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Arrancó la Campaña y la inmundicia tardó poco en surgir con actos aborrecibles

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- La ofensa que acaba de soportar el actual vicegobernador entrerriano y aspirante a la intendencia de Paraná, Adán Bahl, es ultrajante y debe ser no solo investigada sino que a partir de lo ocurrido, la Policía de Entre Ríos deberá otorgar más garantías con un solvente resguardo de la Campaña con miras a las Elecciones 2019.

 

A pesar de la valoración negativa que se tiene de la política, creo que la generalización es mala e injusta, y por tanto mayoritariamente en este país la gente es normal y honrada, que no justifica nunca esas minorías vergonzantes y vergonzosas que no cumplen los requisitos mínimos para estar en esta noble actividad.

 

La toxicidad, o lo que es lo mismo, el crear climas artificiales negativos y además como causa general basados generalmente en datos falsos con el único objetivo de intentar hacer méritos para un fin propio, debemos detectarlos y desterrarlos de la vida pública, añadiendo el desprecio social. El que se rodea de mediocres muere siempre en manos de mediocres, por eso hay que huir siempre del halago fácil y de la ausencia de críticas, porque no conducen a nada. Aunque puedan resultar dulces al oído de forma momentánea, nunca arreglan ningún problema.

 

Siempre hemos afirmado, a nivel privado y público (que son muchos), que la política son sentimientos y referencias. Por eso cuando se sienten agredidos los sentimientos o dejan de ser referencia, la inversión de la tendencia es dificilísima.

Las fotos que ilustran esta Columna son reflejo elocuente de la enfermedad de algunos que utilizan la invectiva, la injuria para mancillar a quien es un adversario político.

 

Es muy reiterada la expresión de que a los políticos se les debe exigir siempre que cumplan con las tres H: “honradez-honestidad-humildad”. Pero por mucho que parezca porfiada la expresión, nunca deberíamos dejar de tenerla como una referencia, sobre todo ahora que nos encontramos en precampaña política y oiremos las “maravillas” o execrablemente las más vejatorias difamaciones de todos los candidatos.

 

Bahl ha demostrado a lo largo de su carrera política que se rige por la humildad, la honradez, la honestidad. El vicegobernador es alguien que considera la política como una herramienta para alcanzar el bien común.

Obviamente, la honradez y la honestidad deben ser condiciones intrínsecas en todos los políticos. La humildad es una virtud personal que, desgraciadamente, no todos los políticos tienen. A muchos se les “sube el cargo a la cabeza” creyéndose seres superiores al resto de los mortales. No todos los políticos saben adaptarse a vivir alejados del coche oficial y de la lisonja, y volver a sus anteriores profesiones.

 

El filósofo Jean-Jacques Rousseau escribió: “Los que quieren tratar la política y la moral de forma separada nunca entenderán nada sobre ninguna de las dos”. Interpretemos moral como lo éticamente correcto. Cuando hablemos del ejercicio práctico de la política debemos exigir que sea con un comportamiento honrado y honesto.

¿Qué es la honradez?. Es el resultado de nuestro propio esfuerzo, no apropiarse o valerse de logros ajenos. Es actuar siempre con principios éticos, no mintiendo. Es rectitud de ánimo, integridad en el obrar, respeto por las normas. Honradez significa armonizar las palabras con los hechos.

 

¿Qué es la honestidad?. La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás. La honestidad no consiste sólo en la franqueza, la capacidad de decir la verdad, sino en la coherencia del trabajo honesto. Ser honesto es ser real, auténtico, genuino. Honestidad es compostura, moderación, respeto a la conducta moral y social. La honestidad garantiza confianza, seguridad, respaldo, confidencia, en una palabra integridad.

 

A la esencia misma de la democracia está afectando creer que muy pocos políticos son honrados y honestos. Se me parte el corazón de frustración cuando oigo a cualquier ciudadano decir “que no le importa que tal o cual político se aproveche de su cargo con tal de que haga algo por el pueblo”. Eso viene a significar que da por descartada la honradez y honestidad en los políticos y que se acepta a los políticos “menos deshonrados y deshonestos” como la mejor solución y como un mal menor.

Tengo el honor de conocer al vicegobernador Bahl. Tengo el placer de conocer sus postulados inherentes a su candidatura como intendente. Tengo la satisfacción de poder valorar su lucidez, coherencia racional, y su actitud razonable y generosa en el pleno sentido de la palabra.

