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Debate presidencial: Más de lo mismo…

Pasó el 2° Debate presidencial, esta vez en la Facultad de Derecho de la UBA. No hubo conclusiones que permitan avizorar sensibles mutaciones, ni en la retórica de los candidatos, ni en lo actitudinal. Se lo vio un poco más seguro, firme y con mayor solidez a Macri la hora de exponer sus argumentos (creíbles o no…). Fernández, pudo tener un par de vacilaciones, pero reafirmó su posicionamiento con expresiones y gestos de plena convicción. Del resto, quedaron mejor parados Espert y Del Caño.

 

Los argentinos se quedaron con ganas de escuchar más propuestas y menos “chicaneos”, más ideas y menos reconvenciones. Demasiados sermones y casi nulo germinar de ideas y/o proyectos.

Una vez más, hasta Espert, Del Caño, Lavagna y Centurión optaron por resaltar la polarización de las exposiciones en una riña entre Macri y Fernández.

 

El presidente arrancó con los mismos nervios que en Santa Fe, pero se fue soltando y terminó con mayor solidez que la evidenciada en el paraninfo de la UNL.

El candidato del Frente de Todos no impuso de principio a fin su enérgica dialéctica como una semana atrás, y hasta se lo notó vacilante por breves lapsos.

 

Macri, y su entorno, al cabo de las exposiciones en la Universidad Nacional del Litoral, blandió la bandera del asombro por la “agresividad” de Fernández, pero anoche el más provocador fue él pese a su investidura presidencial, evocando tal vez lo que mejor rédito le dio cuatro años atrás cuando debatió con Daniel Scioli.

Y esa fortaleza del mandatario, pareció descolocar a un Alberto Fernández lúcido, sagaz, pero por brevísimos pasajes dejando al desnudo cierto desconcierto.

 

Sin ir más lejos, en un muy caliente momento hubo un intercambio tenso respecto a la temática corrupción, citando Fernández a Franco Macri; el presidente le espetó que “es de muy mal gusto citar a una persona que ya no está en este mundo y no se puede defender”, pero simultáneamente él mancilló a Néstor Kirchner, como lo hace desde hace muchos años, y Fernández no supo reaccionar, ni siquiera tras bambalinas donde continuó el altercado y de eso sorprendentemente no se habló.

 

En el “golpe por golpe” entre Macri y Fernández, sonó más incisivo el presidente, sin perder Fernández su postura enérgica. Digamos que Macri repercutió de manera más punzante.

A lo sumo, el dato a favor del aspirante a la presidencia, es que supo mirarlo varias veces a su adversario, y éste prefirió siempre dirigirse al auditorio.

 

El punto más contundente de Macri fue la temática de corrupción, evidenciando énfasis y solidez en cuanto a sus logros, sin abandonar las críticas ácidas al Kirchnerismo.

Sin embargo, no consiguió otra vez generar expectativas en el futuro económico, al evidenciar suma debilidad en lo inherente a anuncios concretos que alcanzaran para revertir su negativa imagen en ese sentido, primando una nula autocrítica para sanear las dificultades de su mandato.

 

Fernández volvió a trazar un diagnóstico astuto de la situación económica actual, subrayando los índices negativos que deja el gobierno de Mauricio Macri.

Su mérito mayor fue jamás perder el tono y responder con sagacidad a ataques no solo de Macri sino también de Espert, pero dentro de esa moderación pareció ubicarse más en una postura defensiva que en el primer debate, de modo especial a la hora de contestar dardos inherentes a la “Corrupción K”, o cuando Macri le endosó su frase de días atrás: “Cristina y yo somos lo mismo”.

 

Reiteramos… lo más significativo fueron ciertos titubeos en un par de tramos, tal vez al no hallar las palabras y/o sinónimos adecuados.

 

Del resto, vale destacar a un Del Caño más cómodo y con una línea clara, que en esta ocasión golpeó más la gestión presidencial que al líder del Frente de Todos, pese a considerar que Macri y Fernández son similares.

Si en algo se equivocó fue en volver a destinar su discurso al núcleo duro de votantes de la Izquierda, sin seducir al resto de los electores.

 

Espert fue el que más exteriorizó formulaciones o planteamientos respecto a su plataforma. Claro está… volvió a manifestar ideas liberales sumamente polémicas, que en verdad lo acercan al electorado de Macri que al de Fernández.

El economista se mostró como el candidato antisistema con propuestas que podríamos calificar de disruptivas. Fue muy enfático a la forma de interpelar en forma directa a Alberto Fernández por la corrupción.

 

A Lavagna se lo vio cansado y hasta en ciertos pasajes desorientado. Muy poco confortable y como resignado. Obviamente, su brillante intelecto y su inobjetable erudición en la faz económica, equilibró esas sensaciones.

Finalmente, Gómez Centurión no mejoró su relación con los tiempos y o se pasó, o dejó varios segundos por utilizar. En su discurso mantuvo un tono monocorde que no le permitió sobresalir entre los demás candidatos.