 años, y se habla del fenómeno de los millennials socialistas porque Sanders sacó más votos jóvenes en las primarias de 2016 que Trump y Hillary Clinton juntos. ¿Qué comparación hace de usted mismo con Sanders y de los jóvenes votando por “viejos” rebeldes?

—Más allá de la edad, hay gente con capacidad de mover un poco el escenario, de luchar contra lo dado. Sanders lo ha hecho, y el Papa cuando nos dice: “Hagan lío” –en el buen sentido de la palabra. Es cambiar algunas estructuras. No las rompan, pero traten de cambiarlas. La rutina no me gusta, no solo en términos personales, sino tampoco de la sociedad. Una sociedad con rutina es una sociedad que no crece.

 

—Hay un tuit de Justin Bieber usando sandalias con medias junto con una foto suya en Cariló.

—Me pareció sensacional porque, además, decía nuestro Justin Bieber. Si estoy de vacaciones en mi casa, estoy como me da la gana.

 

—Duran Barba cree que las sandalias con medias fue una estrategia suya pensada para lograr atraer todas las miradas.

—Pobre.

 

—Habría sido más fácil ser presidente de la Argentina en 2007 de lo que va a ser en 2019.

—Infinitamente. Los superávits gemelos que habíamos construido habían empezado a bajar, pero todavía estaban ahí. La deuda estaba reestructurada. Con el agregado que en 2007 se produce suba en los precios internacionales. Se dice que la Argentina salió de la crisis por los precios internacionales. Grosera mentira.

 

—¿Es un poco masoquista querer ser presidente en 2019?

—Sin duda. Las circunstancias empujan más que el querer.

 

—¿Qué diferencia hay en su método “paso a paso” o su frase sobre que los problemas se solucionan “con plata o con tiempo”, y el gradualismo de Macri?

—La dirección de la política. Yendo paso a paso, poder terminar en el infierno. Terminamos en el infierno, terminamos en el Fondo. Fue una dirección equivocada desde el principio. Punto.

 

—¿Se siente más cerca de Cambiemos, la evolución de Macri hacia el centro, que del Kirchnerismo, o la evolución de Néstor Kirchner en Cristina hacia la Izquierda?

—Los dos fueron hacia los extremos. La vocación que tiene Cambiemos por quedarse con todo, es innegable. La misma vocación con contenido ideológico distinto, o con una praxis distinta, porque a veces darle contenido ideológico a esto es darle demasiado peso. Han creado otra vez en la historia argentina una grieta de profundidad.

 

—¿Se podría decir que quienes practican economía ortodoxa es porque no saben cómo hacer bien la heterodoxa o quieren trabajar menos?

—O reflejan intereses. ¿Cuál es la economía actual? Tasa de interés y un dólar planchado. Los elogios son que no subió el dólar, aunque para que no suba el dólar haya que subir la tasa y eso genere sacar de circulación buena parte de la producción. Ochenta años atrás, el economista más importante del siglo, Keynes, advirtió que cuando se desarrolla el sistema financiero, el crecimiento de las actividades especulativas termina desplazando a las actividades productivas. Eso es la Argentina hoy. Elogiar porque el dólar está atrasando sin moverse, con tasas de inflación de entre 3 y 4%, y porque la tasa de interés está en niveles del orden del 50%, con tasa en las tarjetas de crédito de entre 80 y 120%, es muy tonto o hay un interés.

 

—Usted dijo: “Las sociedades se forman por capas, como capas geológicas, cada uno aporta cosas y, en consecuencia, hay que construir sobre lo que existe, corregir las cosas que pueden estar mal, pero siempre hay alguna cosa que está bien”. ¿Qué hizo bien Macri?

—Las low cost. Le doy extrema importancia a que hoy Córdoba es un centro importante, que Salta está en condiciones de serlo, que haya vuelos desde Neuquén y de Cataratas a Europa sin pasar por Buenos Aires, y que haya una conectividad interna. Y eso hay que defenderlo. Es posible que haya intento de marcha atrás.

