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Juventud, divino tesoro… Álvaro Barattero, crack dentro y fuera de la cancha

Este domingo en el estadio “Humberto Pietranera” del Club Atlético Olimpia se suscitó una coyuntura delicadísima mientras se desarrollaba un encuentro de Futsal, protagonizado por Don Bosco y AATRA III. La presta y eficaz intervención de Álvaro Barattero, jugador “Salesiano” y estudiante de 5° Año de Medicina, salvó la vida de una bebita -hija de un adversario- que había sufrido una broncoaspiración, ejercitándole la célebre “Maniobra de Heimlich”.

 

Leila se moría. Así de simple. Broncoaspirada por una incipiente neumonía, su vida corría inminente riesgo, pero Dios y la Virgen estaban amparándola. Un Ángel llamado Álvaro estaba listo para ir en su socorro.

Y fue en un escenario deportivo, donde su papá, Joel Gómez, desarrollaba una de sus pasiones: el Futsal.

 

El “Doctor” Barettero, en verdad avanzado estudiante de la Carrera de Medicina, se olvidó de la rivalidad entre Don Bosco y AATRA III, dejó las revoluciones como atleta para reatroalimentarse con la adrenalina de estar forzado a exhibir su temple, su carácter y dejar que surjan las aptitudes, la pericia.

En breve lapso, mientras Leila no respiraba, Álvaro exhibió una entereza humana y una idoneidad profesional excelsas.

 

La broncoaspiración es considerada una urgencia que pone en peligro la vida del bebé y se puede entender como la presencia de sustancias líquidas en el conducto aéreo, las cuales pueden ser sangre, secreción salival, leche o contenido gástrico, que impiden la respiración.

Las secreciones se van al conducto respiratorio y provocan un espasmo traqueal y un cierre brusco de la glotis, además de que, en casos extremos, produce la obstrucción total de la vía aérea.

 

La “Maniobra de Heimlich”, llamada Compresión abdominal es un procedimiento de primeros auxilios para desobstruir el conducto respiratorio, normalmente bloqueado por un trozo de alimento o cualquier otro objeto. Es una técnica efectiva para salvar vidas en caso de asfixia por atragantamiento.

A ese protocolo recurrió Barattero. No dudó. No vaciló. Puso la vida propia en el rito e hizo gala de la capacitación que le tributa la Universidad Pública, la prestigiosa Universidad Nacional del Litoral.

 

“Lo que hice primero antes que nada estar tranquilo. Tenía que cambiar las pulsaciones de la actividad deportiva y dar paso al raciocinio más elevado para dar los pasos correctos y tomar las decisiones adecuadas. Fue un momento de mucha tensión. Pero gracias a Dios logré que reaccione. No puedo decir cuántas cosas pasaron por mi cabeza. Solo quería oír algo, ver un gesto, que llore. Cuando sentí un pequeño suspiro ahí me convencí que lograría sacarla de ese estado. Solo hice lo que me enseñaron en la Universidad. A la Universidad Pública le debe la vida Leila. Eso quiero destacar”, destacó el inminente médico.

 

“Pensé que se moría. Fue lo peor que me pasó en la vida. Cuando Álvaro hacía los movimientos en el cuerpo de mi hija solo quería que ella reaccione. Cuando volvió a respirar volví a nacer. Le debo la vida a este rival que a partir de hoy es de mi propia Familia. En el Hospital San Roque nos han atendido muy bien. Y pronto tendrá el alta”, resumió Joel Gómez.

 

Leila está bien. Compensada. Y a punto de volver a su casa. La Universidad, la Ciencia, y el noble corazón de un joven deportista posibilitaron que el susto concluya en una historia de final feliz.

Sin dudas que para Álvaro, lo ocurrido será un hito inolvidable en su vida, y en cierto modo, la previa a una fantástica Carrera.

 

Leila sabe que tendrá un tío médico altamente instruido que la protegerá por siempre y para siempre.