Un humanista justo ante la superpuesta cultura conservadora y neoconservadora con asiento en la tierra, en la iglesia católica, en el militarismo y también en el empresariado financiero y extractivista.

 

Bahl es un hombre absolutamente lógico y erudito mediante un existir pleno, bello en lo estético, ético en lo poético.

Para algunos quizás no sea el político deseado “porque no arrastra a las masas”, pero su contacto con cada vecino llevo a generar la percepción del “Papá Noel”, un hombre tierno, pero sobre todo sabio. Incluso sin que la gente pudiera comprender la exquisitez de su lenguaje, la gente comprende que se trata de luchador por la justicia y contra la inequidad. Si bien, no es un sujeto de arrastrar masas al estilo caudillista, eso es verdad, nadie podrá indicar que se le percibe como un practicante de la politiquería, de la deshonestidad, y de la mercantilización de la política o de los negocios en que se ha convertido el ser político.

 

Beto Bahl, más allá de su estilo, prudente, mesurado, es un guerrero de las ideas que se enfrenta a inmundos, a porquerías sin escrúpulos, sin respeto a la dignidad, a los protocolos mínimos del decoro. Hoy se encuentra ante cobardes que no conocen la palabra honor en el sentido clásico del hombre limpio y respetuoso de las normas del debate.

 

Bahl es una curiosa y bien cuajada mezcla de profesional, de empresario con profunda vocación federalista y acucioso e incisivo democrático y entrañable compañero de los trabajadores y de las organizaciones populares.

Por eso los más diversos sectores de la Provincia lo aprecian. Es que si en la vida de una persona lo principal es la idea colectiva y común, si por encima de todo está la causa de todo un Pueblo y si se vive con los mismos intereses y esperanzas que los que nos rodean, entonces se vive siempre en el corazón de los demás.

 

Bahl personifica en verdad al hombre en el más amplio sentido de la palabra, a aquel que en primer lugar ama a su gente y se identifica profundamente con sus alegrías y con sus penas. Y todos sabemos que sólo puede servir bien a su Pueblo aquel que ha aprendido a conocerlo cabalmente, como lo hizo Bahl desde el primer día de su condición de dirigente político.

 

La afrenta que acaba de sufrir este entrañable compañero inspirador y artífice del diálogo y del entendimiento al servicio de los intereses de la Patria es aberrante.

Y duele conociendo su impronta de político honesto que supo encarar con imaginación y perseverancia los retos que enfrentaba la vida política del país y se puso al frente de las más sentidas reivindicaciones nacionales en el momento oportuno y con la firme decisión de no desmayar hasta triunfar.

 

Bahl ha construido sólidos peldaños para impulsar la descentralización del país y el desarrollo regional, la defensa del agro y de los puertos, la lucha contra las privatizaciones, el mejoramiento de la educación y el rescate de los valores artísticos y culturales más preciados de nuestra Tierra.

Sin embargo, en este controvertido país, en esta convulsionada ciudad, la reputación se construye durante años y se destruye en segundos.

Y, en política, la destrucción de una reputación por la vía de la opinión, la manipulación o las técnicas militantes, sale gratis. Como resultado de esta situación, una persona honesta y reputada como Bahl puede ser deshonrada en cuestión de segundos por manos anónimas.

 

¿Habrá alguna consecuencia para todos los que vilipendian con tanta ligereza, con tanta impunidad, en base a una acusación sin fundamento? La respuesta es, desgraciadamente, no.

En política, destruir sin razón una buena reputación sale gratis y, en la era de la posverdad, además proporciona supuestos réditos.

 

Nuestro mayor valor como sociedad es la democracia. Y por eso debemos defender y no desprestigiar a nuestros representantes en el sistema, que son los políticos. Es necesario abrir la política a la sociedad o, mejor, abrir la sociedad a la política.

 

Es imprescindible poner los medios judiciales, los instrumentos legales, las herramientas jurídicas para cambiar la situación.

No es una cuestión de siglas y mucho menos de batallas por el poder. La verdadera discusión es entre políticos honestos y aquellos que no lo son (sobre los que la ley debe ser implacable). Solo a partir de ahí se pueden generar unas condiciones justas para que los candidatos se sometan al justo e inobjetable escrutinio de los ciudadanos.