 

—¿Eso es lo más importante que hizo Macri?

—Eso y el metrobus.

 

—Su candidatura, ¿le sacaría más votos a Macri que a Cristina?

—No lo sé. En este proceso de crear conciencia, tengo cuidado de no dejarme tironear ni para un lado ni para el otro de la grieta.

 

—¿Macri es más, menos o igual de corrupto que Cristina?

—Que lo decida la Justicia. El tema es demasiado complejo y las formas son muy distintas. Es una injusticia que se hable de gente o de empresas o funcionarios. Que lo decida la Justicia.

 

—Usted sostenía que para un proceso heterodoxo son imprescindible tasas de interés reales negativas y un tipo de cambio muy competitivo. ¿Eso sigue valiendo para 2020?

—Sí. Mezclando con el pasado en varias cosas, usted está hablando del futuro. Uno tiene que reordenar todo lo que los economistas llamamos los precios relativos (el salario, el tipo de cambio, la tasa de interés), de los cuales no solo importa el nivel absoluto, sino los niveles relativos. Ese ordenamiento no se hace por decreto. Si la sociedad no es capaz de cumplir con un pacto social que permita reordenar los precios, va a ser muy difícil. Los ejemplos en el mundo son muy distintos. Adolfo Suárez y un comunista que todavía estaba fugitivo, Santiago Carrillo, fueron capaces de hacer lo que se llamó Acuerdo de la Moncloa y hacer de España lo que hoy es. Otros países no lo lograron. Aldo Moro, a quien le costó la vida, y el jefe del comunismo italiano no lo lograron. Los argentinos, si nos alejamos de los bordes de la grieta, podemos hacer el intento de lograr un acuerdo que permita ese reordenamiento que la economía sola no puede lograr. Hace falta un compromiso cultural, social y político para que la economía vuelva a arrancar y movilizar los recursos que tiene durmiendo.

 

—¿Seguiría siendo competitivo un dólar de 50 pesos en diciembre con una inflación de 35% en 2019?

—Para poder hablar de un dólar equis, hay que saber cuánto va a ser el salario, cuánto la tasa de interés, cuánto el nivel de presión impositiva. Si usted no me da todos los datos, no le puedo contestar.

 

—En 2006, mientras las provincias tenían un superávit primario de 0,7%, la Nación tenía 4,4%. Ahora se invirtió, la Nación está peor que las provincias. ¿Macri avanzó en el federalismo?

—Creemos en serio en el federalismo con alguna excepción. Lo que lamento es que haya sido fruto de alguna decisión de la Corte Suprema o de negociaciones para obtener una ley en particular en el Congreso, donde el PRO tiene minoría. Si nadie tiene mayoría, si quien más tiene está en el 30/35%, la lógica es un gobierno de unión nacional. Esa negociación uno a uno no sirve. Un pacto social, un gobierno de unidad nacional, no es unanimidad. Siempre hay sectores que quedarán de izquierda y de derecha defendiendo otras políticas. Es su derecho. Un gobierno de unión nacional hoy es esencial, y es bueno que en esa negociación futura que espero que se dé en las provincias, entren más cómodas, no ya rehenes del gobierno nacional.

 

—¿Esa imagen de hombre serio, moderado hasta la obsesión, esconde un transgresor que se rebela a lo dado?

—Es correcto. Le decía al principio que el cambio para mí es extremadamente importante y el cambio es difícil que se haga sin forzar algo, si no, predomina lo ya adquirido y lo consolidado. Para que nazcan las nuevas ideas se debe tener alguna capacidad de discutir las ideas que ya están instaladas y han regido al mundo. Si la ciencia avanza es porque alguien dice, no que está todo mal, pero que hay algo que está faltando y que hay que producir un cambio.

 

—Su discurso de despedida como ministro de Economía en 2006 terminó con un “Viva Argentina”. ¿Qué es la Argentina para usted?

