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El jefe de la Policía Federal, tajante: “A la basura no la tapo”

Fue ayer a la noche. Los comisarios veteranos de la Federal movían las pantallas de sus smartphones con ojos estrellados: la ministra Patricia Bullrich gritaba en Twitter que “¡la verdad no se tapa!” y que “este mentiroso disfrazado de policía será removido inmediatamente de la institución”. La investigación sobre las balas disparadas en el confuso hecho que involucró al comisario Mariano Valdés el 9 de septiembre pasado en la autopista Buenos Aires-Rosario a bordo de su Ford Focus gris plata daba un giro total.

 

Las pericias ordenadas por la fiscal Eugenia Lasciarandare determinaron que los tiros no habrían provenido de afuera, como declaró Valdés, el reciente jefe de la Federal en Santa Fe, provenientes de una banda asesina de desconocidos encapuchados en una camioneta: habrían venido de adentro del auto mismo, en el que viajaba acompañado de su ayudante, la oficial Roxana González, de 27 años.

 

La tiradora habría sido González misma. Valdés fue herido en la ingle. La herida habría sido producida por un tiro a quemarropa, con una aureola de ahumamiento en el pantalón, que indica la cercanía de un disparo. Tampoco se encontraron casquillos de pistolas de terceros.

 

Los comisarios en sus chats calculaban otra cosa desde su verticalismo férreo, quizás más que en cualquier otra fuerza de seguridad federal, veían una obvia señal política en el fin aparente del ejercicio del poder macrista: el tuit de Bullrich, a simple vista, dejaba mal parado al jefe, al comisario Néstor Roncaglia, justo ahora, a poco más de un mes de ir a elecciones.

 

Era hacer equilibro sobre la telaraña. Salvo Roncaglia, todos los jefes policiales con los que comenzó Cambiemos terminaron eyectados de sus cargos, Pablo Bressi en la Bonaerense, Pedro Potocar en la Ciudad. A Román di Santo, el anterior jefe de la Federal, lo desgastaron con fuego interno, Carrió dijo su nombre al aire y lo ligó al caso Nisman. Terminó afuera.

 

Para colmo, Bullrich había dicho poco después del episodio en la autopista que la balacera había sido un ataque “mafioso”. Hasta existieron versiones de una interna policial hambrienta de sangre. A Valdés lo habían designado nueva cabeza de la Federal en mayo, una silla caliente en una provincia perpetuamente al rojo vivo. Ese mismo mes, Roncaglia mismo fue a Santa Fe para detener al jefe provincial de la fuerza, luego de que encontraran 88 bolsas de cocaína en una oficina de una dependencia, un caso de presunta protección a narcos y documentos adulterados.

 

Tras el hecho en la autopista, Valdés declaró tanto ante la fiscal como ante la división Asuntos Internos que una camioneta con asaltantes le había disparado, lo mismo dijo a compañeros que le preguntaron, los policías que lo conocían de antes. Todos le creyeron, por conveniencia o porque no había otra versión, pero le creyeron.

 

El tuit de Bullrich sonó duro sin contexto. Néstor Roncaglia había pasado los últimos cuatro años con la también comisario Mabel Franco, su número 2, ex jefa de Asuntos Internos, con su casa relativamente en orden, en su plan de convertir a la Federal en una fuerza investigativa dedicada a delitos complejos a nivel nacional. Valdés, el enviado para ser el nuevo jefe de Santa Fe, le representa a Roncaglia y a la Federal una crisis de credibilidad.

 

Pero Bullrich, por su parte, y contra los cálculos de los comisarios, no tuiteó a traición. Roncaglia mismo asegura a Infobae que la ministra le avisó antes de escribir. “A Valdés lo vamos a pasar a disponibilidad para facilitar la investigación”, confirma Roncaglia, formal: “Dispuse que Asuntos Internos actúe desde el primer día, atento a nuestros regímenes disciplinarios. A esta altura de las circunstancias, coincido sobre la conveniencia de las disponibilidades hasta que se diluciden los hechos desde la Justicia, que espero actúen con imparcialidad y que los interventores no hayan mentido”.

 

Roncaglia asegura que la Federal no tiene información directa de la causa para tomar medidas. “Solo versiones periodísticas”, dice. Se entera, según él mismo, por el diario.

 

“Ahora, ¿cómo me siento con esto?”, sigue: “Para el diablo, me siento”. Accede a ser citado. “Yo doy explicaciones y a la basura no la tapo… Hechos como este te desmoralizan un poco, estamos expuestos”.

 

Roncaglia rara vez rompe la formalidad cuando habla en público, el tema le pesa. Valdés declaró en la propia fuerza que el ataque había sido externo. Fuera de Roncaglia, en la fuerza misma, no hablan mal de él. Usualmente cuando un jefe cae sus viejos enemigos encienden el chat para lanzar dardos. Este no parece ser el caso. El jefe de Santa Fe, promoción 1989, no tiene una fila aparente de enemigos en la central de la calle Moreno. No había malas referencias. Dicen que era bueno, que no trabajaba mal.

 

Roncaglia sigue: “Valdés trabajó en investigaciones, pero no era de mi máxima confianza como se dijo. Simplemente lo conozco, ha trabajado bien, tengo buenas referencias. Ahora, los pormenores de lo que pasó los desconozco, te imaginarás que no puedo estar en la cabeza de 34 mil tipos con sus virtudes y miserias. Qué sé yo, a lo mejor el hecho ocurrió de verdad y a Valdés se le escapa un tiro y se hiere, o González le pega sin querer y después mienten para cubrir esta torpeza u otras circunstancias. Que actúe la Justicia y que se hagan cargo de lo acontecido”.

 

Fuentes cercanas a la investigación en Rosario aseguran que González volvió a declarar ayer en la fiscalía del caso: su relato fue el mismo y no aportó nuevos datos. Se esperan nuevas pericias balísticas, del GPS del auto del hecho, así como el relevo de cámaras. “Las hipótesis que maneja la fiscalía siguen siendo las mismas”, asegura una voz cercana al caso.

 

Pero, dadas las nuevas pruebas, ¿cuál es la hipótesis ahora? ¿Un hecho de violencia de género que terminó con tiros? ¿Un vínculo más allá de lo laboral? La actitud de González en un video al que accedió el Ministerio Público de la Acusación de Santa Fe y que ilustra esta nota es llamativa. Sobre un hecho de violencia de género, hasta ahora no hay indicios. Sobre lo segundo, tampoco. “Es su vida privada”, dice Roncaglia, en todo caso: “Pero si Valdés usó un vehículo del Estado para ir a buscarla a su casa es cuestionable”.