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Redes sí, redes no… ¿Hasta qué límites se puede tolerar o recusar al “Periodismo Ciudadano”?

El periodismo ciudadano (también denominado periodismo 2.0) se caracteriza por la participación de los propios ciudadanos en el proceso de creación y difusión de la información. Es un fenómeno alentado por la democratización de internet, los medios digitales, las redes sociales y los entornos colaborativos. Gracias a todas estas herramientas los ciudadanos esquivan obstáculos e intermediarios de la industria editorial para convertirse en protagonistas de la creación y distribución de contenidos.

 

Esta democratización del periodismo y la información supone un nuevo paradigma en el mundo periodístico. Los ciudadanos-periodistas adquieren una gran independencia respecto a los medios de comunicación, editoriales, gabinetes de prensa… que hasta ahora se encargaban del filtrado y comunicación de la actualidad.

 

Por primera vez, los ciudadanos pueden en primera persona, de forma individual e incluso gratuita, convertirse en canal de difusión de los hechos más actuales. Resulta más sencillo que nunca crear contenidos periodísticos para la gran masa, y todo esto sin tener que escalar en la interminable jerarquía de los medios convencionales. La horizontalidad es la gran característica de este nuevo periodismo ciudadano.

 

Pero no sólo el ciudadano se convierte en canal de difusión, sino que también dispone de las herramientas necesarias para crear piezas informativas en distintos formatos, que hasta hace no muchos años solo usaban profesionales del periodismo y en un entorno profesional.

Grabadoras de audio, cámaras de vídeo, ordenadores portátiles, redes sociales… son las grandes armas del periodista ciudadano. Gracias a ellas el protagonista puede comunicar todo lo que presencia, allá donde esté, en tiempo real y a una audiencia global.

 

Otra característica importante del periodismo ciudadano es el trabajo colaborativo. Los periodistas están más conectados entre ellos, al igual que el resto de ciudadanos. Esta conectividad permite un trabajo en línea que enriquece la experiencia periodística, favoreciendo así el debate y la pluralidad.

Muchos medios convencionales han aprovechado este fenómeno, fomentando la participación ciudadana en sus medios de comunicación. Especialmente en su edición digital, donde suelen reservar varios espacios de publicación libre.

 

En definitiva, el periodismo ciudadano supone la democratización de la actividad periodística. Los medios de comunicación pierden una posición dominante y conviven con la información que general el ciudadano de a pie de calle. Definitivamente, las reglas han cambiado.

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¿Pero quiere esto decir que cualquier ciudadano ya es automáticamente un periodista? No. El periodismo ha sufrido un cambio estructural impulsado por la aparición del mundo digital. No obstante, siguen siendo necesarias ciertas cualidades para ejercer este oficio. Hace falta averiguar, contrastar, ordenar, valorar y escribir la información para ofrecer contenidos periodísticos de calidad a nuestras audiencias. Y todo esto en un nuevo contexto digital constantemente cambiante.

 

Último ejemplo paradigmático…

 

Flor Baker, usuaria de Facebook publicó el 30 de enero a las 14:48: “Lamentablemente en este país si no se denuncia por estos medios nadie se entera. Varios km manejó hablando por celular. Cansados de llamar a todos los organismos pertinentes y empresa y no ser atendidos. Autopista Santa Fe – Rosario km 32 – 30/01 14.05 hs.”.

El enlace puede constatarse en: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10214005218580275&set=pcb.10214005218940284&type=3&theater

 

Su denuncia mediante la reconocida Red Social tuvo amplia repercusión, aunque lo paradójico resultó el efecto: adhesiones y recriminaciones o recusaciones germinaron automáticamente.

 

La anuencia abordó la presunta contravención del chofer de la reconocida empresa de transporte de pasajeros. Hubo fuertes críticas por el supuesto uso de un teléfono por parte del chofer de la renombrada compañía y también se refutó la acusación argumentando dos posiciones:

a) que el micro no se encontraba en marcha o al menos a velocidad de riesgo por el coincidente paso a través de un corredor de obra;

b) que el chofer tenía derecho a usar el teléfono para tributar o recibir una comunicación de trascendencia y/o de imperiosa transmisión/recepción sea respecto al servicio o coyunturas de índole privada.

 

Lo extraño, lo incongruente es el clima beligerante que brota repentinamente, y de la inculpación con cierto argumento documental  irrebatible (que pueda ser explicado convenientemente para atenuar la hipotética culpa), se pasa a un cruce infecundo, improductivo de improperios, reprobando a la denunciante o agraviando al conductor.

 

Hete aquí los límites que presentimos deberían imponerse. Es insoslayable medir el perjuicio que puede causar la difusión masiva sin control de las publicaciones que realizan los usuarios de cuentas de la prestigiosa empresa Facebook, quienes pueden aceptar miles de amigos virtuales y extender cual red infinita lo que deseen compartir.

 

Es innegable que en casos como el expuesto colisionan los derechos a la libertad de expresión con un menoscabo grave y evidente a los derechos personalísimos.

Y no apuntamos a la mutilación de un proceso de formación del pensamiento de la comunidad, sin embargo la opinión pública no debería recurrir con aval ilimitado al uso de expresiones insultantes, procaces.

 

Frente a la publicación proveniente de un particular y dirigida a una conjetural infracción a la Ley Nacional del Tránsito, no puede prevalecerse bajo el escudo de la libertad de expresión una suerte de licencia para agraviar.

 

La autora del cargo solo propendió a mostrar lo que consideró una irregularidad. La empresa y el mismo chofer pueden emitir su descargo, de hecho sería ideal, pero que se pase a la injuria, al escarnio, meramente por no coincidir con lo que se ha denunciado como sospechada violación a normas, es tan asombroso como execrable.

Idem, hasta tanto no obre prueba contundente de si hubo o no quebrantamiento de la ley, concebimos como reprensible todo ataque vil hacia el chofer del ómnibus.