—Es la patria. Tengo un sentido de patria, probablemente sea una antigüedad, pero cuando uno ha crecido en la escuela pública con el guardapolvo blanco, levantando la bandera, cantando Aurora, algo de eso queda. Mucho se ha perdido, pero no significa que yo crea que todo pasado fue mejor, ni mucho menos. Pero sí tengo la impresión de que en éste sálvese quien pueda, que no es solamente de ahora, sino que viene desde hace muchos años, la Argentina entró en una decadencia muy fuerte. No es cierto eso de los cien años, las cifras de investigadores internacionales son muy claras. La caída fuerte es a partir del 74, lo muestran las cifras de Angus Maddison. Antes, les pasó a muchos países. El crecimiento de Estados Unidos fue tan espectacular que cuando la relación se hace en base a su economía, todos caemos. Europa, Australia, la Argentina. A partir del año 74, la caída es propia de la Argentina, no solo en términos relativos a Estados Unidos. El sálvese quien pueda predomina y el sentido de patria queda borroso y hasta suena nacionalista. El concepto, finalmente, termina resurgiendo. El tema es que no resurja de las malas maneras, enfrentando a inmigrantes o queriendo cerrarse.

 

—¿El Kirchnerismo sostiene que usted tiene un “techín electoral” en alusión a que Techint apoyaría su candidatura? ¿Cuál es su relación con el mayor grupo empresarial argentino?

—Siempre defendí la industria, no porque esté contra el agro, que sostuve que es una base fenomenal sobre la cual construir y terminar de integrar el aparato productivo. Cuando uno dice integrar el aparato productivo, dice integrar el aparato ocupacional. A la industria hubo que defenderla muchas veces. El atraso cambiario estuvo en el régimen militar, en la convertibilidad, en el gobierno de la Alianza, en el final de Cristina, está en el gobierno de Macri. Cuando uno defiende la industria, la quintaesencia de la industria en Argentina es Techint, la empresa multinacional más grande que tiene la Argentina.

 

—Si Cristina Kirchner le propusiera un encuentro para reorganizar el peronismo y unirlo, ¿aceptaría?

—No es mi preocupación. En todo caso es cómo uno puede defender las ideas del justicialismo, con una praxis que tenga que ver con esas ideas, no llegar al gobierno con la bandera para después hacer un gobierno de derecha, como fueron los años 90, o un gobierno de izquierda, como fue el anterior gobierno. El justicialismo tiene mucho que ver con un justo medio en las ideas, la praxis ha sido otra. La maquinaria del partido no es mi problema. Sí siento que el justicialismo puede con otros partidos, radicales, socialistas, desarrollistas, hacer un aporte muy grande al país, pero no tiene mucho que ver con las estructuras de partidos.

 

—En el verano de 2008, pocos meses después de las elecciones de octubre de 2007, usted se reunió con Néstor Kirchner y cosechó críticas de todos los sectores. ¿Sucedería lo mismo si se reuniera con Cristina Kirchner?

—Seguramente. Pero hay que acostumbrarse a juzgar a las personas por los hechos. Después de esa entrevista con Kirchner, dejé un documento que fue publicado por PERFIL. El resto de los medios también lo recibió, pero nadie tuvo espacio. Yo dejaba en claro para qué había ido y por qué había aceptado la invitación. ¿Cómo no voy a aceptar una invitación del presidente, en este caso, del Primer Caballero, para discutir sobre la Argentina? Si después uno llega a la conclusión de que no hay entendimiento, bueno, lo que importa es eso. ¿Tuve un día de funcionario en cualquier puesto, embajador, o lo que sea, después de esa entrevista? Ya que no publicaron lo que tuvieron que haber publicado, juzguen si hubo alguna relación. No lo vi nunca más después de esa entrevista. Mi postura estaba por escrito.

 

—¿Qué posibilidades le asigna a que Cristina Kirchner no sea candidata a presidenta?

