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La Educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar la Argentina que viene

Las crisis económicas sacuden a los argentinos en forma recurrente y reiterada. Todos pasamos períodos pendientes, de anuncios económicos, el valor del dólar y un desfile incesante de funcionarios por los más altos cargos de la gestión económica. Toda la energía social y atención se ubica entonces en el lugar equivocado. Porque realmente todo eso sucede porque la Argentina tiene un problema agudo educativo. Si se resuelve la cuestión educativa, en el futuro desaparecerán las grandes crisis económicas.

 

Indudablemente, la cuestión económica debe ser resuelta hay que ocuparse ya de ello. Empero, en paralelo debemos encara un proceso de reforma desde la raíz de nuestro sistema educativo.

Paradójicamente, la Argentina cuenta con docentes y recursos humanos de excelencia para encontrar mejores resultados de formación en valores de ciudadanos del mundo.

 

Es difícil que los argentinos se pongan de acuerdo… El Estado responsabiliza al sindicato, el sindicato al Estado, los docentes a los padres, los alumnos al sistema y, así sucesivamente, nos enfrentamos a una serie de argumentaciones cruzadas que nos conducen al laberinto del engaño.

Por consiguiente, en primer lugar, debe reconocerse el problema y no minimizarlo.

 

Abstrayéndonos por ahora de las causas, es importante que asumamos que estamos en “emergencia educativa”. El riesgo de no educar ya pasó de ser un riesgo para convertirse en realidad, y la Ley de Educación Nacional que, garantiza “las condiciones materiales y culturales para que todos los alumnos logren los aprendizajes comunes de buena calidad independientemente de su origen social, radicación geográfica, género o identidad cultural” no se cumple. Asumir esta dura realidad es una obligación moral. Negarla es contribuir al engaño.

 

En segundo lugar, debemos hacer todos los intentos, todos, para acordar los pasos concretos que deben recorrerse cuanto antes para salir de esta situación (y que la misma no se agrave). Llegó el momento de grandeza patriótica.

No es posible que las posiciones extremas impidan trabajar juntos a representantes de los sindicatos, de los gobiernos respectivos, del mundo académico y político, y de organizaciones sociales y de padres, en pos de la mejora de la escuela pública.

 

Mucho más importante que las diferencias es el futuro de la Nación. El tema requiere de un esfuerzo sublime de todos por escuchar y comprender las distintas propuestas y superar las diferencias en un Pacto Nacional, en este caso educativo que, así como en 1983 puso en el centro a la democracia, ahora dé prioridad a la educación.

 

Es que debemos entender que es la base de la República. Es por eso que reunir a estos representantes (por una semana o por los días que fueren menester) en algún lugar del interior de nuestro país a trabajar exclusivamente en un acuerdo, debiera resultar en un acto de madurez y responsabilidad de los adultos hacia el principal desafío que tenemos como Nación: unirnos en pos de la mejora educativa nacional. Sin esta base, será muy difícil imprimir la contundencia y la fuerza transformadora que la cuestión supone.

 

Mientras lo que hay que hacer inmediatamente es jerarquizar el Ministerio de Educación de la Nación, fortaleciendo y/o regenerando los basamentos institucionales para la fecundación y aceitar mecanismos inherentes a políticas educativas nacionales, que se han visto gravemente menoscabadas en los últimos años.

Del mismo modo, en el marco de un sistema educativo federal, es imprescindible apuntalar ámbitos amplios de debate sobre el diseño y la implementación de políticas educativas. Es insoslayable restituir la plena responsabilidad del estado Nacional, apostando la articulación intersectorial con el conjunto de las políticas públicas.

 

La eficacia de los aprendizajes y los efectos de la educación en la contracción de los márgenes de iniquidad no pueden abstraerse de las condiciones sociales en que viven y crecen nuestros niños/as y jóvenes. Cuando su derecho a educarse está vulnerado, también lo están otros derechos, de tal modo es imperioso proceder a la universalización de todos los niveles obligatorios y contribuir de tal modo al mejoramiento de la calidad educativa.

 

Por añadidura es clave revertir el detrimento presupuestario de la inversión educativa que reconoce entre 2016 y 2019, una depreciación execrable de la participación de la educación en el presupuesto nacional, esencialmente en el desarrollo de infraestructura educativa.

Deben volver a prosperar las partidas destinadas a educación digital, fomentar la extensión de la jornada escolar, promover la educación técnica, estimular formación docente, propendet a la expansión del nivel inicial, apostar fuerte a la infraestructura y equipamiento.

 

La sociedad argentina tiene una extraordinaria ocasión de cambiar con los nuevos vientos políticos que soplan y ante la inminente posibilidad de un cambio de Gobierno.

El debate está abierto, tenemos la oportunidad de construir una historia nueva.

 

La educación es nuestro pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a la gente que se prepara para el hoy. La meta de la educación es el avance en el conocimiento y la diseminación de la verdad. La filosofía del aula en una generación será la filosofía del gobierno en la siguiente.