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Indigencia y situación de calle: S.O.S tan dramático como impostergable

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Sin duda, la indigencia, la cronicidad y la enfermedad mental, sobre todo cuando adopta formas de conducta no aceptadas por la mayoría, despiertan tentaciones totalitarias arraigadas en sectores importantes de la sociedad, que se expresan con llamamientos a la marginación y al castigo, por mucho que se sepa de su inutilidad técnica y de su costo social, en vez de solicitar medidas, más preventivas y curativas que cautelares, de las administraciones públicas gubernamentales.

 

En cualquier caso, la deplorable mezcla de indigencia, de locura y conductas criminales en las calles de Paraná puede confundir las respuestas públicas. Hay una dimensión política y una dimensión social y técnica del tema.

De una parte, los “homeless”, la gente sin hogar, considerados como un grupo de riesgo con criterios sanitarios, enfermos psíquicos o no, necesitan alojamiento, comida y es usual que también precisen de urgentes intervenciones médicas.

 

Mucho se habla de la “libertad” que eligieron “disfrutar” cuando se les ofreció, una y otra vez, toda clase de asistencia, pero hay un altísimo número de personas que han perdido la capacidad de gobernarse por sí mismos, y eso requiere de una fuerte, de una férrea intervención del Estado.

Es evidente, basta con observarlos nada más que unos minutos, sus estados psiquiátricos alterados, trastornados, revelando inocultables signos de perturbación, de confusión, por diferentes cuadros.

 

“Sucede en todas las grandes urbes del mundo”, suelen justificar desde los gobiernos. Pero esencialmente “No se trata de morir con sus libertades puestas”, debería representar una problemática a atacar con un régimen terapéutico adaptado a cada realidad, y ello no debe configurar tampoco un sacrificar la libertad.

 

Los vecinos de Paraná, los turistas, nos merecemos básicamente no sufrir, no padecer esta clase de postales, pero a la vez, somos acreedores de sentirnos amparados a la hora de disfrutar de una plaza, de un parque, de un paseo.

Hay “Homeless” amables, sencillos, pero hay otros no tan cordiales y muy poco respetuosos de los derechos del prójimo. No solo molestan con toda clase de pedimentos, sino también discutiendo entre ellos, y -con síntomas de intoxicaciones variadas-, asumen actitudes condenables más allá de uno querer, propender a ser tolerantes, comprensivos.

 

No es el primer artículo que escribimos, acompañado de testimonios gráficos irrefutables. Y seguimos sin ver procedimientos salvo a un grupo de policía desalojando a una indigente de un banco frente a la Catedral, quien luego comenzó a deambular por Plaza de Mayo y hasta a molestar a otros “colegas” o compañeros carentes, situados en el cantero de la vieja encina, lugar elegido para “guardar” colchones y otras “pertenencias”.

 

Lo más puro, lo más noble, fue ver de repente, como una bandada de palomas bajaron a recibir “comida” que uno de ellos les repartía solidariamente.

 

Urgente Señor gobernador, Señor intendente, legisladores, ediles, jueces, funcionarios de Desarrollo Social y Salud. Es imperioso que YA se aborden planificaciones técnicas más eficientes y respuestas políticas más solidarias, garantizando la seguridad y una asistencia aceptable, respetando la dignidad de la persona, y afianzando la lucha por una sociedad más justa y fraterna.