—¿Por qué no lo sería? Sé que está de moda si se presenta o no. Por las encuestas, parece que ella está en una posición muy sólida. No tendría demasiados argumentos para no presentarse.

 

—¿Es Duhalde quien tiene que cumplir el papel de reunirse con Cristina Kirchner para no teñirlo a usted?

—No estoy en condiciones de fijarle la agenda al ex presidente. En algunos casos, le he dicho que sería bueno bajar el tono de algo. Algún día le van a reconocer un poco más que lo que se le ha reconocido.

 

—En 2007 usted fue candidato presidencial del radicalismo, hoy el radicalismo integra Cambiemos reclamando que haya internas y quejándose del PRO. ¿Imagina a muchos radicales desencantados de Macri pudiendo votar por usted si fuera candidato?

—Ciudadanos radicales, sin duda. Lo veo en viajes y reuniones que hago. No se sienten representados, nunca se sintieron muy representados, pero estaba la esperanza. Ahora, como ya no tienen la esperanza y ya saben lo que fue y están profundamente decepcionados, se juntan las dos cosas.

 

—¿Se podría decir que hay dos radicalismos, uno conservador, más habitual en el interior, y otro progresista, de la corriente alfonsinista, y que el primero se siente más cómodo con Macri y el segundo con usted, como hace medio siglo, uno con el desarrollismo de Frondizi y otros con Balbín?

—Los grandes partidos nacionales, el radicalismo lo es y el justicialismo también, son tan grandes y abarcativos que tienen corrientes internas. Con todos los problemas que puede traer, lo prefiero antes que al círculo negro que rodea al Presidente y evita que cualquiera tenga un pensamiento distinto.

 

—Su eje es la concertación con un amplio acuerdo entre diferentes sectores políticos. ¿No resulta contradictorio con que no haya internas dentro del espacio opositor?

—Lo contradictorio sería ir a internas. Imagínese que yo estoy dentro de la frontera de Alternativa Federal. Entonces, Alternativa Federal, o el Frente Renovador, que es un componente importante de Alternativa Federal, hace una elección, designa a un candidato y les dice a todos los demás: “Acá está mi candidato, vengan a concertar”. Son cosas incompatibles cuando tiene que empezar por la definición de un programa, que no son cientos de páginas, sino cinco grandes acuerdos de fondo que no son solo sobre la economía. También tienen que ser sobre la educación, que, dicho sea de paso, debemos volver a tener una educación nacional. La educación argentina sufrió un tremendo golpe el día que, al estilo papa caliente, se la tiraron a los gobiernos provinciales.

 

 

 

—Con respecto a los otros candidatos de Alternativa Federal, ¿usted podría aceptar que alguno de ellos pueda ser candidato a vicepresidente siendo usted candidato a presidente?

—Sería un poco raro que el vicepresidente sea del mismo partido o de la misma fracción política que el presidente.

 

—¿Y esa fracción para usted es Alternativa Federal?

—Sí, claro.

 

—¿Entonces le parece mejor un candidato del socialismo?

—Del radicalismo, del socialismo, de la sociedad civil. Esta concertación tiene que tener gente importante de la sociedad civil, que hoy se siente muy decepcionada y no quiere tener que elegir entre lo peor y lo malo. La demanda está, y si la demanda está, parte de la sociedad civil tiene que tener el coraje de tomar el riesgo de entrar en política para generar la unión nacional.

 

—¿Qué reflexión le merece ver a los empresarios arrepentidos confirmando las denuncias de corrupción de las tres presidencias de Néstor y Cristina Kirchner?

—En este tema, usted puede preguntar todo lo que quiera, pero yo voy a dar una sola respuesta. Yo hablé de la cartelización de la obra pública, siendo ministro. Dos semanas después, ya no era más ministro. A lo mejor fue pura casualidad. Valen las cosas en el debido momento. Después no tengo más nada que decir, eso lo dirá la Justicia en miles de expedientes y en miles de declaraciones. Yo lo dije en el momento en el que había que decirlo.

