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La purga alcanzará también a las Fuerzas Armadas

El Gobierno dará a conocer una lista con una decena de almirantes que deberán dejar sus puestos. En Fuerza Aérea la purga alcanzaría a ocho brigadieres. Buscan dar el mensaje de que no hay espacio en los altos mandos para quienes sucumbieron al relato K.

 

Los cambios en las jefaturas y subjefaturas de las fuerzas se sucedieron una tras otra y si bien el Ejército sufrió de movida la purga de una veintena de generales, el hecho de que en Marina y Fuerza Aérea los elegidos para administrarlas sean casi los inmediatos inferiores a los anteriores jefes de Estado Mayor, los remesones de la política oficial en materia militar recién comienzan.

 

Durante la ceremonia de puesta en funciones del vicealmirante Marcelo Srur como jefe administrativo de la Armada (el comandante de la fuerza es el Presidente de la Nación), el pasado 25 de enero, las palabras del ministro de Defensa Julio Martínez no pasaron desapercibidas para varios almirantes. Al menos cuando dijo que “las Fuerzas Armadas deben estar al servicio del estado y no del gobierno de turno”.

 

En la práctica, esto trajo implícita una orden tajante: no hay lugar en las Fuerzas Armadas para los altos mandos que sucumbieron al relato K y que transformaron su mando en un centro de militancia.

 

Para la Armada, esto significará que a partir de este lunes y en forma casi inmediata, una decena de almirantes dejen su cargo. Entre ellos, tres sospechados de haber montado una operación de prensa titulada “Submarino Amarillo” mediante la cual se pretendió desprestigiar a oficiales supuestamente adherentes a Cambiemos con la intención de cortar sus carreras.

 

Entre ellos estaban el ex subjefe Vicealmirante González Lonzieme. Sobre él pesaba la acusación de ser simpatizante radical. Si bien la operación fue rápidamente descubierta y sus autores expuestos internamente como “indignos”, de todas formas ya fue pasado a retiro, lo que demuestra que su persona no estaba en los planes de Cambiemos.

 

La situación en esta Fuerza tuvo en los últimos años situaciones increíbles, como la que llevó al ex jefe de Estado Mayor de la fuerza a plantearle al ex ministro Agustín Rossi que su despacho había sido regado con micrófonos. Sospechaba de una maniobra organizada desde el servicio de inteligencia de otra fuerza y llevado adelante por personal de inteligencia naval.

 

Una vez limpiada la casa naval, en la mesa de trabajo del ministro Martínez, se encontró un Power Point donde la institución naval resume su principal “amenaza” por estas horas. La misma no es una potencia extranjera sino la Prefectura Naval Argentina, fuerza de seguridad a la que la Armada K ha mirado con recelo en estos últimos años y a la que disputa la injerencia en cuestiones relacionadas con la actividad marítima y la representación en organismos internacionales, en especial la Organización Marítima Internacional (OMI) con sede en Londres.

 

Cuestión de protocolo

 

Los militares –según dicen- funcionan mejor cumpliendo órdenes que llevando adelante iniciativas. Una verdad relativa ya que hay mucho talento y esfuerzo intelectual puertas adentro de muchos cuarteles. Pero a la hora de plantearse si invitar o no al controvertido ex jefe de Estado Mayor del Ejército general César Milani al acto de asunción del general Sunier en el regimiento Patricios, el manual pudo más que el sentido común.

 

“Sonriente a lo Perón, se presentó nomás; nos queríamos morir, pensamos que no vendría”, confiesa un miembro del ceremonial castrense. Ubicado reglamentariamente a continuación del otro ex jefe presente, el general Luis Alberto Pozzi, Milani repartió sonrisas y abrazos a diestra y siniestra; muchos de los abrazados, ahora dudan de su futuro mediato.

 

La presencia de Milani, si bien reglamentaria, no resultó grata para las actuales autoridades, que no dudaron en hacérselo saber a los mandos del Ejército. Esta fuerza, que como se ha dicho ya ha efectuado el grueso de su purga en forma automática al ser designado un general moderno para ocupar el cargo máximo, aún tiene algunos retoques por hacer. Hay uno de ellos particularmente molesto y que tiene que ver con la ex edecán presidencial María Isabel Pansa, recientemente ascendida por Cristina Kirchner al grado de general, previa modificación de la ley de personal militar.

 

Pansa es sindicada como una incondicional de la ex mandataria. Sería un engorro tenerla sentada en la mesa de generales y participando de las decisiones estratégicas de la fuerza.

 

Al ser la general más moderna, no estaría afectada por los relevos naturales en los cambios de mando, pero el actual Ejército no tiene ni puesto para ella ni ganas de tenerla.

 

Fuentes del Ministerio de Defensa dan por cierto que su retiro ya está decidido, pero es muy probable que la “generala” realice algún planteo administrativo si es que no la convencen de pedir su retiro voluntario.

 

En la Fuerza Aérea, entre tanto, se estiman en ocho la cantidad de brigadieres que dejarán sus cargos en los próximos días; en esta fuerza se está dando una situación particular: algunos jefes de unidad que no desean pedir el retiro serán comandados por oficiales más modernos que ascienden al grado inmediato superior; un punto en el que el “honor militar” es dejado de lado por lo exiguo del haber de retiro.

 

Otro tema objeto de análisis es la enorme cantidad de oficiales de las tres fuerzas en situación de retiro que fueron convocados nuevamente al servicio bajo el imperio del Art. 62 de la ley de personal militar durante la anterior gestión.

 

Muchos de ellos con sólidos lazos con las ex autoridades del área y que, al no ser técnicamente personal en carrera, se escapan al filtro del Ministerio de Defensa.

 

Por otro lado, hay un análisis sobre el incremento abusivo de una figura de excepción creada por Martín Balza en épocas de Carlos Menem: el “pseudo grado” de Coronel Mayor y sus equivalentes, Comodoro Mayor y Comodoro de Marina.

 

Estas denominaciones corresponden en teoría a “distinciones honoríficas” que los estados mayores de cada fuerza daban en cuentagotas a oficiales en condiciones de ascender al grado de General o equivalentes, pero que por falta de cupo no lograban hacerlo.

 

En principio eran nominaciones por un año y si el “honrado no ascendía” pasaba a retiro con el grado que el Congreso Nacional le había otorgado, es decir, Coronel, Comodoro o Capitán de Navío.

 

Pero el relato que todo lo pudo utilizó esta herramienta para ascender de facto a oficiales de confianza, siendo que incluso en las páginas web de las fuerzas esas “distinciones” son colocadas en la nómina de grados como una jerarquía más.

 

El ex ministro Rossi, incluso, no se privó de ascender a “Comodoro de Marina” a un teniente de fragata, médico miembro de la reserva naval, violando como fue norma en los últimos 12 años, lo previsto en la legislación para el personal de las reservas militares.

 

Al menos un par de “Comodoros Mayores” muy identificados con el anterior gobierno intentan aguantar el temporal y permanecer en sus cargos. Pero en el Ministerio de Defensa parecen tener todo bastante más claro de lo que podía suponerse. En las próximas horas muchas oficinas quedarán vacías o al menos- con nuevos ocupantes.