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¿Ceguera educacional?: “la violencia está en la sociedad”

Peculiar situación se suscitó éste jueves al mediodía en un Colegio paranaense de Nivel Primario. Durante el habitual ritual de ingreso a clases de chicos entre 5 y 11 o 12 años, tras tributar conceptos edificantes a los pequeños, una directora mirando a los papás les espetó: “yo les digo a los padres que comentan sobre la violencia de los chicos en el Colegio, que la violencia está en la sociedad. No acá. Y si piensan sacar a sus hijos de la Escuela vayan a ver lo que pasa en las demás”. Una expresión -si bien tácita- inapropiada por el momento y el lugar.

 

Más allá de la veracidad, sonó a exculparse de la responsabilidad que le cabe a la Institución por situaciones puntuales que se vienen suscitando, no solo inherentes a agresividad sino también a discriminación en ésta y en tantas escuelas de nuestro medio según lo que uno recoge en distintas esferas.

 

La académica no se equivoca en lo inherente a que se aprecia -en diferentes ámbitos sociales- un crecimiento alarmante de episodios tan violentos como trágicos. Pero también consterna el verificar a SIMPLE VISTA que con ese criterio se desconoce la realidad institucional, no se ejerce una fuerte autocrítica, se prescinde la imperiosa necesidad de crear dentro de los Establecimientos Educativos -más aun en los religiosos- un escudo de contención, se omite la PREVENCIÓN como medida esencial, y el adoptar todos los recaudos posibles para persuadir a la Comunidad Escolar en cuanto a los efectos nocivos que trae aparejada la violencia gestual, verbal y física.

 

Es veraz que algunos niños llegan a las Escuelas soportando gravísimos vejámenes en sus hogares.

Es tristemente cierto que sufren ofensas y/o carencias de toda índole.

Es amargamente verídico que la situación conyugal conmueve la fibra íntima de los pequeños y genera conflictos variados en sus psiquis.

 

Es lamentablemente real la coyuntura de hijos que se convierten en “trofeos” de sus padres en aciagas disputas matrimoniales.

Es incontrastable que algunos alumnos llevan a sus escuelas actitudes, conductas, ademanes, expresiones orales paupérrimas pero no solo de sus casas, sino en especial del entorno en el cual se hallan casi veinte horas al día.

 

Hemos repudiado el descontrol que tienen algunos niños en cuanto al ABUSO de la tecnología (computación-video juegos sobre todo…), pasando horas y horas frente a monitores o pantallas sin el control de sus mayores o hasta acompañado por otros que los inducen a ver imágenes desaconsejables para un menor.

 

Hemos lamentado las “libertades” exacerbadas de niños que por actividades profesionales de sus padres y/o falta de tutores andan solitos por la ciudad, y en determinados casos absorben esa “soledad” transitoria viendo como los demás sí son acompañados de ida y vuelta, y luego descargan esa frustración o simplemente tristeza con gestos incorrectos.

 

Hemos reprobado los malos ejemplos que los mayores dan a los menores a través de programas de TV, con discusiones acaloradas en las que sobran las blasfemias, las imágenes obscenas a toda hora, los contenidos inconvenientes de películas fuera del Horario de Protección al Menor.

 

Todo ello es INNEGABLE (y más…), como substancialmente los retratos y las manifestaciones hostiles que se vierten en los hogares, influyen peligrosamente en la mente de esos alumnos que luego disparan su carga de infaustas experiencias visuales y auditivas teniendo como blanco (o víctimas) a esos compañeros que  solo están habituados a vivir en un marco de respeto, de amor, no exento de reglas de sana convivencia, y llegan a las escuelas o colegios, algunos privados para soportar allí que se los insulte, se los satirice, o directamente se los golpee.

 

Ahora bien… es INDUDABLE que en los Colegios HAY buenas intenciones, HAY buenos propósitos, y HAY personal capacitado, sea por idoneidad en su formación y desarrollo, como con el oficio imprescindible para llevar a cabo su tarea con la excelencia ineludible.