 

—¿Usted dejó de ser ministro para que pudiera existir el capitalismo de amigos?

—Uno puede argumentar varias cosas. Una es ésta. Otra es una diferencia muy importante con Kirchner sobre lo que había ocurrido en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata. Fui extremadamente crítico de lo que la Argentina hizo y el costo que eso iba a tener para el país. La tercera gran posibilidad es mi actitud respecto de concurrir o no al coloquio de IDEA. El presidente hizo saber que ninguno de los ministros podía ir. Yo creo que ser ministro, como es ser fusible, también es tener cierto grado de autonomía. Si al presidente se le ocurre que el ministro de Economía no puede ir a una reunión empresarial, donde hay gente de la sociedad civil y de los sindicatos, y a pesar del compromiso el ministro no va, no es un ministro, mejor que se vaya. Elija o haga una mezcla de estas tres cosas.

 

—¿Ahora hay capitalismo de amigos, pero con los amigos de Macri?

—Hay sectores beneficiados. El sector de la energía, las finanzas. Eso puede ser por la naturaleza de la política que se quiere seguir, o porque la naturaleza de la política que se sigue tenga que ver con intereses. No lo sé.

 

—Usted dice que la concertación no es la unidad de todos, ¿hay una parte del kirchnerismo que no entraría nunca en su concertación porque atentaron contra la democracia o porque cometieron delitos?

—Le puedo dar dos ejemplos de la grieta. Uno es el que usted da. Del otro lado de la grieta, le puedo dar otro. Los medios de comunicación, casi masivamente, que a veces transmiten en cadena, dijeron que el justicialismo había logrado colocar dos personas en el Consejo de la Magistratura, y que esto es antidemocrático. No señores, están muy equivocados. Lo antidemocrático es que alguien del Gobierno que tiene el 35% de los votos, en el mejor de los casos, quiera apoderarse de las dos terceras partes del Consejo de la Magistratura. Usemos la misma vara. Si no nos gustan las re-re-reelecciones, el Frente Renovador y Sergio Massa fueron los que impidieron las re-re-reelecciones, mientras que algunos que están hoy en el Gobierno fueron socios de Cristina Kirchner. Con argumentos institucionales, qué bueno, las relaciones entre los gobernadores y sus equivalentes con la presidencia de la Nación. Siempre se pueden conseguir excusas. Entonces, así como criticamos esa actitud del kirchnerismo, sean capaces de decir que quien tiene el 35% de los votos no puede designar jueces de la Corte por decreto, y no puede apoderarse del organismo que designa a los jueces. Una grosera maniobra antidemocrática. No me hagan enojar.

 

—¿Va a ser candidato a presidente?

—Si la demanda está, y yo he comprobado que está. El tema es que seamos capaces de construir una oferta que sirva para cerrar la brecha. No tiene sentido que nos tironeen de un lado o del otro. Tampoco tiene sentido estar indefinidamente arriba del puente. Tiene que ver con que seamos capaces de construir. En eso estamos, en eso estoy, y para mí eso ya tiene un valor. Si eso se logra, podría ser.

 

—¿Qué haría falta para que se decida?

—Hay muchas cosas todavía. Hay sectores radicales pensando en la Convención, hay muchos gobernadores del justicialismo que tienen elecciones ahora y que a veces necesitan ser un poco más laxos para lograr su objetivo. Hay gente de la sociedad civil que duda, sobre todo si uno le dice cómo es la realidad. Todo eso, y en última instancia redactar esos puntos. Yo acabo de hablar de la necesidad de centralizar la educación, no estoy seguro que todos piensen lo mismo, en todo caso habrá que hablarlo. Yo acabo de hablar de un puño cerrado y fuerte, que no sea ni la mano fofa ni el gatillo fácil.

 

—¿No le haría bien al país que usted se decidiera rápido?

—No lo sé. Tampoco quiero. Soy de los que nunca creen que es el ombligo del mundo. Por ahí empiezan todos los dramas de la gente que hace política.