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Imposible olvidarte “Moco”: Luis Zoff, otra gloria del deporte que nos dejó

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Desde hace unos meses atravesamos por días muy complejos los integrantes de esta pequeña Redacción. Coyunturas de público conocimiento han afectado seriamente la generación y difusión de material periodístico en Cuestión Entrerriana, y hubo una infausta noticia de la que no hablamos, precisamente por estar muy sensibilizados con tantas dificultades vividas. Falleció Luis “Moco” Zoff, una gloria del básquet entrerriano, un guerrero, un luchador. Su deceso provocó lógica consternación muy especialmente en el ámbito deportivo.

 

No tengo el honor de decir que mantuve una relación de amistad con él. De hecho, en verdad, debe haber sido uno de los más enérgicos críticos de mi subjetividad profesional.

Quizás por ello nunca logré llegar a diálogos esenciales sobre su propia vida como un indiscutible ídolo del Atlético Echagüe Club.

 

Podrán decir que quizás le faltó carisma, o simplemente su talla lo convirtió más en un soldado leal a la causa “Azul y Negra” que los típicos célebres talentosos, virtuosos, hábiles y así reconocidos con mayor “manija”.

Sin embargo, es unánime la consideración de quienes lo enfrentaron o compartieron equipo con él respecto a sus cualidades, atléticas por un lado, humanas por el otro.

 

La mayoría coincide que Luis no abundaba en conceptos, era un tipo de pocas palabras, pero cuando hablaba demostraba la capacidad innata de quien desde pequeño tuvo que pelearla duro siquiera para vivir.

Y no son pocos los que narran anécdotas inherentes a sus sacrificios para jugar al básquet, trabajando y estudiando al mismo tiempo desde la adolescencia.

 

Como también hay unánime coincidencia respecto al amor que tenía por Echagüe, sobrando historias jugosas de su juventud poniéndole el hombro a la entidad no solo en su condición de atleta sino también arremangándose y metiendo el lomo para cimentar obras o cooperar con la mano que sea para recaudar fondos.

 

El “Moco” no destilaba simpatía, más bien era introvertido cuando no imperaba la confianza, y su extroversión surgía solo cuando se sentía cómodo con el entorno. Ahí sí irradiaba una bonomía, una grandeza que excedía su corpulenta talla.

Pero brillaba por una condición loable: su franqueza, su sinceridad, su no andar con vueltas cuando tenía que expresarte algo.

 

Fulguraba por su naturalidad o espontaneidad, y así no fueron pocos los cruces RESPETUOSOS que mantuvimos, defendiendo cada uno sus ideas, aunque en mi caso ganando algo fundamental como lo es para un periodista que alguien te exponga su disidencia, su divergencia, con argumentos sólidos, impulsando tu propio crecimiento a partir del error más allá de cualquier interpretación subjetiva.

 

Una vez, solo una, delante de Eduardo Bianchini, me dijo: “te salvás que te putee porque escribís como hablás, y te respeto porque vas de frente. Pero calmate un poco, podés tener razón en tus críticas, pero no te olvides que hay gente que te escucha o lee y ama a Echagüe, entonces, a veces el amor por un club te nubla a la vista y perdés el equilibrio, transformando en enemigo a quien te lo está criticando por más que tenga razón”.

 

Una y otra vez, costó en nuestras charlas de cantina, terminar “amigados” pero su claridad para decirte las cosas en la cara sin agravios, te dejaba el alma llena de enseñanzas y obviamente, uno las aprovechaba a la hora de volver a sentarse frente a la máquina de escribir o el micrófono.

No digo que haya sido un “Maestro”, pero sin dudas supo transmitirme a veces con caras, con gestos, con silencios, que podía modificar un mensaje dado, o que había acertado con lo dicho.

 

Hoy estoy convencido que nos ilumina desde el Cielo, junto a Aníbal (Sánchez), a Eduardo (Bianchini) y a tantas “Estrellas” del básquet, del deporte que nos han dejado.

Hasta siempre “Moco”, fuiste y serás por siempre, un emblema, un paradigma de la humildad. Sin dudas, se te va a extrañar.

Foto: Gentileza Daniel J. Sánchez.-