Pero más allá de las cualidades, también pueden haber omisiones, carencias o negligencias, en especial en cuanto a la falta de HUMANIDAD para resolver cuestiones de modo favorable y saber distinguir víctima y victimario.

 

Sería asombroso si todos fuésemos o nos sintiéramos PERFECTOS. Siquiera considerar ello habla de una SOBERBIA, una PETULANCIA, una JACTANCIA peligrosísima pues del riesgo IMPRUDENTE de NO VISLUMBRAR coyunturas adversas que podrían CONTROLARSE con otro rigor, se puede pasar directamente a la FATAL CEGUERA de ya NO VER lo que sucede delante de los propios ojos.

 

Por los años de ésta docente, por sus dotes, por sus aptitudes a lo largo de décadas, causó ESTUPOR su inoportuna frase más allá de ser inequívoco el clima de beligerancia constante en el seno de la sociedad.

Bastaba con decirle a los padres que “el Colegio profundizará todas las medidas precautorias o preventivas en pos de evitar episodios violentos sean de palabra, ademanes, gestos o físicos. Ahondaremos en contener a sus niños y les pedimos toda la ayuda posible para cristalizar exitosamente ésta tarea”

 

No era necesario dar cátedra a modo de socióloga, aunque si tiene tal título vaya nuestra admiración por el logro académico aunque una pena quede tan visible su mala aplicación o erróneo discernimiento para seleccionar el tiempo y espacio de ofrecer una oratoria.

Sabemos que la sociedad argentina atraviesa por un período en el cual la discordia mediante distintas manifestaciones se hace presente en un sinfín de terrenos, pero consideramos que si entendía correcto el dirigirse a los padres en ese tono retórico hubiese sido ideal una convocatoria amplia a participar en un nuevo proceso de enriquecimiento moral, ético, propendiendo a robustecer los principios de integridad y transmitirlos, contagiarlos a nuestros retoños, y usufructuando especialmente el don de esos padres que dan muestra cabal de ser papás PRESENTES.

 

Muy triste fue que haya dejado la sensación de haber blandido una bandera de excusación en lo concomitante a la responsabilidad que le cabe a la Institución en cuanto a subsanar adecuadamente las problemáticas de ésta naturaleza.

Fue infecundo ese mensaje. Desacertado e impropio para la autoridad que se le ha conferido. Y francamente nos resulta DESCABELLADO, IMPOSIBLE que éste no sea un “recado” bajado desde altas esferas.

 

Sería muy delicado, extremadamente preocupante, que desde las autoridades gubernamentales se baje esa línea dialéctica, usufructuando términos que por un lado pueden ser obvios y por otro difusos ya que lo pertinente es arrogarse la responsabilidad competente y no dejar todo en aguas de borraja hasta que ocurra una tragedia.

 

La docencia, más que nunca, debe estar comprometida con su misión de FORMAR BUENAS PERSONAS. Precisamente, por ese cometido, hay que buscar con mayor impulso en las Escuelas, en los Colegios fundamentalmente en los religiosos, catequizar con sana convicción y primordialmente con AMOR, dándole prioridad a los buenos hábitos, las buenas costumbres, los gestos pletóricos de BUENA FE, como primariamente TRATANDO y de ser necesario DESARRAIGANDO con severidad cualquier germinación de provocación, irritación, o señales irrefutables de cólera.

 

¿Puede tomarse ésta conducta de la maestra como un gesto propio de alguien que no sabe cómo comunicarse convenientemente?

Jean Paul Sartre dijo décadas atrás “Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia”… Inevitablemente relacionarlo con los dichos de ésta docente, aunque también sus dichos nos hacen rememorar y reflexionar en torno a aquella cita célebre de Mahatma Ghandi: “Si hay violencia en nuestros corazones, es mejor ser violentos que ponernos el manto de la no violencia para encubrir la impotencia”…