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13 de noviembre, Día del Pensamiento Nacional

La figura de Arturo Jauretche, como pasa con todos que alcanzan un gran protagonismo, fue valorada de diferentes formas de acuerdo con los avatares de la política. Durante el gobierno de Néstor Kirchner se instituyó el Día del Pensamiento Nacional en su homenaje revalorizando así la trayectoria de un hombre clave en la historia argentina.

 

El 13 de noviembre de 1901 nacía en Lincoln, provincia de Buenos Aires, el político e intelectual Arturo Jauretche. El 26 de diciembre de 2003 el Poder Legislativo sancionaba la ley 25844, promulgada por el Ejecutivo Nacional el 29 de diciembre de 2003 y publicada en el Boletín Oficial el 6 de enero de 2004. A través de ella se instituía la fecha del nacimiento de ese argentino notable como Día del Pensamiento Nacional. Curiosamente, quien hizo de la defensa del pensamiento propio una causa, murió un 25 de mayo de 1974. El historiador Norberto Galasso dice en el prólogo de Escritos Inéditos, el volumen 6 de su obra completa publicada por Editorial Corregidor, que lo hizo “de puro patriota”.

 

A 118 años de su nacimiento, su pensamiento sigue más vigente que nunca. Para comprobarlo basta con abrir al azar cualquiera de sus libros. Por ejemplo, el Manual de zonceras argentinas. Allí, en la zoncera N° 31, califica como tal una frase dicha por Avellaneda cuando fue presidente de la República Argentina. Mientras todos le aconsejaban “que suspendiese el servicio de la deuda pública”, Avellaneda dijo: “Hay dos millones de argentinos que economizarán sobre su hambre y sobre su sed para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe en los mercados extranjeros.” Cualquier parecido con la situación de la Argentina de hoy, no parece mera coincidencia.

 

Sobre esta “zoncera” don Arturo comenta: “Podemos considerar indulgentemente la frase de Avellaneda en razón del momento en que se pronunció, apreciándola como recurso, tal vez para conseguir más endeudamiento. Eso llevaría a un juicio sobre el personaje, sobre su gestión de gobierno, sobre lo acertado o desacertado de su política o sobre la verdadera situación del país en ese momento. Pero la frase se ha sacralizado y en su identificación con la bandera y el himno, como dijo Avellaneda, se consustancia con la existencia misma del país. Y aquí es donde es zoncera y cumple la función de zoncera.”

 

Si hay una característica distintiva de Jauretche, según lo señalan los historiadores y todos aquellos que, por una razón u otra, se acercaron a su vida, es que, además de ser un intelectual, era también fue un hombre de acción dispuesto a defender con su propio cuerpo sus convicciones políticas.

 

Radicado en Chivilcoy, participa en la lucha de los estudiantes por la Reforma Universitaria en 1918. En 1920 se traslada a Buenos Aires para seguir la carrera de abogacía y se integra al radicalismo liderado por Hipólito Yrigoyen durante cuyo segundo mandato presidencial es funcionario de gobierno. En 1930, cuando se produce el golpe de Estado de José Féliz Uriburu que inauguraría una nefasta tradición de golpes militares en la Argentina, sale a la calle y toma las armas para unirse a quienes se oponían a ese atropello.

 

Muerto Yrigoyen, cuestiona al radicalismo como agente capaz de producir un cambio profundo en el país y participa de la fundación de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). Lo acompañan en ese intento de recuperación de “lo nacional”, entre otros, Raúl Dellepiane, Homero Manzi y Raúl Scalabrini Ortiz.

 

Disuelta esta fuerza política en 1945, Jauretche se une al peronismo y, derrocado Perón, pasa a formar parte de la resistencia. En 1955, luego de producirse la autoproclamada Revolución Libertadora, se entrega de lleno a la producción de material teórico capaz de estimular y configurar un pensamiento nacional y se exilia en Uruguay.

 

Si bien en 1972 apoya el regreso de Perón, tiene serias disidencias políticas tanto con la orientación que se perfila en los sectores juveniles como con el corrimiento a la derecha del viejo líder. Dos años después, se producirá su fallecimiento.

 

Galasso conoció, frecuentó a Jauretche y es también su biógrafo. En una entrevista de Guillermo Salz aparecida en Tiempo Argentino en el mes de mayo de este año, el historiador responde acerca de la posición de Jauretche sobre la lucha armada. Cuando se le pregunta qué pretendían los Montoneros de Jauretche, Galasso contesta: “En realidad yo solo puedo contar una anécdota. Recuerdo que un día estaba esperando la entrevista con Jauretche en su departamento, por el tema de la biografía de Scalabrini. Clarita, su esposa, me dice que tengo que aguardar porque Arturo estaba reunido; creo si mal no recuerdo con Ernesto (su propio sobrino) y Galimberti. De pronto escucho que se altera la discusión, se oyen gritos. Jauretche quedó furioso, tanto que me confió el porqué de la discusión, me dijo: “quieren hacer un Vietnam, dos Vietnam cien Vietnam, es una barbaridad, si se levantó el pueblo en Vietnam la violencia es lógica pero no se puede.tomarla acá como estrategia. Eso que yo andaba con una metralleta en Paso de los libres, no soy ningún amargo”. Y más adelante agrega: “Jauretche participaba de la idea que la violencia es un elemento que no puede intentar generarse desde arriba, porque un joven romántico de clase media, tiene techo y comida, y puede tomar las armas, convertirse en un guerrillero. Pero distinto es para un obrero que tiene que levantarse a las cinco de la mañana para ir a la fábrica y no puede faltar al trabajo para realizar acciones de guerrilla. Cuando no se está en una guerra civil, lo que hay que hacer es política, unir a los sectores populares, aislar al enemigo, reforzar el frente propio.”