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Juventud… ¿divino tesoro?…

Para muchos, pero muchos, muchísimos jóvenes paranaenses o estudiantes que viven aquí, el Día de la Memoria significó en su previa una noche bien de viernes, sábado o víspera de feriado. Conciencia?… Reflexión?… Triste remembranza?… Profunda evocación?… Ni ahí. La madrugada del 24 encontró a miles de jóvenes bebiendo alcohol, exteriorizando estados de ánimo de pura alegría, bailando dentro y fuera de varios boliches que abrieron sus puertas. El Puerto y el Rosedal sitios preferidos prácticamente (o absolutamente) sin control policial alguno.

Se cumplen este miércoles 34 años de aquella oscura y larga noche en que se instaló en nuestro País la dictadura  más sangrienta qué habría de conocer la historia argentina. Hoy no es un feriado más en el almanaque, es un día para la reflexión, para ejercitar la memoria, un día especial de recogimiento y de compromiso con la verdad y la justicia.

A 34 años de aquella fecha fatídica sus consecuencias perduran, instaladas traumáticamente en nuestra memoria, con el terrorismo, la cruenta represión que incluyó fatídica y horrendamente el secuestro, la tortura y la muerte o desaparición de tantos inocentes, en especial de tantos jóvenes que aspiraban a construir un mundo mejor; sin embargo la movida nocturna paranaense le faltó el respeto a ésta amarga, dolorosa, reminiscencia.

La dictadura, que supuestamente se había instalado para repeler a la subversión en un “Proceso de Reorganización Nacional”, persiguió vilmente a trabajadores, docentes, artistas y profesionales de las más diversas disciplinas, apuntó no sólo a su desaparición física sino con ella a la destrucción de las distintas expresiones de luchas sociales, políticas, educativas y culturales. Desde el Gobierno, como entidades no gubernamentales, organizaciones, agrupaciones, instituciones, se abogó por hacer de este 24 un Día de PURO RESPETO, de sobrecogimiento de corazones. Pero hubo miles de jóvenes que hicieron caso omiso a ello. Peor aún, más aberrante, fue ver a chicos identificados con boinas y hasta con vestimentas alusivas a esta conmemoración de tan infausta época.

Es triste, penoso, narrar este escrito con semejantes conceptos. Contra un sector tan encomiable como valorable de la juventud que lucha por la memoria, por la verdad y por la justicia, para que nunca más en nuestra Patria se repitan estos hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado, hay un vasto sector también juvenil al que aparentemente nada parece interesarle solo el alcohol, el tabaco, la droga, la música, el desenfreno y dentro del mismo, sujetos con una alta dosis de sagacidad en su retórica que arrastran a otros débiles a un proceder irreverente para después seguramente aspirar a convertirse en nuevos políticos impulsados por ese sector obnubilado y dominable.

La situación descripta, cuanto menos, debe generar la reflexión acerca del verdadero fin de estas fechas recordatorias. Debería en sí provocar en la sociedad un sacudón, en especial entre tantos padres que parecen no tener el más mínimo control de sus hijos y lo peor es que uno saca la cuenta, y esos pibes, entre 16 y 25 años, fueron gestados en un promedio, por papás y mamás sitos en una franja aproximada de 40 y 55 años, o sea, padres y madres que vivieron y/o padecieron esas épocas aciagas. Vaya paradoja. Vaya asombrosa paradoja…

Nadie pide silencios sepulcrales, música sacra, lágrimas o rostros desencajados. Sí pedimos que para el próximo 24 de marzo se respete de principio a fin, una jornada de 24 horas de meditación y de un sensible repaso a conciencia de dónde venimos y hacia dónde vamos. Es imposible detener lágrimas de bronca al redactar éste Editorial, pues no logramos interpretar como puede haber semejante desaprensión, tanto descaro, tanta desvergüenza. ¿¿¿Quo Vadis juventud???…